“Exigimos sobre todo poder vivir con dignidad”

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¿Según ustedes cuáles serán los problemas más agudos e inmediatos que se vienen con la legalización de la porta de armas en el Ecuador?
PachaQueer: Lo que hace el decreto 707 es exacerbar la violencia y poner en una mucha más amplia vulnerabilidad a los grupos que ya estaban vulnerados y que ya somos vulnerables. Al mismo tiempo esto también significa darle más poder al patriarcado, y armar a los agresores. 
Uno de los problemas principales es que justamente las poblaciones de las comunidades históricamente más desamparadas como somos las personas trans, mujeres, niñez y adolescencia, personas de movilidad, de personas también racializadas, empobrecidas seamos pues, una vez más las que quedarán desprotegidas en el contexto de esta propuesta de ley. Si ya en una vida sin armas somos asesinadas, somos desaparecidas y torturadas. En un marco en el que obviamente somos consideradas población de tercera clase en la sociedad ecuatoriana, en Latinoamérica, y creo que en general en el mundo, la legalización del porte de armas significa legalizar nuestras muertes. 

¿Según sus experiencias quien va a beneficiarse de este decreto? ¿Qué tipo de seguridad se está priorizando?
PachaQueer: Lo que el presidente está aplicando con el decreto no es algo que no ha pasado antes. Quienes generalmente usan armas son los grupos de poder y el decreto está legalizando el acceso a los grupos de personas que desde siempre lo han tenido.  Esos son los grupos, que, si bien no tienen un arma en su bolsillo, tienen una agencia de seguridad o guardias de sus empresas, en sus casas. Al mismo tiempo se desprotege a quienes nunca hemos tenido el acceso a armas. Estamos hablando de un país donde ni siquiera tenemos dinero para la medicina básica. ¿No? Cómo vamos a tener dinero para un examen psicológico que es unos de los requisitos necesarios para el permiso, o el dinero para sacar un certificado del ministerio. Porque todo va a tener un costo. ¿Entonces, realmente a quién está sirviendo esta ley?

¿De qué forma se representa el acceso facilitado a las armas un peligro para poblaciones marginalizadas?
PachaQueer: Esas son las personas que sí pueden cumplir con los requisitos para acceder a un permiso. Y esas son las personas que tienen más acceso a dinero y en mejores condiciones económicas. Ellas son las “ciudadanas de bien” quienes, por lo general, irónicamente, son las personas anti-derechos que no van a pensarse dos veces en disparar a una a una persona trans, una trabajadora sexual o una persona en situación de calle. Porque también el decreto para nosotras tiene mucho que ver con una limpieza social. Y esto es algo que hemos observado especialmente en cuanto a la situación de las trabajadoras sexuales trans. 

¿Qué papel desempeña la escalada de esta violencia por parte de las bandas criminales?
PachaQueer: Si es que esto es un fenómeno que se viene naturalizando desde la pandemia en el Ecuador. En esta fase es que se instauran mafias de extorsión, y el uso de violencia hacia trabajadoras sexuales trans y mujeres cis también que ejercen el trabajo sexual precarizado, para forzarlas a tomar parte en la venta de drogas. Pues la narcoviolencia es como una bola de nieve que de alguna forma iba expandiéndose, iba creciendo y la situación que atravesó Jéssica Martínez es un claro ejemplo de la naturalización del narcoestado y la normalización de toda esta red de violencia. 
El recrudecimiento de la violencia en el Ecuador está directamente relacionado a las enormes desigualdades sociales y el racismo estructural que existe en el país. Eso se ve en las condiciones de vida de millones de niñas y niños adolescentes empobrecidos, racializados, obligados a ejercer labores deshumanizantes como el sicariato, por ejemplo. Eso da paso a que incremente la exclusión, la discriminación y fomenta y normaliza la inaccesibilidad a la educación, a la cultura, al arte, al espacio público, a la salud, al empleo. Al final es como una matriz estructural de violencia. Y no solo fue Jéssica a quien asesinaron el último año. Nosotras en septiembre del año pasado, hace ocho meses aproximadamente también atravesamos un intento de asesinato. En ese entonces no pasaban ni tres semanas del asesinato de Jéssica Martínez, que nos indignó y nos dolió mucho. Pero su muerte se sumó a tantos crímenes de odio que han atravesado hermanas y compañeros de lucha en los últimos 10 años. ¡Por eso nuestra denuncia sigue latente, NOS ESTÁN MATANDO! 

¿Nos podrían contar más sobre el ataque que sufrieron el año pasado?
PachaQueer: Lo que nosotras vivimos el año pasado fue justamente un producto de la transfobia. Porque si bien comenzó como un intento de asalto, la situación cambió el momento en el que las personas se dieron cuenta de que nosotras somos trans, que nosotras somos travestis. Ahí empezó la acción de odio con insultos, con empujones, con golpes y finalmente con un disparo. Entonces, esto da cuenta de que el hecho de que haya un arma de por medio permite finalmente materializar ese odio que existe en la sociedad hacia nosotras, las personas trans.
Una de las cosas que nos agravaba mucho es no saber a qué se debía la situación por la que estábamos atravesando. No sabíamos si era una consecuencia de toda la delincuencia bajo el régimen del neoliberalismo en el que estamos viviendo. O si era una forma de persecución política a líderes y lideresas de movimientos sociales, lo que nosotras somos. Nosotras levantamos la voz, para decir que asesinaron a Jéssica y en dos semanas después nos pasa todo eso. 

¿La violencia que sufrieron es en cierta forma una continuación de la violencia que sufren a diario?
PachaQueer: Sí, digamos. Yo creo que más allá del tema actual del porte de armas, volvemos al punto de que estas personas son consideradas como el desprecio de la sociedad o digamos personas que se pueden fácilmente desechar. Somos básicamente las personas pertenecientes a diversidades sexo genéricas, personas que no encajamos en la normatividad hetero, la normatividad “blanca y de clase” e incluso la normatividad de la educación. A esto se suma que obviamente no tenemos protección del estado y en ese sentido siempre hemos estado a la merced de cualquier tipo de ataque en cualquier momento. 
Entonces ponemos en reflexión de que lo que ahora la población en general está sintiendo en cuanto a escalación de la violencia en el país, nosotras como personas trans, travestis y disidentes sexuales, lo vivimos a diario. Esa es la situación que vivimos desde el momento en el que asumimos nuestra identidad ajena al régimen normal. Ese reclamo no es nuevo, hemos estado reclamando hace tiempo que nos están torturando, matando o simplemente haciéndonos desaparecer.

¿Qué consecuencias tendría el acceso libre a las armas, y, por ende, un posible aumento de la violencia armada en cuanto a la situación de precaria seguridad que ya viven activistas sociales, ambientales y políticas como ustedes?
PachaQueer: Es decir, lo que estamos diciendo ahora es que es una estrategia de conseguir ciertos fines políticos a través de la violencia. Porque finalmente todo apunta a esto: lo que pasa últimamente en el Ecuador, las masacres en las cárceles, los paros, todas desapariciones de líderes y lideresas sociales, la criminalización a la lucha social que se vio crudamente durante en el paro. Y que se puede ver nuevamente en el tema de Jéssica Martínez y en nuestro caso. Nosotras como fundadoras del colectivo que busca cambiar los paradigmas sobre el género, identidad y sexualidades diversas, vivimos directamente esta violencia en nuestras propias vidas, en nuestras propias cuerpas. Esa forma de silenciamiento vivió el mismo colectivo al que pertenecía Jéssica Martínez. Después de su muerte las compañeras trabajadoras sexuales que eran parte de la Fundación Nueva Esperanza, decidieron suspender sus actividades y cerrar la asociación. 

¿Cerraron la organización porque se sentían amenazadas también por lo ocurrido?
PachaQueer: Por supuesto, por el amedrentamiento, por el silenciamiento, por la misma extorsión que denunciaba Jéssica y la instauración del miedo estatal.

¿La instauración del miedo estatal? ¿Qué papel juega el estado en el silenciamiento a activistas? 
Eso es algo que también, obviamente no podemos dejar de lado. O sea, lo que pensamos es que este gobierno está tratando de poner ejemplos claros ¿no? Ahora mismo hay un enjuiciamiento a todas estas personas por motivos de terrorismo o lo que el estado define como “terrorismo”. En este caso entran en esta categoría pensadores comunistas o socialistas, pensadores libres y son castigados con condenas absurdas de hasta 13 años, simplemente por legitimar la posibilidad de la organización y de la lucha social. 

Entonces la criminalización de la lucha social de parte del estado en consecuencia deja a activistas en diferentes campos más vulnerables a la violencia. ¿Violencia que viene de parte del estado, pero también por parte de otros actores?  
PachaQueer: Exacto, por eso en este contexto no podemos dejar de lado los asesinatos de muchas personas que se están defendiendo la libertad, la justicia, la dignidad en muchos campos. No, no solamente digamos en el campo de género, el campo de sexualidad o de identidades, sino también en el campo de la minería, en el campo de la agricultura, digamos en todas, en muchos, en muchos de estos espacios políticos está habiendo asesinatos. No todos son tan polémicos, o salen a la luz. 
Porque si vamos ya a la practicidad: quienes no creemos que las armas nos van a ayudar a sentirnos más seguras. Quienes nunca las hemos portado, no lo vamos a hacer ahora por un cambio de ley. En cambio, sí va a beneficiar a las personas que ya desde siempre usaban las armas para silenciar a otras. Quienes ya están acostumbradas a armas y a violencia con armas, pues simplemente para ratificar su poder y van a ratificar su hegemonía. Finalmente, el decreto lo que hace es evadir que se haga un juicio político al presidente, que se hagan reformas populares que beneficien a la clase trabajadora. Y sobre todo sirve para seguir fracturando el tejido social. Lo que es lo que generan estas políticas es la más polarización. El fin es desviar la atención publicada por la atención social para que siga habiendo impunidad, para que siga habiendo injusticia, explotación y toda la dictadura, la opresión que se vive, pues.

En el marco de la falta de seguridad y la implementación de una ley que no corresponde a las necesidades de comunidades vulnerables, ¿cuáles son sus exigencias? ¿Que sería realmente necesario para mejorar la situación?
PachaQueer: Pues yo creo que las organizaciones feministas, transfeministas, las mujeres, las disidencias, sabemos que el libre porte de armas en manos de agresores es poner en riesgo nuestras vidas. El decreto naturaliza la violencia, incrementa la impunidad de los agresores, los encubrimientos sistemáticos de la policía, de los militares por parte del Estado. Y lo que nosotros pedimos es primero la destitución del Decreto 707 y la destitución del presidente actual.
Estos son tiempos de mucha rabia, de mucha indignación, pero también, creo que ha tenido un gran efecto unir a las organizaciones trans feministas, las organizaciones feministas, el movimiento indígena, como vimos en el paro del 2022. Fue histórico ver cómo por primera vez en la historia de muchos paros en el Ecuador, hubo una mayor representatividad y la visibilization de disidencias, de discursos transfeministas, de grupos migrantes, de compas con diversidad funcional. Por eso no estamos demandando una cultura de paz, porque muchas veces la cultura de paz tiene un costo muy elevado de las mismas poblaciones históricamente excluidas. Es que no se puede vivir en paz con menos de salario mínimo. No se puede vivir en paz sin tener acceso a la salud integral, educación libre de discriminación o un CUPO LABORAL TRANS y de diversidades sexuales ¿Como podemos vivir en paz cuando a las personas nos siguen limitando acceso a vivienda o cuando aún siguen tratando de forma ajena a nuestra identidad de género? O sea, esa paz no existe. 
Lo que nosotras exigimos sobre todo es poder vivir con dignidad. Y yo creo que cada vez en este Ecuador tan violento, se nos se nos despoja con cada día que pasa, con cada asesinato más, con cada masacre, cada coche bomba, con cada persona desaparecida de nuestra dignidad. Entonces lo que demandamos son las políticas y medios necesarios para recuperarla.  

SYSTEMATISCHE VERWEIGERUNG VON GERECHTIGKEIT

Gerechtigkeit für Sol ist Gerechtigkeit für alle Ein Mural zu María del Sol (Foto: Privat)

Über Deine Tochter wird berichtet, dass sie Fotografin war und in der Abteilung für den Schutz indigener Gemeinden gearbeitet hat. Das war es dann aber auch schon. Wer war María del Sol?
Maria del Sol war eine ausgelassene, fröhliche Person. Seit sie klein war, mochte sie es, zu fotografieren. Sie war immer hinterher, das zu erreichen, was sie machen wollte. Sie war eine sehr engagierte junge Frau und immer schnell erzürnt über jegliche Ungerechtigkeiten. Sie begleitete daher gelegentlich auch Proteste und Demonstrationen.

Eine Weile lang hat sie uns auch finanziell unterstützt, als ich mal keine Arbeit hatte. Wir hatten einen kleinen Brotverkauf eröffnet. Und es waren doch eher ältere Menschen, die vorbeikamen. Also kam es, dass María del Sol mit ihnen auf der Parkbank saß und sie ihr Geschichten von früher erzählten, von den Festen die sie gefeiert haben, einfach aus ihrem Leben. Maria del Sol gefielen diese Geschichten. Sie bewunderte die Menschen. Sie sah häufig mehr in den Leuten als den Eindruck, den sie auf den ersten Blick machten. Ich würde sagen, dass sie die Fähigkeit hatte, die Leute wirklich beim Wort zu nehmen und sie nicht in eine Schublade zu stecken.

Oaxaca und insbesondere Juchitán ist eine Region, in der viele indigene Gemeinschaften leben. Wie äußert sich geschlechtsspezifische Gewalt gegen indigene Menschen?
Indigene Frauen erleben viele Formen der Gewalt innerhalb ihrer Beziehungen, das ist sehr üblich, psychische, emotionale und auch physische Gewalt und Feminizide. Zumindest in Juchitán de Zaragoza. Allein in diesem Ort wurden dieses Jahr elf Frauen getötet. Das sagt viel aus über die Gewalt gegen Frauen. Und das ist nur einer von gut 40 Orten, die die Region des Isthmus (von Tehuantepec, Landenge in Mexiko, Anm. d. Red) umfasst. Es ist eine Zone normalisierter Gewalt. Ich weiß nicht, ob es auch etwas mit der Armut zu tun hat, was zu dieser Gewalt führt. Was ich jedoch weiß ist, dass es eine patriarchale Struktur gibt, die dazu führt, dass sich diese Verbrechen immer und immer wieder wiederholen.

Du hast mal gesagt: „Ich habe Mexiko über die Straflosigkeit kennengelernt“. Wie steht es denn aktuell um den Fall von María del Sol?
Der Fall wurde 2018 zuerst von der Generalstaatsanwaltschaft in Oaxaca aufgenommen. Danach wurde eine neue Akte angelegt wegen Wahlbetrug. Ein Jahr später gab es dann eine Akte wegen Diebstahl, denn als María del Sol, Pamela Terán und der Fahrer, Adelfo Guerra, getötet wurden, wurde ihr Equipment gestohlen. Die Anklage wegen Mord, was eigentlich juristisch als Feminizid geführt werden müsste, liegt ebenfalls in irgendeiner Akte. Alle drei Verfahren laufen aktuell noch und sind ohne weitere Ergebnisse. Vier Jahre später hat sich nichts getan.

Dann gibt es noch eine weitere Anzeige, die ich erstattet habe, gegen den Staatsanwalt von Oaxaca und dessen Mitarbeiter, weil sie ihre Arbeit nicht machen. Bei keinem der Verfahren gibt es Ergebnisse, keiner der Fälle wurde aufgeklärt. Wie soll man das denn nennen, außer Straflosigkeit? Sowohl die Behörden, als auch diejenigen, die den Mord in Auftrag gegeben haben, und die Ausführenden, bleiben straflos.

Dann ist der Kampf gegen Feminizide gleichzeitig ein Kampf gegen Straflosigkeit?
Klar! Die Mütter, die von den Fällen ihrer getöteten Töchter erzählen, berichten genau das gleiche. Eine der Mütter, deren Tochter erst verschwunden war und später dann ihr Körper gefunden wurde, hat herausgefunden, dass der Ex-Freund sie getötet hat. Plötzlich ist der junge Mann aber nicht mehr aufzufinden und es stellt sich heraus, dass seine Eltern in einer Justizbehörde arbeiten. Wenn also der Haftbefehl ausgestellt wird, nachdem endlich mal jemand der Mutter zugehört hatte, haben sie dem Typen Bescheid gesagt und er ist abgehauen. Er wurde nie festgenommen. Wer schützt hier also wen? Es sind die Leute in der Staatsanwaltschaft, die die Täter schützen. Es gibt hier viele Fälle, bei denen die eigentlichen Täter bekannt sind.

Wie würdest Du Deine Erfahrungen mit den Behörden beschreiben, nachdem María del Sol getötet wurde?
Erschöpfend in allen Facetten. Nicht nur emotional, auch was deine Ressourcen betrifft. Häufig werden ich oder andere Mütter gefragt: „Wie macht ihr das? Wo nehmt ihr die Kraft her?“ Ich weiß nicht, woher ich die Kraft nehme. Man muss aber weitermachen und schauen, dass man irgendwo Kraft herbekommt. Es gibt also diese Tiefs. Das sieht jedoch niemand. Das kriegen die Leute nicht mit. Die Behörden sehen nicht die systematische Ungerechtigkeit und wie die systematische Verweigerung von Gerechtigkeit dich zermürbt. Sie sagen dir: „An diesem Tag ist die Anhörung.“ Also schläfst du zwei Tage nicht, weil das dermaßen aufwühlend ist. Und dann wird die Anhörung spontan abgesagt, weil die Generalstaatsanwaltschaft einen Fehler gemacht hat. Das fühlt sich an wie ein Schlag ins Gesicht. Ich habe mich lange darüber aufgeregt, bis ich festgestellt habe – das machen die immer so. Und deswegen stimmt mit dem ganzen System einfach etwas nicht.

Wie erklärst Du Dir dieses Ausmaß an Straflosigkeit?
Was wir hier sehen, ist ein patriarchaler Pakt. Es gibt eine enge Verflechtung zwischen Repressionsapparaten und den korrupten politischen Institutionen. Die Beamten lassen sich zum Beispiel Geld dafür geben, dass sie die Täter nicht weiter verfolgen. Das ist die Realität. Und die Staatsanwaltschaft nimmt das einfach hin. Diese patriarchalen Verflechtungen bedeuten dann, dass genau diese Taten straflos bleiben. Diese Verbrechen werden nicht geahndet. Das passiert überall – im Bundesstaat Mexiko, in Veracruz, im ganzen Land. Ich weiß das, weil das viele Mütter erzählen. Deswegen ist es das System, das falsch ist. Darauf bestehe ich!

Seit 20 Jahren gibt es Fortbildungen für Beamte. 20 Jahre! Und die Gesetzeslage ist eine der fortschrittlichsten was Feminizide betrifft. Letztes Jahr gab es Änderungen am Strafgesetz, um Gleichberechtigung zu implementieren. Das hilft nicht viel. Was also verstärkt die Gewalt? Die Straflosigkeit, die Tatsache, dass Staatsbedienstete nicht zur Verantwortung gezogen werden, deren Komplizenschaft. Und nicht zuletzt die Emanzipation der Frauen selbst. Männer sind sauer und wütend, dass jetzt auch Frauen öffentliche Ämter bekleiden oder wenn Frauen arbeiten gehen, unabhängig ihr eigenes Geld verdienen – dann wird das auch mit Gewalt beantwortet.

Was möchtest Du im Kampf gegen Straflosigkeit und geschlechtsspezifische Gewalt erreichen?
Im Fall von María del Sol fordere ich, dass die Behörden den Fall untersuchen und die Hintergründe aufklären. Es gibt viele Elemente, die auf eine Serie von Menschenrechtsverletzungen hinweisen. Ich bin überzeugt, dass wenn internationale Institutionen härtere Sanktionen gegen Mexiko aufgrund der Menschenrechtsverletzungen verhängen würden, mehr Druck ausgeübt werden könnte, damit der mexikanische Staat seiner Verantwortung nachkommt. Das wäre ein Weg. Ich glaube, wir haben mittlerweile die Türen geöffnet, damit auch weitere betroffene Frauen und Mütter anklopfen. Auch wenn jeder Fall anders ist, gibt es unzählige davon, wo Untersuchungen verschleppt werden und die Verbrechen ungesühnt bleiben.

Nur drei von 100 Fällen werden halbwegs aufgeklärt, wobei sich Statistiken dazu auch unterscheiden. Das sagt so viel darüber aus, mit welcher Dimension von Straflosigkeit wir es zu tun haben. Und ein Verbrechen, das nicht verurteilt wird, ist ein Verbrechen, das sich wiederholt. Auch wenn ich mittlerweile müde bin, werde ich nicht aufhören, jeden Tag für Gerechtigkeit zu kämpfen. Denn ich glaube, dass es viele Mütter gibt, die Unterstützung gebrauchen können. Viele erhalten Drohungen oder werden angegriffen. Manche Mütter sagen jedoch: Sie haben uns alles genommen, sogar die Angst.

„WIR WAREN SCHIMMELPILZE”

Foto: Wagenbach Verlag

Vor einem Jahr haben die LN ein Dossier zum Thema Feminizide und feministische Gegenwehr herausgegeben. Du behandelst die Problematik in deinen Romanen aus der Fiktion heraus. Welche Rolle kann die Literatur bei der Bekämpfung von geschlechtsspezifischer Gewalt spielen?
Ich habe mich nie bewusst dafür entschieden, geschlechtsspezifische Gewalt anzuprangern. Vielmehr habe ich in meinem Leben die Folgen dieser Gewalt gesehen, ich bin mit ihr aufgewachsen, wenn auch mit gewissen Privilegien. Ich habe sie nicht so erlebt wie viele andere, aber auch ich habe familiäre Gewalt, Beziehungsgewalt, psychische Gewalt, körperliche Gewalt und auch sexuelle Gewalt erlebt. Das Schreiben war meine Art, darüber zu sprechen. Es hat mit dem Erfolg von Saison der Wirbelstürme zu tun, dass mich viele Leute danach fragen und ich mich hinsetzen und darüber nachdenken musste, was ich geschrieben habe. Aber so unschuldig war es auch nicht. Als ich mit Saison der Wirbelstürme fertig war, sagte ich mir: Ja, das ist, was in Mexiko passiert, das ist, was mich an Mexiko beunruhigt. Ich weiß nicht, ob die Rolle der Literatur darin besteht, die Dinge zu verändern. Ich persönlich bin der Meinung, dass Literatur kein angemessener Mechanismus für einen allgemeinen sozialen Wandel ist, weil sie von Person zu Person wirkt. Und in diesem Sinne denke ich, dass andere kreative Aktionen nützlicher sind. Ich denke zum Beispiel an das Lied und die Choreographie von LASTESIS. So ein poetisches Ausdrucksmittel, das Performance und Kollektivität beinhaltet, ist im übergreifenden Sinne viel mächtiger als ein Buch. Ich glaube schon, dass die Literatur dazu beitragen kann, einen sozialen Wandel herbeizuführen, aber das ist ein sehr langsamer Prozess, er beginnt mit der Erosion einer einzigen Person. Ich denke, die Literatur kann nur dann eine Veränderung bewirken, wenn sie darauf verzichtet, eine Veränderung bewirken zu wollen. Wenn sie von den Rändern eines Problems aus agiert. Wenn sie darauf verzichtet, Pamphlet zu sein, und darauf, eine Lektion zu erteilen. Wenn sie undurchsichtig arbeitet.

In deinen Romanen befasst du dich mit Feminiziden, es handelt sich aber um so komplexe Fälle, dass sie sich im Rahmen des juristischen Diskurses nicht so einfach einordnen lassen, sondern sich den Kategorien entziehen.
In Mexiko wurde viel darüber diskutiert, den Feminizid zu typisieren, ihn gesetzlich zu erfassen. Zum Beispiel, ob Verbrechen gegen Frauen, die mit dem organisierten Verbrechen zu tun haben, Feminizide sind. Viele sagten: „Nein, das hat mit den Narcos zu tun.“. Aber wer eine Frau tötet, um sich an einem Mann zu rächen, betrachtet diese Frau als ein Objekt des Mannes, daher denke ich, dass es sich sehr wohl um Feminizid handelt. Und wenn die Leiche in der Öffentlichkeit zur Schau gestellt wird, ist das eine der Typisierungen von Feminiziden in Mexiko, die auch aus den Erfahrungen der Juárez-Morde (siehe LN Dossier Nr. 18) resultiert. Die Sache mit den Feminiziden war etwas, das Saison der Wirbelstürme zugeschrieben wurde, aber nichts, was ich mir vorgenommen hatte. Der Roman wurde jedoch mit der Zeit als derjenige bekannt, der von Feminiziden in Mexiko handelt. Manchmal wurde nicht berücksichtigt, dass die Hauptfigur, die Hexe, eine trans Frau ist, dass sie manchmal auch genderfluid zu sein scheint. Das ist etwas, das ich auf undurchsichtige Weise behandeln wollte, weil ich mit der Mehrdeutigkeit der Figur spielen wollte. Ich wollte, dass sie eine vielschichtige, komplizierte Figur ist, die mehrere Aspekte thematisieren kann. Und mehr noch als eine direkte Problematisierung der Transphobie zu erreichen, wollte ich darstellen, wie eine bestimmte Person das Symbol für alle Ängste sein kann, die Männer eines Dorfes gegenüber Frauen im Allgemeinen empfinden. Und gleichzeitig erkunden, wie Frauen auch Gewalt ausüben, dass wir oft nicht nur passive Opfer sind. Ich denke, die wichtigste Lektion der Literatur besteht darin, dem Publikum zu zeigen, dass die Dinge nicht so einfach sind.

Etwas Ähnliches geschieht mit der intersektionalen Diskriminierung in deinen Romanen. Also mit jenem Konzept, das die vielen Marginalisierungsmechanismen beleuchtet, die Menschen ausgrenzen und sich gegenseitig beeinflussen. Ist diese Mehrdeutigkeit, diese Ungewissheit etwas Programmatisches in deinem Schreiben?
Ich habe nie über diese Kategorien nachgedacht. Ich kenne das Konzept, aber wenn ich schreibe, denke ich nicht daran. Mich interessiert dieses menschliche Element einzubringen, das immer mehrdeutig ist. Und jenseits der Kategorien schreibe ich über die Realitäten, die ich gesehen habe und die ich von innen kenne. Ich habe das Gefühl, dass wir uns im militanten Feminismus sehr darauf konzentrieren – aus gutem Grund – die Gewalt anzuprangern, die Männer gegen Frauen ausüben. Aber wir schweigen oft über die Gewalt, die wir selbst ausüben. Das ist etwas, das mich sehr motiviert. Ich fühle mich nicht wie ein perfektes Opfer. Ich war selbst Opfer von Gewalt, und ich habe Gewalt ausgeübt. Weil ich in einer Macho-Gesellschaft aufgewachsen bin, habe ich auch diesen Macho-Blick gelernt, und ich habe gelernt, anderen Frauen gegenüber machohaft zu sein. Ich habe all dies in meine Lebensweise integriert. Im Schreiben habe ich mich selbst dekonstruiert. Es ging darum, meine eigenen Narrative aus dem Kontext herauszunehmen, in dem sie entstanden sind, und mich zu fragen: Glaube ich das wirklich? Es ging darum, meine Narrative zu hinterfragen. Und dann ein anderes Narrativ zu konstruieren. Eins, das meinen wahren Ansichten gerechter wird.

Hast du dich auch deswegen in Paradais dafür entschieden, die Geschichte aus der Perspektive der toxischen Männlichkeit zu erzählen?
Ja. Paradais teilt viele Anliegen mit Saison der Wirbelstürme. Und ich fragte mich: Hey, willst du wirklich noch einen Roman über Männer schreiben, die Frauen schreckliche Dinge antun? Und ich sagte mir: Nun, das ist die Geschichte, die ich erzählen will. Denn ich war daran interessiert, mit diesen Schatten zu sprechen. Viele Leute überrascht das, sie fragen mich: Fernanda, wie schaffst du es, über die fragmentierte, gewalttätige Sexualität der Männer zu sprechen, wie kannst du das als Frau tun? Für mich ist das eine Möglichkeit, das zu erforschen, was ich kenne. Ich habe das alles doch auch verinnerlicht. Durch das Zusammenleben mit Männern, durch Gespräche, dadurch, dass ich sie lese, sie beobachte. Ich analysiere meine Beziehungen zu Männern. Ich verstehe nicht, warum das so überraschend sein soll, wenn doch Männer in der Lage sind, tiefgründig über weibliche Erfahrung zu schreiben und dies schon immer getan haben.

Einer der gravierendsten Unterschiede zwischen den beiden Romanen ist der Mangel an Zärtlichkeit in Paradais. Obwohl Saison der Wirbelstürme sehr roh und gewalttätig ist, gibt es dort Zärtlichkeit und Solidarität, Zuneigung zwischen Figuren. Hast du dich für Paradais davon verabschiedet?
Ich denke, wir werden bis zu einem gewissen Grad zur Empathie mit Polo, der Hauptfigur in Paradais, angehalten. Wir denken: armer Kerl. Er hat es echt nicht leicht. Er hat keine Vaterfigur, seine Mutter ist eine Frau, die mit allen Wassern gewaschen ist, und sie will ihm die Lektion erteilen: „Sohn, das Leben ist hart, auch du musst hart sein“. Und das ist alles irgendwo verständlich. Es ging mir darum, herauszustellen: Ja, armer Polito, aber er trifft schreckliche Entscheidungen, die viele Menschen betreffen, und diese feige ‚Es war doch nicht meine Schuld‘-Haltung hat mich an ihm sehr gestört. In Paradais gibt es also eine größere Distanz zur Figur. Und deshalb gibt es auch nicht so viel Empathie. Ich wollte aufzeigen: Seht euch diesen Kerl an, der sich für einen Macho hält, seht euch an, was er gerade getan hat, seht euch an, was für ein Feigling er ist. Seht euch an, wie er versucht, alle Frauen in seinem Leben für seine Misere verantwortlich zu machen, anstatt sich selbst zu betrachten. Ich habe das Gefühl, dass ich etwas weniger traurig und etwas wütender war, als ich Paradais geschrieben habe.

Ähnlich ist es mit der Hoffnung. In Saison der Wirbelstürme gibt es eine Spur Hoffnung, die in Paradais nicht existiert.
Paradais ist der Moment, in dem jemand erkennt, was er getan hat. Dass es kein Zurück mehr gibt und er an die Lüge denkt, die er allen erzählen wird. Es ist ein äußerst klaustrophobischer Roman. Saison der Wirbelstürme ist ein offenerer Roman, in dem diese Momente der Zärtlichkeit, von denen du gesprochen hast, sehr notwendig waren. Es gibt dort Personen, die wissen, dass sie schreckliche Dinge getan haben, oder die wissen, dass sie mehr verdient haben. Und die erkennen, dass sie anders hätten sein können, aber nicht konnten, eine sehr schmerzhafte Erkenntnis. Doch in Paradais scheint, von wenigen Ausnahmen abgesehen, der Hass zu überwiegen. Einer der wenigen Momente der Solidarität zwischen seiner Mutter und seiner Cousine ist Polos schlimmster Albtraum. Selbst die señora aus der Luxusanlage glaubt an Polo, während er nur aus seinem Hass heraus handelt. Ich wollte, dass der Roman das mentale Labyrinth einer Person darstellt, die von den Konditionierungen ihres Lebens völlig niedergewalzt wird. Der Alptraum eines Lebens, das in dem Versagen gefangen ist, das der machismo ist. Deshalb ist der Roman so schrecklich, aber auch so menschlich.

Der internationale Erfolg deiner Bücher seit Saison der Wirbelstürme ist außergewöhnlich. Hast du den Eindruck, dass es ein wachsendes Interesse an vielfältigen Stimmen in der Literatur aus Lateinamerika gibt?
Wir erleben heute, dass zum Beispiel in Europa ein großes Interesse daran besteht, Stimmen von Frauen aus der sogenannten Dritten Welt zu lesen. Das klingt ein bisschen seltsam. Neulich habe ich das auf einem Podium in Barcelona gesagt, und alle waren schockiert. Dort fragten sie uns: Welche Rolle spielt Barcelona als Zentrum des Verlagswesens der spanischsprachigen Welt in Ihrer Literatur? Und ich habe gesagt, dass wir eigentlich Pilze waren, Schimmelpilze, wir wuchsen im Dunkeln, in der Stille, niemand hat uns probiert, bis ein Markt uns entdeckt hat und festgestellt hat, dass es ein großes Interesse gibt, dass wir eine exquisite Speise sind und dass jeder über uns Bescheid wissen sollte. Tatsächlich schrieben wir, ohne jemals etwas zu erwarten. Jetzt sehe ich lateinamerikanische Autorinnen, die mit ihren ersten Romanen unter Vertrag sind und schon in Spanien veröffentlichen, was früher sehr selten war. Wir erleben gerade eine Art Bewusstseinserweiterung vieler Menschen und ein großes Interesse an Übersetzungen, sogar in Ländern wie Deutschland, die mit ihrer Nationalliteratur ziemlich verschlossen waren. Und diese Offenheit hat viel mit Feminismus zu tun, mit dem, was du über die Intersektionalität gesagt hast. Viele Menschen erkennen, dass es nicht ausreicht, immer nur das Gleiche zu lesen, dass sie an anderen Stimmen interessiert sind, an anderen Positionen und Orten.

LÖWINNEN GEGEN WOLFSRUDEL

© Fabula

„Wie viele Frauen sind verschwunden, wie viele hat die Erde verschluckt?“ fragt Ana Tijoux im Titelsong zu La Jauría (Die Meute). In der Serie ist es die Jugendliche Blanca Ibarra, deren Verschwinden acht spannende Folgen füllt.

Alles beginnt mit Protesten an einer katholischen Privatschule, die sich mit Missbrauchsvorwürfen mehrerer Schüler*innen gegen einen Lehrer konfrontiert sieht. Ganz im Stil der zahlreichen feministischen Schul- und Universitätsbesetzungen im Jahr 2018 (siehe LN 528) blockieren die Schüler*innen die Eingänge und fordern Aufklärung. Als mit Blanca ihre Anführerin verschwindet, steht fest: Die Protestierenden werden nicht aufhören, bis der beschuldigte Lehrer entlassen und ihre Freundin zurück ist.

Nicht nur die Jugendlichen, auch die Kommissarinnen der chilenischen Ermittlungspolizei PDI, eindrucksvoll gespielt von Antonia Zegers, María Gracia Omegna und Daniela Vega (rechtes Bild), sehen sich im Fall Blanca Ibarra mit den immer gleichen Narrativen konfrontiert. Sie hätte es doch gewollt, durch ihr Auftreten provoziert, es gebe keine Beweise, sonst würde man den jungen Frauen natürlich sofort glauben, so verkünden es die Mitschüler aus der Rugbymannschaft, der Priester und Schulleiter und der Polizeichef. Auch dann noch, als ein Video auftaucht, auf dem Blanca von mehreren Männern vergewaltigt wird.

Statt eines großen gesellschaftlichen Aufschreis bräuchte man einfach eine Festnahme, so die hohen Tiere in den Behörden – allesamt Männer. Doch die Ermittlungen zeigen schon bald, dass Blanca kein Einzelfall ist. Tatsächlich entspinnt sich ein Netz von Verbrechen, die vom „Spiel des Wolfes“, einem männerbündischen digitalen Netzwerk mit Anführer, ausgehen. Die Suche nach dem Wolf und seinen Rudeln aus hasserfüllten Männern dringt nicht nur in das Privatleben und die Vergangenheit der Kommissarinnen ein, sondern bringt auch Blancas Schwester Celeste, stark verkörpert von Paula Luchsinger, in Gefahr.

Das Produzent*innenteam um die Brüder um Juan de Dios und Pablo Larraín hat für dieses besondere Projekt weite Teile der chilenischen Filmprominenz um sich versammelt. Die schon in Pablo Larraíns Ema (siehe LN 557) überzeugende Mariana di Girolamo ist ebenso dabei wie ihre Tante, die bekannte Fernsehschauspielerin und Theaterregisseurin Claudia di Girolamo. Daniela Vega aus Una mujer fantástica brilliert diesmal als geniale Kommissarin. Und auch Ana Tijoux tritt nicht nur als Sängerin der Titelmelodie auf. Umso erfreulicher also, dass die Serie, die zuerst auf Chiles staatlichem Fernsehsender TVN ausgestrahlt wurde, nun auch international zu sehen ist.

Dabei ist beeindruckend, wie viele hochaktuelle Dimensionen geschlechtsspezifischer Gewalt La Jauría auf die Bildschirme bringt. Es geht eben nicht um Gewalt an Frauen als „Liebesdrama“, wie es allzu oft dargestellt wird, sondern um jene Strukturen und Narrative, die sie immer wieder und in dieser Größenordnung möglich und meist straflos machen: Männerbünde, Incel-Culture und digitale Gewalt werden ebenso problematisiert wie der alltägliche Sexismus in Gesellschaft, Kirche und Polizei. Gerade in Chile, wo das Thema seit einigen Jahren mehr Aufmerksamkeit erhält (siehe LN 547, 555/556), ist dies eine wichtige Aussage.

Zwar wirkt die Kulisse von La Jauría mit dem Reichenviertel Las Condes in Santiago etwas austauschbar und macht die Gewalt in ärmeren Gesellschaftsschichten in vielen Szenen unsichtbar. Hier und da driftet die Serie in klassische Krimimuster ab und büßt dafür an Realitätsnähe ein. Doch spannend ist La Jauría trotzdem, dafür sorgt neben zahlreichen Twists auch ein packender Soundtrack.

Immer wieder wird deutlich, dass das Thema der weiblichen Selbstbestimmung die Gesellschaft spaltet. Da fragt die Mutter eines beschuldigten Schülers Kommissarin Fernández in der Vernehmung eiskalt und spöttisch: „Meinen Sie etwa, wir erleben jetzt hier einen Moment der Schwesternschaft?“. Die gibt es hingegen unter den Schüler*innen umso öfter. Es ist das yo sí te creo hermana, „Ich glaube dir, Schwester“ und die geteilten Erfahrungen, die sie aus der Wut immer wieder Kraft schöpfen lassen. Dass die Serie junge Frauen nicht nur als passive Opfer, sondern vor allem als mutige Löwinnen darstellt, ist besonders wichtig.

So hinterlässt die erste Staffel das Fazit, dass gegen eine misogyne Meute nur eines hilft: sich zuhören, Vertrauen schenken, verbünden, zusammen jede Art von Gewalt sichtbar machen und dagegen kämpfen. Auf die Rache an den Wölfen in den angekündigten Staffeln 2 und 3 lässt sich schon jetzt hoffen. Ob die so radikal wird, wie der Soundtrack es andeutet, bleibt abzuwarten: „Nein zur Kirche, nein zum Staat, dieser ganze komplizenhafte Apparat ist schuld. Über meinen Körper bestimme ich, deine Gesetze will ich nicht. Über meinen Körper bestimme ich!“

„SOS, SIE TÖTEN UNS“

„So viel Angst haben sie vor uns?“ Mauer in Mexiko-Stadt (Foto: Itzel Plascencia)

Ein Wall aus Metall, an einigen Stellen über drei Meter hoch, umgab von einem Tag auf den anderen großflächig den Nationalpalast und weitere Gebäude in Mexiko-Stadt. Bereits am 5. März ließ Präsident Andrés Manuel López Obrador ihn aufbauen, um das Regierungsgebäude von dem Protest der Frauen zu trennen, die drei Tage später zum Internationalen Frauenkampftag auf die Straße gingen. Die Reaktionen ließen nicht lange auf sich warten. Noch am gleichen Tag twittert Patricia Olamendi Torres (ehemalige stellvertretende Staatsanwältin von Mexiko-Stadt) ein Foto der Mauer mit dem Satz „So viel Angst haben sie vor uns?“ und auch die mexikanische Investigativ-Journalistin Lydia Cacho fragte: „Kein Präsident hat die mexikanischen Frauen bisher so gefürchtet und die Einforderung unserer Menschenrechte. Vor was fürchten Sie sich, Präsident?“.

In mehreren seiner morgendlichen Pressekonferenzen diskreditierte López Obrador die Proteste und sprach von konservativen Gruppen, welche die feministischen Bewegungen unterwanderten, nur um ihn und seine Partei politisch zu schwächen. Die Frauen hätten jedes Recht protestieren zu gehen, Angst habe er nicht, er habe die Mauer nur gebaut, um die Aktivist*innen, die Polizei und die historischen Gebäude zu schützen.

Keine Mauer der Angst, sondern der Ignoranz


Bereits einen Tag nach dem Bau gestalteten feministische Kollektive die Mauer um: Sie verwandelten sie in einen Ort des Gedenkens an die in Mexiko ermordeten Frauen. In großen Lettern schrieben sie in weißer Farbe auf das dunkle Metall „Opfer von Feminiziden“ und darunter tausende Namen. Nachts wurden zudem leuchtende Forderungen auf den Nationalpalast projiziert, wie zum Beispiel „Legale Abtreibung, jetzt!“. Bislang gibt es diese nur in zwei Bundesstaaten.

Doch dabei blieb es nicht. Es folgten im Internet auf verschiedenen Plattformen Aufrufe, am darauf folgenden Nachmittag mit Blumen, Klebeband und lilafarbenem Papier vorbeizukommen. Die Teilnehmer*innen der Aktion steckten die Blumen an den Zaun, klebten sie zwischen die Namen, legten sie vor ihm ab. Eine beeindruckendes Meer aus Namen und Blumen entstand. Andere kamen zum Schauen, Lesen oder Gedenken vorbei. Am nächsten Tag, dem 8. März, gingen Fotos durch die Presse, wie Frauen auf der Demonstration diese Mauer schließlich eintraten.

Dieses Jahr gingen weit weniger Frauen auf die Straße als im vergangenen Jahr. Viele blieben zu Hause und protestierten online. So widmete sich beispielsweise das feministische Hacker*innen-Kollektiv Feminonymous México einer anderen Mauer: Sie hackten sich für einige Sekunden in den Twitter-Account der Regierungspartei Morena und tweeteten: „Nachricht an den Präsidenten López Obrador: Brich’ den Pakt, ansonsten wird brennen, was brennen muss! Wir sind böse, wir können noch schlimmer sein“. Die Nachricht war mit feministischen Hashtags und einem Link zu einem YouTube-Video versehen. In dem Video spricht eine vermummte Frau mit verzerrter Stimme, lilafarbenem Tuch und einer Anonymous-Maske auf dem Kopf. Sie droht unter anderem Informationen über weitere Morena-Kandidat*innen zu veröffentlichen, wenn López Obrador Felix Salgado Macedonio nicht seine Unterstützung entzieht. Letzterer ist als Morena-Kandidat Gouverneur für den Bundesstaat Guerrero. Mehrere Frauen beschuldigen ihn der Vergewaltigung, sexueller Übergriffe und/oder Gewalt an Frauen.

Mauer als Ort des Gedenkens an die in Mexiko ermordeten Frauen


Doch obwohl viele auch auf Grund der Covid-19-Pandemie zu Hause blieben, gingen immer noch tausende Frauen im ganzen Land auf die Straße. Einprägsame Bilder erinnern an diesen Tag. Im Fall von Mexiko-Stadt beispielsweise das zweier Frauen, die bereits vor Beginn der Demonstration an der Metro-Station Hidalgo von über 60 Polizist*innen eingekesselt werden. Sie umarmen sich fest, lassen sich nicht mehr los. Oder die Szene einer Frau, die während der Proteste auf dem zentralen Platz Zócalo steht und sieht, wie von der Polizei, die hinter dem Zaun steht, eine Rauchbombe auf die Demonstrant*innen geworfen wird. Sie rennt, lässt dabei den Wasserkanister los, den sie eben noch getragen hat, schnappt sich das rauchende Objekt, rennt wieder zu dem Metallzaun und wirft es zurück über die Absperrung. Die Frauen um sie herum jubeln. Im Netz wurde sie als #LaReinota (die große Königin) gefeiert.

Die polizeiliche Repression, die sich auch in diesen Situationen zeigt, hat nichts mehr mit der passiven und deeskalierenden Strategie bei den Protesten im August 2019 zu tun, als das erste Mal vermehrt Scheiben eingeschlagen und Monumente besprüht wurden. Diverse Verstöße seitens der Polizei wurden von unterschiedlichen unabhängigen Organisationen angeprangert. So fand die Brigada Humanitaria de Paz Marabunta (Humanitäre Brigade des Friedens Marabunta), welche seit mehreren Jahren zwischen Polizei und Demonstrierenden vermittelt, um Gewalt zu verhindern, auch Tränengas-Granaten, die vorherige Präsidenten eingesetzt hatten und von denen seitens der aktuellen Regierung versprochen wurde, sie nicht mehr einzusetzen. Für ihre Kritik am Polizeieinsatz wurde die zivile Organisation vom Präsidenten direkt verbal angegriffen.

Wie auch bereits bei den letzten Demonstrationen war der Fokus vieler Medien weder auf die Polizeigewalt noch auf die tanzenden und singenden Demonstrant*innen gerichtet, sondern auf den sogenannten autonomen schwarzen Block. Dieser lieferte, wie schon zuvor, medienwirksame Bilder: schwarz vermummte Frauen, mit Hämmern und Benzin ausgerüstet, schlugen Scheiben ein und legten Feuer. Spätestens seit August 2019 sind sie bekannt und stacheln jede feministische Demonstration an. Einige von ihnen besetzten im September mit Müttern von gewaltsam Verschwundenen die Menschenrechtskommission in der Hauptstadt. Aufgrund interner Differenzen verließen die Mütter den Ort, während der schwarze Block blieb und Frauen dort einen Zufluchtsort vor Gewalt anbietet.
Auch wenn die Demonstrant*innen immer wieder den schwarzen Block schützten („Wir waren es alle“), um sie vor Verhaftungen zu schützen, ist das Verhältnis zu den anderen feministischen Bewegungen nicht konfliktfrei. Ein großes Thema ist beispielsweise die Transfeindlichkeit des schwarzen Blocks. So lautete im März ein auf Instagram zirkulierender Aufruf: „Wir wollen keinen TRANSFEMINISMUS, weder deinen Papa, noch deinen Partner, noch deinen Freund etc. Wir möchten auch noch mal wiederholen, dass der Kampf für Frauen ist, DIE TRANS haben bereits ihren Kampf. Es wurde ihnen auf freundliche Art und wiederholt gesagt, dass sie nicht teilnehmen sollen, dies ist das letzte Mal, damit ihr uns die Scham erspart, euch bitten zu müssen zu gehen und euch rauszuhalten. Respektiert die RADIKALEN UND DEN SCHWARZEN BLOCK.“ Andere Feminist*innen, wie mehrere Mitglieder des feministischen Medienkollektivs Luchadoras (Kämpfer*innen), bedauerten und kritisierten diese Einstellung. Sie zeigten sich zum Tag der Transsichtbarkeit am 31. März solidarisch.

„Kinder sollten Träume haben, keine Särge tragen“


Allein zwischen dem Internationalen Frauenkampftag und dem Tag der Transsichtbarkeit zeigte sich wie wichtig die Proteste sind und wichtiger noch, ein entschiedener, schneller Wechsel der Politik in Bezug auf die Gewalt gegen Frauen nötig wäre. Am 22. März wurde der leblose Körper von Wendy (16) in Xonacatlán, im Bundesstaat Estado de México, in einem Abwasserkanal gefunden. Allein in diesem Jahr sollen nur in dem Bundesstaat bereits 39 Frauen ermordet worden sein, 26 davon werden als Feminizid eingestuft, berichtete in dem Zusammenhang die Wochenzeitung Proceso. Das Bild von mehreren Mädchen, die den Sarg ihrer Freundin Wendy zu Grabe trugen, ging durch die Medien und die Aktivistin Elvira Pablo kommentierte auf einer Veranstaltung der Vereinten Nationen bei der auch der französische Präsident Macron anwesend war: „Kinder sollten Träume haben, keine Särge tragen“. Nur wenige Tage später ging ein Video viral, das zeigt, wie die mexikanische Polizei in Tulum, im Bundesstaat Quintana Roo, auf offener Straße Victoria (36) ermordete. Sie war zweifache Mutter und Migrantin aus El Salvador mit Aufenthaltsstatus in Mexiko. Ihre Hände auf dem Rücken in Handschellen, lag sie bäuchlings auf der Straße im Staub während sich die Polizei auf sie stemmte, bis sie leblos am Boden lag. Später wurden in der Autopsie zwei gebrochene Halswirbel festgestellt.

Dies sind nur zwei von vielen Fällen von Feminiziden, die im März medial begleitet wurden und eine traurige Kontinuität vieler Fälle, die nicht diese Aufmerksamkeit bekamen.

Am 28. März haben die Kollektive, die schon vor den Demonstrationen feministische Parolen auf den Nationalpalast projizierten, wieder zu einer Aktion aufgerufen. Von 18 Uhr bis um 6 Uhr morgens des Folgetages kamen Freund*innen und Familien und lasen die Namen der seit 2010 über 4.000 gewaltsam Verschwundenen und/oder ermordeten Frauen vor. In leuchtenden Lettern waren die Namen und „SOS, sie töten uns“ auf der Fassade des Gebäudes zu lesen. Der Regierung und dem Präsidenten López Obrador wurden diese verzweifelten und wütenden Rufe nach Hilfe, die Aufforderung das Morden zu stoppen, wiederholt ins Gesicht gebrüllt. Doch die Regierung hat eine Mauer gebaut. Keine Mauer der Angst, sondern der Ignoranz. Das kostet in Mexiko jedes Jahr mehr Frauen das Leben. Im Durchschnitt werden am Tag zehn Frauen ermordet. Es ist zum Weinen. Es ist zum Schreien.

NICHT VERGESSEN

Beinahe drei Jahrzehnte sind seit den ersten dokumentierten Feminiziden in Ciudad Juárez vergangen, und noch immer ist nicht aufgeklärt, wieso so viele Mädchen und Frauen ermordet werden. Eine simple Antwort auf diese Frage gibt es nicht. Aber einen neuen Versuch, sich der Wahrheit anzunähern: durch den Podcast Forgotten: Women of Juárez. Präsentiert von Fernsehproduzent Oz Woloshyn – mit Blick von außen – und Mónica Ortiz Uribe – einer Journalistin, die in Juárez und El Paso aufgewachsen ist – versucht Forgotten in zehn Folgen zu ergründen, wer für die Feminizide in der mexikanischen Grenzstadt verantwortlich ist.

Theorien dazu gab es im Laufe der Jahrzehnte viele, und der Podcast geht ihnen chronologisch nach – von der Frage, ob die Schuldigen Einzelpersonen sind, wie es anfänglich von mexikanischen Behörden vertreten wurde, bis hin zu den größeren Strukturen, die zeigen, dass Polizei, Politik und narcos nicht nur, wenn es um Geld geht, sondern auch bei den Morden zusammenarbeiten. Anhand vom Schicksal weniger Familien entfaltet der Podcast das systemische Problem, das sich in mehreren Wellen von Feminiziden und mit mehreren (möglichen) Tätern und Täterorganisationen offenbart. Somit fällt Forgotten streng genommen zwar unter True Crime, die Bezeichnung wäre aber zu kurz gegriffen: Der Podcast ergötzt sich nicht wie andere dieses Genres an einem grausamen Mord, sondern ist sehr daran interessiert, die gesellschaftlichen Hintergründe aufzudecken.

Auch wenn Forgotten: Women of Juárez im Original auf Englisch ist und dadurch eine eher US-amerikanische Perspektive und Zielgruppe impliziert, wird Mexiko nicht exotisiert. Es kommen Menschen zu Wort, die auf beiden Seiten der Zwillingsstädte, in El Paso wie in Ciudad Juárez, zu Hause sind: Privatpersonen, Journalist*innen und Ermittler*innen. Der Podcast nimmt die USA nachdrücklich in die Verantwortung. Denn der Einfluss des Nachbarlands hat lange Tradition: Schon zu Zeiten der Prohibition gab es einen regen Schmuggel, und vom Handel illegaler Waren ging es über zum Party- und Sextourismus bis hin zur outgesourcten Arbeit nach Abschluss des Handelsabkommens NAFTA, das für billige mexikanische Arbeitskräfte sorgte – und für lange, unsichere Heimwege der Arbeiterinnen, die dadurch zu potenziellen Opfern werden. Teilweise wurden die Feminizide sogar als „Maquiladora Murders“ bezeichnet, nach den Montagefabriken entlang der Grenze, in denen Güter für US-amerikanische Firmen gefertigt werden. Dazu kommen die hohe Nachfrage an Drogen seitens der Vereinigten Staaten und die US-amerikanischen Banken, die für die Wäsche des Blutgelds verantwortlich sind. Forgotten betont: Die Frauenmorde von Ciudad Juárez und die neoliberalen, von den USA ausgehenden Dynamiken stehen in konkretem Zusammenhang miteinander.

Seit diesem Frühling gibt es den Podcast auch auf Spanisch, Deutsch und Dänisch, die deutsche Version wird von Leyla Yenirce und Düzen Tekkal präsentiert. Allerdings sind die Folgen nicht nur kürzer, beide Moderatorinnen sprechen „Juárez“, ein Wort, das oft fällt, konsequent falsch aus. Was die Frage aufwirft, ob sich im deutschsprachigen Raum keine mexikanischen oder zumindest lateinamerikanischen Moderator*innen finden ließen, um Vergessen: Die Frauenmorde von Juárez einzusprechen. Wer des Englischen mächtig ist, dem sei nachdrücklich das Original empfohlen.

DAS PATRIARCHAT TÖTET WEITER

Wir sind alle Úrsula Der Feminizid an der 18-jährigen Úrsula Bahillo hat ganz Argentinien erschüttert (Fotos: Daniela Cilli)

„Wenn ich nicht zurückkomme, dann legt alles in Schutt und Asche“, schrieb die 18-jährige Úrsula Bahillo wenige Tage vor ihrem Tod auf Instagram. Und sie kam nicht zurück. Am 8. Februar wurde sie von ihrem Ex-Freund, dem Polizisten Matías Ezequiel Martínez, nahe der im Nordosten der Provinz Buenos Aires gelegenen Kleinstadt Rojas auf offenem Feld mit mehreren Messerstichen ermordet. Nach der Tat fügte sich Martínez selbst schwere Verletzungen zu und versuchte dennoch zu fliehen, als erste Einsatzkräfte den Tatort erreichten. Früher am selben Tag war er von der Hilfsstaatsanwaltschaft in Rojas darüber in Kenntnis gesetzt worden, dass er sich seiner Ex-Freundin nicht auf weniger als 200 Meter annähern darf. Es war nicht das erste gegen ihn ausgesprochene Annäherungsverbot, aber es blieb auf dramatische Weise ebenso wirkungslos.

Der Fall Úrsula Bahillo zeigt mit erschreckender Klarheit die Stellen auf, an denen bereits vor Jahren eingeführte Maßnahmen zur Bekämpfung geschlechtsspezifischer Gewalt in Argentinien nicht ausreichend in die Praxis umgesetzt wurden. Mindestens drei Anzeigen hatte die Betroffene allein in diesem Jahr gegen Martínez erstattet. Nachdem er das erste im Januar gegen ihn verhängte Annäherungsverbot mehrmals missachtet hatte, bat Bahillo den Friedensrichter Luciano Callegari um einen Antipanik-Knopf – ein kleines Gerät, welches bei Aktivierung automatisch einen Notruf sendet, die GPS-Daten übermittelt und das Geschehen aufnimmt. Jedoch war kein funktionierendes Gerät verfügbar. Bahillos Ersuchen wurde erst zwei Tage nach ihrer Ermordung stattgegeben. Callegari forderte damals auch ein psychologisches Gutachten von Bahillo an und trug so seinen Teil zu ihrer Reviktimisierung bei.

In der Zeitschrift Anfibia heißt es, Betroffene von geschlechtsspezifischer Gewalt würden bei dem Versuch, dem Teufelskreis machistischer Gewalt zu entkommen, in den nächsten Teufelskreis, den der institutionellen Gewalt, geraten. Und so auch hier: „Ich hätte nie gedacht, dass ich jemanden wegen geschlechtsspezifischer Gewalt anzeigen würde“, schrieb Bahillo auf ihrem Twitter-Profil, „Ich will die Letzte sein, die das tun muss.“ Polizei und Justiz nahmen die zahlreichen Anzeigen gegen ihren Ex-Freund nicht ernst; verzögerten ihre Arbeit; erkannten nicht einmal, dass der Täter bereits wegen anderer Fälle geschlechtsspezifischer Gewalt hätte verurteilt werden müssen. Úrsula Bahillos Tod hätte, wie der so vieler Frauen und Queers, verhindert werden können.

Die politischen Maßnahmen sehen nur auf dem Papier gut aus

Hier zeigt sich, dass die politischen Maßnahmen der vergangenen Jahre auf dem Papier gut aussehen mögen, die zahlreichen Feminizide jedoch nicht stoppen. 59 Frauen und Queers sind laut der Nichtregierungsorganisation Observatorio contra la violencia patriarcal Lucía Pérez im Januar und Februar 2021 ermordet worden. Die Zahlen der Beobachtungsstelle MuMaLá belegen auch, dass bisherige Präventionsmaßnahmen nicht immer greifen: 17 Prozent der im Januar 2021 ermordeten Frauen und Queers hatten ein Annäherungs- oder Kontaktverbot gegen den Täter erlassen, nur vier Prozent hatten einen Antipanik-Knopf.

Schon frühere Regierungen hatten sich das Ziel gesetzt, der machistischen Gewalt ein Ende zu bereiten. Noch unter dem damaligen Präsidenten Mauricio Macri trat im Januar 2019 das Ley Micaela in Kraft, das jährliche verpflichtende Sensibilisierungsschulungen für Staatsangestellte auf allen Ebenen vorsieht, 2020 wurde jedoch nur etwa die Hälfte der Beamt*innen geschult.
Das unter Präsident Alberto Fernández gegründete Ministerium für Frauen, Geschlechter und Diversität rief 2020 einen zweijährigen Aktionsplan gegen geschlechtsspezifische Gewalt ins Leben, der finanzielle Unterstützung für Betroffene und Angehörige, die Schaffung neuer Schutzeinrichtungen, Sensibilisierungsprogramme und die Modernisierung der Hilfshotline 144 vorsieht.
Nach der historischen Entscheidung des argentinischen Parlaments zur Legalisierung von Abtreibungen Ende vergangenen Jahres (siehe LN 560) verkündete Fernández gar, „dem Patriarchat ein Ende bereitet“ zu haben. Die Bilanz der gerade einmal zwei Monate, die seitdem vergangen sind, und die Einzelheiten des Falls Úrsula Bahillo offenbaren das Gegenteil.

Es reicht! Landesweit wird gegen Feminizide protestiert

Dass Úrsula Bahillos Ex-Freund Martínez gewaltbereit ist, war schon lange bekannt – ohne Folgen. Möglicherweise war er zum Zeitpunkt von Bahillos Tod nur noch auf freiem Fuß, weil er Polizist war – wenn auch seit September 2020 suspendiert. Während Ermittlungen der Innen­revision wegen der Bedrohung einer Vorgesetzten wurde der Behörde bekannt, dass gegen Martínez zusätzlich eine Anzeige wegen der Vergewaltigung eines 14-jährigen Mädchens vorlag.

Der Mord an Úrsula hätte verhindert werden können

Die Innenrevision gab ein medizinisch-psychiatrisches Gutachten in Auftrag und entzog dem 25-Jährigen das Recht, eine Schusswaffe zu tragen. Im Fall der Vergewaltigung der 14-Jährigen hatte der Staatsanwalt zweimal die Verhaftung Martínez’ beantragt. Der erste Versuch im Januar wurde gerichtlich kassiert, auf ein zweites Ersuchen vom 4. Februar war nicht reagiert worden. Und während Martínez wegen des Feminizids an Úrsula Bahillo in Untersuchungshaft saß, verurteilte ein Gericht in Junín ihn am 22. Februar in einem anderen Fall geschlechtsspezifischer Gewalt an seiner Ex-Freundin Belén Miranda zu vier Jahren Haft. Die Beziehung der beiden, während der Martínez Miranda misshandelte und sie auch mit seiner Dienstwaffe bedrohte, lag da schon vier Jahre zurück.

Dass Polizisten gegenüber Frauen und Queers gewalttätig werden, ist keine Ausnahme. Landesweit wird laut einem Bericht des Dokumentationszentrums Correpi jeder fünfte Feminizid von Sicherheitskräften verübt. Weil viele Beamte die Dienstwaffe mit nach Hause nähmen, sei die Gefahr, als (Ex-)Partner*in eines Polizisten ermordet zu werden, 50 Prozent höher als im Durchschnitt. Bereits im Dezember erließ die Regierung ein Dekret, demzufolge Polizisten, die wegen geschlechtsspezifischer Gewalt angezeigt wurden, keine Waffen mehr tragen dürfen.

Jeder fünfte Feminizid wird von Sicherheitskräften verübt

Ohnehin fällt die hohe Zahl der Anzeigen gegen Polizisten ins Auge. Laut Recherchen des Portals Perycia, die sich auf behördliche Daten berufen, sind aktuell in der Provinz Buenos Aires knapp 6.000 Polizeibeamte im Dienst, die in den vergangenen sieben Jahren mindestens einmal wegen geschlechtsspezifischer Gewalt angezeigt wurden – also einer von neun Polizisten. 22 von ihnen arbeiten derzeit in Polizeiwachen, die auf ebenjene Form der Gewalt spezialisiert sind. In 80 Prozent führten die internen Ermittlungen lediglich zu einer kurzen Suspendierung vom Dienst.

Seit dem 8. Februar muss sich die Regierung dem Thema und dem Druck von Angehörigen wieder stärker stellen. Präsident Fernández zeigte sich erschüttert über den Feminizid an Úrsula Bahillo. Wenige Tage danach empfing er ihre Eltern im Präsidentenpalast und berief ein Treffen der Gouverneur*innen ein, um Pläne für eine nun angekündigte Bundesstelle für die Prävention und den Umgang mit Feminiziden, Travestiziden und Transfeminiziden zu schmieden.
Die politische Reaktion auf den Feminizid an Úrsula Bahillo ist gleichzeitig eine Antwort auf die bislang unerwiderten Fragen und Forderungen zahlreicher Angehöriger ermordeter Frauen und Queers. Organisiert im Colectivo Familiares Sobrevivientes de Femicidios haben sie seit Fernández‘ Amtsantritt im Dezember 2019 sechs offene Briefe mit der Bitte um Audienz an den Präsidenten geschickt. Ihre zentralen Forderungen wiederholen sich dabei immer wieder: volles Strafmaß und keine vorzeitige Entlassung für die Täter, finanzielle und unmittelbare Hilfe für die Angehörigen, die Umsetzung bestehender Maßnahmen. Zuletzt steht die Forderung nach staatlicher Anerkennung der Familien der Opfer. „Dieser Staat ist blind, taub und bestechlich. Wir sind es müde, dass all diese Fälle straflos bleiben. Und die Liste wächst weiter. […] Wir sind heute hier, aber wir wollen nicht, dass es auf diesem Platz noch mehr Angehörige werden“, so Marisa Rodríguez, die Mutter der 2017 ermordeten Luna Ortiz, gegenüber dem Nachrichtenportal lavaca.

„Dieser Staat ist blind, taub und bestechlich.“

Nach Úrsula Bahillos Tod füllten sich die Plätze und Straßen im ganzen Land. Schon als Familie und Freund*innen von Bahillos Tod erfahren hatten, waren sie spontan protestierend durch Rojas gezogen und vor der Polizeiwache durch die Beamt*innen angegriffen worden. Einige Tage nach dem Feminizid protestierten Tausende Menschen landesweit vor den Gerichten.

Die strukturelle Dimension der Verbrechen und das Versagen auf staatlicher Ebene sind klare Kritikpunkte der Protestierenden. Immer wieder wird gemahnt, dass Úrsula Bahillos Tod hätte verhindert werden können. So zitiert lavaca Alfredo Barrera, den Vater der 2019 ermordeten Carla Soggiu, bei einer Protestaktion: „Das mit Úrsula hätte nicht geschehen müssen und das mit meiner Tochter auch nicht. […] Hoffen wir, dass dies hier eine Wende ist und die bestehenden Gesetze jetzt angewandt werden.“ Soggiu hatte einen Antipanik-Knopf, sie betätigte ihn, doch keine Maßnahmen folgten.

Viele der Protestierenden gehen in ihren Forderungen noch weiter. So meint Mónica Ferreyra, Mutter von Araceli Fulles, deren Körper im Jahr 2017 erst Wochen nach ihrem Verschwinden aufgefunden wurde: „Ich fordere eine feministische Justizreform. Es ist vier Jahre her, dass sie meine Tochter ermordet haben und seitdem haben wir keine Gerechtigkeit.“ Dem schließen sich auch Hunderte von Aktivist*innen – darunter die Abuelas de Plaza de Mayo Nora Cortiñas und Estela de Carlotto sowie die Anthropologin und Feministin Rita Segato – in einem offenen Brief an Präsident Fernández an. Darin zeigen sie die Notwendigkeit konkreter Schritte im Kampf gegen sexualisierte Gewalt auf: die Erklärung des landesweiten Notstands und die sofortige Freigabe von Geldern für Betroffene und Behörden, eine bessere Zusammenarbeit zwischen juristischen Institutionen, den Sicherheitsbehörden und Verwaltungen zur besseren Informationsübertragung und Verknüpfung von Fällen. Weiterhin fordern sie besondere Schulungen für alle Beamt*innen und ein zentrales Melde- und frühzeitiges Alarmsystem für Anzeigen, das Betroffene 24 Stunden am Tag und sieben Tage die Woche besser schützen soll. Hinter diesen konkreten Forderungen und Ideen zum Schutz von Frauen und Queers stehe jedoch die Forderung nach einer Justizreform unter Einbezug einer Geschlechterperspektive, so der offene Brief.

Für eine feministische Justizreform

Damit sprechen die Unterzeichner*innen auch das grundlegende Problem an. Härtere Strafen, effizientere Erfassung der Fälle und frühere Prävention können das Problem geschlechtsspezifischer Gewalt – wenn überhaupt – nur kurzfristig angehen. Langfristig lösen kann es nur breites gesellschaftliches Umdenken. So hält es auch Marisa Rodríguez, Mutter von Luna Ortiz, fest: „Wir brauchen eine Gesellschaft, die uns unterstützt.“ Eine Gesellschaft, in der Frauen und Queers sich sicher fühlen und selbstbestimmt leben und lieben können. Ohne Antipanik-Knopf, ohne die inzwischen so selbstverständlich von sich sorgenden Freund*innen und Angehörigen gestellte Frage „Bist du gut nach Hause gekommen?“, ohne Feminizide.

DREI TODE FÜR GERECHTIGKEIT

Nicht vergessen Aktivist*innen erheben ihre Stimme für Rubi und Marisela. Illustration: Vásquez, F. (2020). Instagram: @frifritura

Zunächst galten sie als „die verschwundenen“, schnell aber als „die ermordeten Frauen von Ciudad Juárez“: Spätestens seit Mitte der 1990er Jahre hatte die Stadt an der US-amerikanischen Grenze den Ruf, weltweit die tödlichste Gegend für Frauen zu sein. Auch der Begriff „Feminicidio“ wurde in diesem Kontext geprägt. Noch heute ist Ciudad Juárez vor Tijuana und Monterrey die gefährlichste Stadt in ganz Mexiko – und das unabhängig davon, welche Regierungspartei an der Macht oder wer Gouverneur des Bundestaats Chihuahua ist, welche neuen Gesetze verabschiedet oder welche auf die Sicherheit von Mädchen und Frauen spezialisierten Institutionen ins Leben gerufen werden.

Im ganzen Land werden im Durchschnitt jeden Tag zehn Frauen ermordet, davon werden nur drei Fälle offiziell als Feminizid gezählt (seit 2012 Strafbestand in Mexiko). Es sind ungeheuerliche Zahlen. Hinter dieser kalten Statistik verbergen sich tausende Schicksale. Eines dieser Schicksale macht nun die von Vice und Scorpio produzierte und auf den Ermittlungen der Journalistin Karla Casillas Bermúdez basierende Dokumentation „Die drei Tode der Marisela Escobedo“ sichtbar, die auf Netflix gestreamt wird.

„Die drei Tode der Marisela Escobedo“ erzählt von der gleichnamigen Aktivistin aus Ciudad Juárez: 2008 wird deren 16-jährige Tochter Rubí Marisol Fraire Escobedo von Rubís Lebensgefährten und Vater ihrer Tochter ermordet – Mariselas erster Tod. Vor Gericht wird der mutmaßliche Mörder trotz erdrückender Beweislast freigesprochen – der zweite Tod. Der dritte ist, am 16. Dezember 2010 der Mord an Marisela Escobedo Ortiz selbst, mutmaßlich durch die Hand des Bruders des Mannes, der ihre Tochter umgebracht hatte.

„Ich habe keine Angst mehr“, sagt die Aktivistin zu Beginn der Dokumentation auf einer alten Videoaufnahme. „Nicht vor dem Tod, und der ist das Schlimmste, was mir passieren kann. Ich habe mich mit den Behörden und dem Gouverneur angelegt, mit allem und jedem.“ Marisela, das ist klar, hatte sich keine Illusionen gemacht: Sie wusste, wohin sie ihr Kampf für ein bisschen mehr Gerechtigkeit in einem Land wie Mexiko bringen würde.

Ihren Anfang nimmt die tragische Geschichte der Familie Escobedo, als sich im Jahr 2005 die damals 13-jährige Rubí in einen acht Jahre älteren Mann verliebt, der sie gekonnt von der Familie isoliert und mit dem sie später ein Kind hat. 2008 ist Rubí wie vom Erdboden verschluckt. Ihr Freund behauptet, sie habe ihn für einen anderen verlassen, doch Rubís Mutter Marisela und ihre Geschwister glauben nicht daran. Zu Recht: Ein Jahr später werden nach der Aussage eines Zeugens die verbrannten Überreste von Rubí auf einer Mülldeponie am Rande von Ciudad Juárez gefunden.

Ihr Mörder aber wird vor Gericht freigesprochen und taucht unter. Marisela Escobedo setzt alles daran zu verhindern, dass ihre Tochter mehr als nur eine weitere Zahl in der Statistik wird. Sie will Gerechtigkeit für sie und dafür sorgen, dass andere Mädchen und Frauen nicht das gleiche Schicksal ereilt. Marisela organisiert Demonstrationen und Protestmärsche durch das halbe Land. Ihr gelingt es, überregional große Aufmerksamkeit auf ihr Anliegen zu ziehen. Viele solidarisieren sich mit ihr. Und dann fordert sie die Mächtigsten heraus, bemüht sich um ein Gespräch mit dem damaligen Präsidenten Felipe Calderón und kampiert vor dem Regierungspalast ihres Bundesstaates, wo Javier Duarte, von 2010 bis 2016 Gouverneur von Chihuahua (und heute wegen Korruption, Geldwäsche und Beteiligung an einer kriminellen Organisation hinter Gittern), gerade sein Amt aufgenommen hat.

Wahrscheinlich ihr Todesurteil, wie Mariselas Sohn, Juan in der Doku sagt. „Wenn man die Fehler der Regierung und des Systems aufdeckt und die Verbindung zwischen der Regierung und den Kartellen, ist man in Lebensgefahr.“ Auch Gabino Gómez, ein Anwalt der Familie Escobedo, ist davon überzeugt: „Marisela unterschieb ihr eigenes Todesurteil, als sie die Aussage im Büro des leitenden Staatsanwaltes machte. Ich glaube, das war der Moment, als man entschied, sie auszuschalten und ihr Wissen mit ihr zu begraben.“

Auch wenn „Die drei Tode der Marisela Escobedo“ auf dem momentanen Höhepunkt des True-Crime-Fiebers veröffentlicht wurde, folgt die Doku, unaufgeregt und aus der Perspektive der Angehörigen erzählt, einem anderen Muster. Zwar steht ebenfalls ein Mord – beziehungsweise zwei – im Mittelpunkt. „Marisela Escobedo“ dient aber nicht der Unterhaltung der Zuschauer*innen, die sich sicher zu Hause einkuscheln und schaurig-schön mit echten Kriminalfällen berieseln lassen, sondern bewirkt gleich zweierlei: Die Dokumentation gibt dem Schicksal einer Familie ein Gesicht, das dem Schicksal so vieler anderer Familien in ganz Mexiko ähnelt. Dabei transportiert der Film eine weitere Botschaft: „Die drei Tode der Marisela Escobedo“ zeigt die strukturelle Gewalt, die hinter den Morden an Rubí und Marisela steht, das Zusammenspiel von Feminiziden, Kartellen und Politiker*innen, die wegschauen, für Straflosigkeit sorgen oder im schlimmsten Fall sogar selbst involviert sind.

Zehn Jahre nach dem Mord an Marisela hat sich in Mexiko nichts verbessert. Über 97 Prozent der Feminizide bleiben ohne Strafe, auch die Fälle von Rubí und Marisela sind ad acta gelegt. Öffentlich auf dieses Thema aufmerksam zu machen, ist also nach wie vor von enormer Bedeutung (siehe LN-Dossier 18 ¡Vivas nos queremos!). Denn, wie die Doku weiß: „Es gibt noch immer viele Mädchen wie Rubí überall im Land.“ Mädchen und Frauen, die Tag für Tag spurlos verschwinden oder ermordet werden. Alles verloren also? Nein. Am Schluss macht die Dokumentation ein wenig Hoffnung dank der „vielen Mariselas, die jeden Tag für Gerechtigkeit auf die Straße gehen“. Auch wenn Marisela Escobedo für ihren Aktivismus mit dem Leben bezahlen musste, ist sie einer der Funken, der andere Frauen dazu bewegt, sich laut und mutig zu engagieren.

PERSPEKTIVEN AUS CIUDAD JUÁREZ

Es war nicht deine Schuld Betroffene sehen sich häufig mit Stigmatisierung und Schuldzuweisungen konfrontiert

Illustration: Producciones y milagros, @produccionesymilagros

Ciudad Juárez liegt im Norden Mexikos, an der Grenze zu den Vereinigten Staaten. Seit den 1990er Jahren werden hier immer wieder grausame Gewalttaten an Frauen bis hin zum Feminizid begangen, wofür die Stadt mittlerweile international bekannt ist. Unzählige Familien fordern Gerechtigkeit für die schrecklichen Verbrechen, die ihren Töchtern angetan wurden, und sehen sich dabei mit einer Dynamik von Stigmatisierung und Schuldzuweisung konfrontiert: Ganz gleich, ob eine Frau einen versuchten Feminizid überlebt oder nicht, werden von Seiten des Staates und der Gesellschaft schnell Stimmen laut, die die Schuld für Verbrechen bei den Betroffenen selbst suchen.

Die grausame Gewalt gegen Frauen kann nicht losgelöst vom sogenannten „Krieg gegen die Drogen“ betrachtet werden. Dieser Krieg wurde von der Regierung 2008 in Ciudad Juárez eingeleitet und schnell auf alle Teile des Landes ausgeweitet. Nach offiziellen Angaben sind in Mexiko seither mindestens 61.000 Menschen verschwunden. Diese Zuspitzung der Gewalt wirkt sich auch auf die Situation von Frauen in der Stadt aus.

Ciudad Juárez ist ein sehr komplexer Ort, über den es zahlreiche Berichte, Studien und Analysen gibt. Hier herrscht eine Dynamik, in der Industrialisierung und die Ausbeutung billiger Arbeitskraft in den Montagefabriken, den sogenannten maquiladoras, in direkter Verbindung mit der Prekarisierung von Lebensweisen und der hier herrschenden Gewalt stehen. Eine Gewalt, die sich in ihren extremsten Formen in die Körper von Frauen und Mädchen einschreibt.

Sexualisierte Gewalt ist eine dieser Formen. Die Sozialwissenschaftlerin Julia Monárrez, die in der Grenzregion arbeitet, hat anhand umfangreicher Forschungsarbeiten über Frauenmorde mit Merkmalen sexualisierter Gewalteinwirkung den Begriff des systematischen sexualisierten Feminizids (feminicidio sexual sistémico) geprägt. Für ihre Forschung greift Monárrez auf eine Statistik der Hochschule El Colegio de la Frontera zurück, in der „zwischen 1993 und dem 31. August 2018 über 1.850 Fälle von getöteten Mädchen und Frauen erhoben wurden und von denen 322 nicht identifiziert werden konnten.“ Von diesen 1.850 Fällen klassifiziert sie 154 als systemische sexualisierte Feminizide. Die Opfer waren zwischen 11 und 19 Jahre alt, also zumeist Minderjährige. Sie waren Arbeiterinnen, Angestellte im Einzelhandel, Studentinnen oder Barkeeperinnen. „Sie alle hatten sexuelle Folter erlitten, ihre Körper wurden verstümmelt und an verlassenen Orten wie leeren Grundstücken oder Wüstengebieten rund um die Stadt aufgefunden“, schreibt Monárrez in einem Essay. So drückt sich der systematische sexualisierte Feminizid einerseits in der zutiefst brutalen und als frauenfeindlich gekennzeichneten Gewalt gegen diese Körper und andererseits in der von Staat und Justiz gebilligten Zurichtung der Körper aus, was sich in der weit verbreiteten Straffreiheit der Verbrechen spiegelt.

Diese extreme Gewalt gegen Frauen und Mädchen offenbart die tiefen Wurzeln des Phänomens, das die Anthropologin Rita Segato als das „Mandat der Männlichkeit“ bezeichnet: Bereits in ihrer Kindheit und Jugend werden Jungen häufig dazu aufgefordert, Stärke zu zeigen und damit Macht auszuüben. Ihnen wird eine Position zugeschrieben, die sich durch Dominanz auszeichnet. Diese dominante Position ist jedoch zugleich sehr fragil. Vereinfacht gesagt, können bestimmte Umstände, die diese Dominanz grundsätzlich in Frage stellen, dazu führen, dass die sich stark und unabhängig wähnende Person eine Form der Entmachtung erfährt. Ein Weg, sich diese Macht und Stärke wieder zu eigen zu machen, ist die Ausübung von Gewalt in ihren zahlreichen Formen – physisch, psychologisch, sexualisiert.

Während unzählige Familien um Gerechtigkeit kämpfen und oft vergeblich versuchen, die Fälle ihrer ermordeten oder verschwundenen Töchter aufzuklären, verharren staatliche Institutionen in einer Strategie aus Stigmatisierung und Anschuldigungen gegen die Opfer. Warum war sie zu dieser Zeit an jenem Ort? Warum trug sie diese oder jene Kleidung? Fragen, die suggerieren, dass die Opfer selbst die Verantwortung für die Verbrechen tragen. Wenn ermordeten Frauen und Mädchen die Schuld an Gewaltverbrechen zugewiesen wird, stellt sich die Frage, was passiert, wenn eine Betroffene sexualisierter Gewalt einen Angriff überlebt.

Im Mai vergangenen Jahres wurde eine Dozentin der Autonomen Universität von Ciudad Juárez (UACJ), deren Identität ich an dieser Stelle schützen möchte, Opfer einer Vergewaltigung durch mehrere ihrer Kollegen. Der Fall ist auch heute noch nicht vollständig aufgearbeitet. Drei der insgesamt vier Täter – Israel, Alejandro und Roberto – sind weiterhin auf der Flucht. Giovanni, der einzige Verurteilte, reicht nun Klage gegen das Urteil ein. Zwei der Täter kenne ich persönlich.

Man könnte meinen, dass sich die betroffene Dozentin in einer privilegierten Situation befinde, da sie immerhin an der Universität lehrt. Ihre Lebensrealität überschneidet sich jedoch zumindest teilweise mit den von Monárrez dokumentierten Fällen junger Frauen, die tagtäglich mit den Strukturen von Gewalt und Ungleichheit zu kämpfen haben. Bis sie Mitte zwanzig war, verbrachte sie die meiste Zeit ihres Lebens mit dem Studium, um dem damit versprochenen Aufstieg näher zu kommen. In Wahrheit ist sie jedoch weit davon entfernt, die vermeintlichen Privilegien als Akademikerin zu genießen.

Sie lebt im marginalisierten Westen der Stadt, wo bereits viele Frauen Opfer von Feminiziden wurden. In einer Stadt, in der öffentliche Räume oft zur Gefahr für Frauen werden, nimmt sie den Bus zur Arbeit. Dunkle Straßenzüge ohne Beleuchtung geht sie zu Fuß. Ihr Gehalt an der Universität ist kaum höher als der Lohn von manchen Arbeiterinnen in den maquiladoras.

An jenem Abend, als sie zum ersten Mal zu einer privaten Feier von Kollegen eingeladen wurde, erwartete sie intellektuellen Austausch, nettes Beisammensein und in gewisser Weise auch eine Form von Anerkennung als geschätzte Kollegin. Was jedoch geschah, kann nicht von der Verschränkung von klassen- und geschlechtsspezifischen Machtverhältnissen losgelöst betrachtet werden, die schließlich zu der mehrfachen Vergewaltigung führten.

Ich kenne die Dynamik, der die Dozentin in dieser Situation ausgesetzt war. Ich kenne zwei der Täter, die wie ich Teil des Kunst- und Filmkollektivs Vagón waren, ein von Männern aus der Mittelschicht dominierter Ort. Ganz besonders fiel das Machogehabe bei Feiern im kleinen Rahmen auf. Die beiden Männer dominierten Gespräche, übertrafen sich in erniedrigenden und herabwürdigenden Scherzen.

Rita Segato identifiziert im Fall von Vergewaltigungen kollektive Elemente, die sie besonders bei jungen Männern verortet. Sie legt nahe, dass hier „Paradigmen der Männlichkeit“ existieren, die Eltern, ältere Brüder, Männer, zu denen sie aufsehen, fortführen und legitimieren. So wird eine Welt der Maskulinität geschaffen, in der sexualisierte Gewalt keine Abweichung von der Norm darstellen muss, da ein Täter im Austausch mit seinesgleichen, die in dieser Logik „erfolgreich“ ihre Männlichkeit ausüben, lediglich die Paradigmen dieser Männlichkeit abruft.

Rape culture urteilt nicht nur über die Sexualität von Frauen. Diese Kultur lässt es zu, dass sich Männer gegenseitig als schwach, machtlos oder unfähig abstempeln. Die Anforderungen, jenen „Paradigmen der Männlichkeit“ gerecht zu werden, beginnen im Austausch mit Freunden, Kollegen, der Familie, wo ein unausgesprochener Pakt darüber besteht, den traditionell männlichen Zuschreibungen von Stärke und Dominanz Folge zu leisten. In diesem Streben nach Anerkennung der eigenen Männlichkeit werden die Körper von Frauen zur Projektionsfläche. Am Abend, als die Dozentin auf ihre Vergewaltiger traf, wurde ihr Körper zum Medium, mithilfe dessen sich die Täter ihrer Männlichkeit versicherten. Indem sie sich gegenseitig vorführten, zu was sie in diesem grauenvollen Moment in der Lage waren, demonstrierten sie jeweils ihre Macht vor sich selbst und den drei Mittätern. Die Dozentin erklärte später, dass die Täter bereits am nächsten Tag selbst Gerüchte über eine vermeintliche sexuelle Orgie im Umlauf brachten, von der sie Teil gewesen seien – sie waren stolz auf ihre Handlung und sie wussten, dass sie dafür aus den eigenen Kreisen Anerkennung erfahren würden.

Die mediale Darstellung sexualisierter Gewalt lässt uns in dem Glauben, dass diese im öffentlichen Raum passiert und von Fremden ausgeübt wird. Die junge Dozentin wurde an einem vermeintlich sicheren Ort Opfer einer Vergewaltigung. Die Täter kommen, wie in den allermeisten Fällen sexualisierter Gewalt, aus dem privaten Umfeld der betroffenen Frauen und Mädchen. Diese Situation erklärt auch die Zunahme häuslicher Gewalt während der Covid-19-Pandemie.

Die Dozentin beschloss, den Fall zur Anzeige zu bringen. Bis heute kämpft sie für Gerechtigkeit, was dazu führte, dass sie unter den Augen der Öffentlichkeit und neben dem anstrengenden juristischen Verfahren zusätzlich mit Konflikten innerhalb der Universität konfrontiert wurde. Sie sah sich nicht nur Einschüchterungen ausgesetzt: Ihre Beschäftigung wurde Anfang des Jahres grundlos auslaufen gelassen, obwohl sie als Promotionsstudentin an der Uni lehrte.

Zusätzlich wurde sie von einer Anwältin von Casa Amiga, der Organisation, die sie psychologisch und juristisch betreute, schikaniert. Diese gab im Grunde ihr die Schuld und sagte: „Niemand hat dich gezwungen, zu dieser Party zu gehen, noch hat man dich zum Trinken gezwungen.“ So kommt zum mangelnden Mitgefühl und Verständnis gegenüber Überlebenden sexualisierter Gewalt, die mit jeglichen Formen der Stigmatisierung und Abwertung konfrontiert werden, noch die Schuldzuweisung für die erlittene Gewalt.

Der Kampf der Dozentin um Gerechtigkeit wird auch einer gegen die Straflosigkeit sein. 71 Prozent der 3.348 Vergewaltigungen, die zwischen Januar 2010 und Juli 2019 in Ciudad Juárez angezeigt wurden, sind nach wie vor ungeklärt. Die jüngste landesweite Erhebung zur öffentlichen Sicherheit ergab, dass 99,7 Prozent der sexualisierten Übergriffe in Mexiko nicht gemeldet werden. Zu den entmutigenden Statistiken kommt die physische und emotionale Belastung im Rahmen des Gerichtsverfahrens hinzu, und nicht jede*r ist bereit oder in der Lage, damit umzugehen.

KOLLEKTIV VERÄNDERUNGEN BEWIRKEN

Die Angst wird die Seiten wechseln Die Straßen sind unsere. Die Nacht auch. #WirWollenUnsLebend

Illustrationen: Pilar Emitxin, @emitxin

Es ist ein heißer Sonntag im Juli, der Strand ist voller Familien. Kinder spielen im Sand, Frauen sonnen sich. Die Idylle wird abrupt gestört von einer Gruppe Polizisten, die den Ort absperren und mit Schaufeln beginnen, ein Loch zu graben. Das weckt die Neugier der Tourist*innen, die tuschelnd versuchen zu erspähen, was der Sand verbirgt: Es ist der leblose Körper von Milagros Naguas, einer 46-jährigen Frau und Mutter aus dem Bundesstaat Aragua, die zusammen mit ihrem Mann Strandliegen und Sonnenschirme vermietete und Kokosnüsse am Strand verkaufte.

Der Fall Milagros Naguas ist nur einer von 167 Femiziden, über den das Onlinemedium Utopix 2019 in seinem allmonatlichen Register berichtete. Weil der venezolanische Staat seit 2016 keine offiziellen Zahlen zu diesem Tatbestand veröffentlicht, ist nun eine andere Art der Dokumentation nötig. Laut venezolanischem Recht ist der Femizid „die extremste Form geschlechtsspezifischer Gewalt, die auf dem Hass oder der Geringschätzung einer Person aufgrund ihres Frau-Seins beruht, und die in ihrem Tod endet, sei es im öffentlichen oder privaten Umfeld”. Trotz diverser staatlicher Maßnahmen, um dem Problem der Gewalt gegen Frauen zu begegnen, steigt die Zahl der Femizide weiter an. Das Grundgesetz über das Recht der Frauen auf ein Leben ohne Gewalt, das 2014 reformiert wurde, beschreibt 21 Gewaltformen und schafft den Nationalen Ombudsrats für Frauenrechte und defensoras comunales (Gemeindeverteidigerinnen). Sogar eine Nationale Kommission für Geschlechtergerechtigkeit im Justizwesen, mit 91 Gerichtshöfen für Gewaltdelikte gegen Frauen sowie 714 spezialisierten Staatsanwaltschaften, wurde eingerichtet.

Trotzdem steigen die Zahlen weiter: Zwischen Januar und September 2020 zählten verschiedene Medien 195 Femizide – 46 Prozent mehr als im vergangenen Jahr. Allerdings ist dieser Anstieg nicht nur in Venezuela zu beobachten. In ganz Lateinamerika sind die Anzeigen wegen geschlechtsspezifischer Gewalt, ebenso wie die von den Beobachtungsstellen vorgelegten Zahlen, in erschreckendem Maße gestiegen. Dies geht größtenteils mit dem Vormarsch neoliberaler Politiken auf dem Kontinent einher, die, indem sie sich ihrer Körper und Arbeitskraft bedienen, das Leben vieler Frauen direkt betreffen.

Denn es sind besonders Frauen, die die Auswirkungen der Armut und der extremen Ausbeutung in endlosen Arbeitsschichten zu spüren bekommen. Dadurch sind sie täglich vielfachen Formen von Gewalt ausgesetzt. Venezuela bildet keine Ausnahme. Vom Staat ist nun energisches Handeln gefordert, wie die Umsetzung kurz-, mittel- und langfristiger Pläne zur Bekämpfung der Frauen betreffenden Ungleichheiten. Es braucht Maßnahmen, die alle öffentlichen Bereiche, wie Gesundheit, Bildung, Kommunikation und Kultur, umfassen. Ein gutes Beispiel sind Kampagnen für Kinder und Jugendliche zu geschlechtsspezifischer Gewalt, die die traditionellen Geschlechterrollen dekonstruieren und schon im Kindesalter gegen Stereotype angehen. In Venezuela ist die Lage allerdings noch durch den aktuellen politischen Kontext verkompliziert. Das Land befindet sich in einer ernsten Wirtschaftskrise und ist von der Blockade durch das Ausland schwer getroffen.

Aktivistinnen wie Maritza Sanabria vom feministischen Kollektiv Mujer Género Rebelde (MUGER) meinen, erschwerend komme hinzu, dass trotz vorhandener fortschrittlicher Rechtsinstrumente „weder das Gesetz mit dem notwendigen Nachdruck angewendet wird, noch die Institutionen in angemessenem Maße auf das Thema der Gewalt gegen Frauen und Femizide reagieren. Verfahren verzögern sich, Opfer leiden unter Reviktimisierung, im Justizsystem herrscht Korruption. Außerdem ist das Personal in den Beschwerdestellen nicht für das Thema sensibilisiert und das Gesetz wird nur nach dem Ermessen der Staatsanwält*innen angewendet”.

Schon der Weg zur Anzeige geschlechtsspezifischer Gewalt ist voller Hürden. Es beginnt damit, dass Frauen, wenn sie eine Anzeige aufgeben wollen, nicht angehört werden, weil sie einen kurzen Rock tragen – und das, obwohl es hierfür keinen Dresscode gibt. Es setzt sich damit fort, dass Polizeibehörden versuchen, eine „Mediation” durchzuführen, die im Gesetz überhaupt nicht existiert. Sie erzwingen einen „Dialog” zwischen Täter und Überlebender und machen letztere damit erneut zum Opfer. So sehen Frauen sich immensen Verzögerungen bei der Klärung der Fälle ausgesetzt.

Dieser weibliche Körper gehört mir. Er wird nicht angefasst. Er wird nicht vergewaltigt. Er wird nicht getötet.

Ein Beispiel dieser Reihe von Straffreiheiten ist der Fall von Andreína Torrealba, Sprecherin und Jugendbeauftragte der Vereinigten Sozialistischen Partei Venezuelas (PSUV). Sie hatte in ihrer Beziehung Vergewaltigung, physische und psychische Gewalt sowie Belästigung durch ihren Partner erlitten. Es gelang ihr aber, dies bei den polizeilichen Behörden zur Anzeige zu bringen. Dort begann ein Prozess schrecklicher Reviktimisierung seitens der verschiedenen Justizbehörden: Zunächst ließ man sie bei der Nationalgarde im Bundesstaat Bolívar keinen detaillierten Bericht abgeben. Später, bei der medizinisch-forensischen Untersuchung, wurden nur die Hämatome an den Armen berücksichtigt und kein gynäkologisches Gutachten erstellt. Dieser Vorgang verstößt gegen das von der Staatsanwaltschaft angeordnete Protokoll. Bei der Vorladung auf der polizeilichen Koordinationsstelle wurde Torrealba nicht nur vom Polizeipersonal belästigt, sondern auch von ihrem Peiniger überrascht, der versuchte, ihre Aussage zu diskreditieren und sie zu zwingen, die Anzeige fallen zu lassen. Es gibt bisher keine Fortschritte bei der Aufklärung ihres Falls. Der Aggressor läuft noch immer frei herum, ohne dass Schutzmaßnahmen ergriffen wurden.

Letztendlich ist eine der Hauptforderungen der feministischen Bewegungen eine Gesetzesreform und die Kategorisierung des Feminizids in Abgrenzung zum Femizid. In Venezuela wird dieser Terminus verwendet, um einen Femizid zu beschreiben, bei dem der Staat sich durch sein Handeln oder unterlassenes Handeln mitschuldig gemacht hat. So sollen direkte Sanktionierungen der beteiligten Staatsbeamt*innen ermöglicht werden. Ein eindeutiges Beispiel dafür ist die Ermordung der Unternehmerin Karla Ríos durch ihren ehemaligen Partner am 31. Juli 2020. Trotz der gegen ihn erstatteten Anzeigen wegen physischer und psychischer Gewalt und Entführung war der Mann nach Zahlung einer Geldstrafe wieder freigekommen. So hat der Staat zugelassen, dass er seine Drohung, Ríos zu töten, in die Tat umsetzte. Weil sich Situationen wie diese tagtäglich wiederholen, beschlossen Organisationen wie Tinta Violeta, Faldas R und die venezolanische Vereinigung für eine alternative Sexualerziehung (AVESA), sich zusammen zu schließen. In gemeinsamer Arbeit unterstützen sie nun Frauen, die Opfer von Gewalt geworden sind. Tinta Violeta hat den ehrenamtlichen Dienst Mayell Hernández für die Betreuung und Begleitung von Überlebenden ins Leben gerufen. Sie erhalten Unterstützung vom Kollektiv Faldas R, das die Freiwilligen in rechtlichen Fragen ausbildet und berät, AVESA vermittelt dem Personal psychologische Kenntnisse. Das Programm ist nach der Tanzstudentin Mayell Hernández benannt, die einem Femizid zum Opfer fiel.

Die Aktionen dieser feministischen Organisationen beschränken sich aber nicht nur auf Bildungsarbeit und die Auseinandersetzung mit einzelnen Fällen. Daniella Inojosa, Mitglied der Organisation Tinta Violeta und eine der Gründerinnen des Hilfsdienstes Mayell Hernández erklärt, dass sie weiterhin „beständig Beschwerden beim Justizsystem einreichen und Schutzanträge stellen müssen, weil die Behörden in diesen Angelegenheiten untätig zusehen“. Diese Beschwerden haben sie dazu gebracht, Strategien zu entwicklen, wie sie Unrecht anzeigen, das einigen Überlebenden von machistischer Gewalt widerfahren ist. Wie beispielsweise im Fall von Andreína Torrealba, der die Organisationen dazu bewegt hat, eine Social-Media-Kampagne unter dem Slogan „Si tocan a una, nos tocan a todas” (auf Deutsch etwa: „Ein Angriff auf eine ist ein Angriff auf uns alle“) zu starten. Die Kampagne läuft bis heute und prangert den immer noch in Freiheit lebenden Täter an.

Trotz der Ungerechtigkeiten, der Sanktionen und des Coronavirus unterstützen und mobilisieren die feministischen Bewegungen weiterhin. Denn nur als Kollektiv können sie Veränderungen bewirken, die das Leben tausender Frauen verbessern werden. Weil die Quarantäne in Pandemiezeiten die Situation noch verschlimmert hat, haben feministische Bewegungen und Einzelpersonen nun einen Forderungskatalog veröffentlicht. Zu der Liste gehört die Umsetzung eines umfassenden Versorgungsplans und die Einrichtung von Frauenhäusern. Sie fordern außerdem eine öffentlichkeitswirksame Kampagne zur Aufklärung über verschiedene Formen von Gewalt und Hilfsangebote. Maritza Sanabria fasst es treffend zusammen: „Wir wollen, dass der Staat sich umschaut und uns zuhört. Denn wir übertreiben nicht, wenn wir sagen: Sie töten uns. Das ist die Pandemie!”

“SICH NICHT ZUM SCHWEIGEN BRINGEN LASSEN”

“La Negra” wurde ermordet! Wahrheit und Gerechtigkeit für Macarena Valdés

Illustration: Coordinadora de Justicia para Macarena Valdés, @justiciaparamacarenavaldes


Wie kam es dazu, dass du in feministischen Kontexten im Allgemeinen und speziell in der Koordinationsgruppe „Gerechtigkeit für Maca-*rena Valdés“ arbeitest?

So wie viele andere Frauen habe ich zuerst im Haus von Rubén, dem Partner von Macarena Valdés, geholfen. Das war ungefähr vor vier Jahren. Mit der Zeit wurde ich Teil der Gruppe, die Arbeiten im Haus und die Betreuung der Kinder übernimmt. Auch das war für mich schon Teil des Kampfes für die Gerechtigkeit für Maracena, seitdem gehöre ich zur Koordinationsgruppe.

Welche Bedeutung hatte diese gegenseitige Unterstützung in einer schwierigen Zeit?
Wir in der Gemeinde sind glücklich, dass Macarenas Familie so viel Unterstützung bekommen hat. Die größte Sorge in der Gemeinde war, dass Rubén und die Kinder allein dastehen würden. Ich persönlich glaube, dass die Kinder am wichtigsten sind, Macarenas Söhne. Mit der Zeit habe ich eine Art Mutterrolle für sie eingenommen, sie aufgezogen und mich um sie gekümmert. Es fühlt sich so an, als wären sie meine Kinder. Ich bin Teil ihres Kampfes geworden, aber auch Teil ihres Schmerzes. Ich habe ihnen dabei geholfen, nach und nach zu heilen. Ich denke, das war das Wichtigste nach Macarenas Tod: ihren Kindern bei der Heilung zu helfen. Auch in der Gemeinde waren viele sehr verletzt nach Macarenas Tod.

Woran arbeitet eure Gruppe aktuell?
Die Koordinationsgruppe versucht, dem Fall mehr Aufmerksamkeit zu geben. Dieses Jahr haben wir zum vierten Todestag von Macarena viele virtuelle Aktionen gestartet. Generell verbreiten wir das ganze Jahr über Illustrationen und die Arbeiten unserer Unterstützer*innen.

Hat die Pandemie eure Arbeit verändert?
Kaum. Aber die Krise hat uns dahingehend getroffen, dass wir uns nicht mehr ins Gesicht schauen können. Eine virtuelle Unterhaltung ist nicht das Gleiche, es fehlt die Wärme. Und das, was wir sagen, fühlt sich durch so einen digitalen Apparat manchmal sehr kalt an.

Was bedeutet der Tod von Macarena Valdés im Zusammenhang mit der Gewalt gegen Frauen in der Region?
Für uns in der Gemeinde ist es sehr deutlich, dass ihr Tod eine Warnung war. Die Warnung, dass uns das gleiche passieren kann, wenn wir weiterhin unsere Stimme erheben. Sie wollten Angst stiften, haben aber nicht gemerkt, dass Macarena bereits einen Samen des Widerstands in jeder Frau gesät hatte. Auch wenn sie sie getötet haben, so erblüht er jetzt in jeder von uns. Für Macarenas Familie und ihre Freundinnen war es ein großes Leid, aber aus der Wut heraus konnten sie Kräfte sammeln, um für sie zu kämpfen. Für sie und gegen die Straflosigkeit.

Das heißt, Macarenas Tod hat euch Frauen keine Angst gemacht?
Nein, im Gegenteil! Die Frauen in der Gemeinde sammelten daraus noch mehr Kraft, um zu demonstrieren und für ihre Rechte einzustehen. Sie wollen sich angesichts all dieser Ungerechtigkeiten nicht zum Schweigen bringen lassen.

Macarena war Frau, Mapuche und Umweltaktivistin. Wie ist das miteinander verbunden?
Bei den Mapuche ist die Frau diejenige, die am stärksten mit der Erde verbunden ist. Deswegen verstehe ich sehr gut, dass Macarena ihre natürliche Umgebung und den Fluss als gleichwertiges Wesen verteidigen wollte. Sie war Mapuche, aber eben auch Frau und Mutter. Deswegen hat sie für eine bessere Zukunft für ihre Kinder und Enkel gekämpft. Zu ihrer Vorstellung von dieser Zukunft gehörten keine Wasserkraftwerke. Macarena wollte nicht, dass die Erde als ökonomisches Gut ausgebeutet wird.

Welche Formen von Gewalt erleben Frauen in deiner Umgebung?
Die Mapuche erleben von Kindesbeinen an Gewalt: Rassismus, Diskriminierung, die Vertreibung vom eigenen Land, die Polizeigewalt. Der chilenische Staat deckt all das. Und das erleben Frauen, Kinder und Männer – alle gleich.

Wie wehrt ihr euch gegen diese Gewalt?
Wir Frauen kümmern uns gegenseitig um uns und unterstützen Frauen, die Gewalt erfahren haben. Gleichzeitig versuchen wir, Selbstverteidigungskurse zu organisieren. Wenn es nötig ist, habe ich zumindest irgendeine Art von Waffe dabei, um mich zu verteidigen. Ich laufe immer mit einem Messer herum, es ist mein Schutz. Ich musste es aber noch nie benutzen.

Welche Art von Selbstverteidigung lernt ihr?
Wir haben ein paar Mal zusammen mit anderen Frauen die Mapuche-Kampfsportart kollellaullin geübt. Auch Macarenas Söhne trainieren darin.

Gibt es in der Gemeinde eigene Wege, um mit Fällen von Gewalt gegen Frauen umzugehen?
Als Macarena noch lebte, fanden in ihrem Haus Kurse für Menschen aus der Gemeinde statt, die die Schule nicht abgeschlossen hatten. Viele brauchten den Abschluss jedoch für die Arbeit, um den Führerschein zu machen oder für andere Angelegenheiten. Wenn Macarena in diesem Zusammenhang davon mitbekam, dass manche Männer ihren Frauen und der Beziehung nicht die angemessene Bedeutung zukommen ließen, gingen sie das Thema aus der Perspektive der Kosmovision der Mapuche an. Dabei waren sie immer darum bemüht, die Identität und Integrität der Frau zu bewahren.

Was kritisiert ihr an der juristischen Aufarbeitung des Falles von Macarena Valdés?
Bis jetzt hat die chilenische Justiz nichts, aber auch gar nichts unternommen. Sie hat nicht einmal ein Blatt Papier bewegt. Im Gegenteil: Sie wollten die Untersuchungen abschließen, schon drei Mal sind die Berichte der Autopsie verloren gegangen. Sie haben es sich zur Aufgabe gemacht, uns zu widersprechen, obwohl internationale Gutachten zeigen, dass Macarena umgebracht wurde.

Was fordert oder erwartet ihr von den chilenischen Gerichten und der Polizei?
Wir fordern, dass es Gerechtigkeit gibt und dass die Mörder von Macarena gefunden und für ihr brutales Verbrechen bestraft werden. Und natürlich hoffen wir, dass unser Kampf dazu führt, dass sich so etwas nicht wiederholt. Eigentlich fordern wir ja nur, dass der chilenische Staat und seine juristischen Institutionen ihre Arbeit machen – schließlich werden sie dafür bezahlt.

DIE MÄCHTIGE MÖGLICHKEIT, DAS GEMEINSAME ZU SCHAFFEN

Kollektive Kraft “Der feministische Kampf in Lateinamerika”

Illustration: Agustina Di Mario, @aguslapiba

Auslöser für die Gründung von Ni Una Menos war die sich organisierende Wut über eine Serie von brutalen Feminiziden. Dass mit Ni Una Menos „nichts mehr so sein würde, wie zuvor“ war das allgegenwärtige Gefühl bei den Teilnehmer*innen der ersten massiven Demonstration am 3. Juni 2015. Sie sollten recht behalten. Eine neue Bewegung für ein Ende der Toleranz der tödlichen Gewalt war entstanden. Schnell wurde allerdings klar, dass es, um Gewalt gegen Frauen zu verstehen, auch darum gehen muss, ein ganzes Muster von Gewalt zu verstehen.

Ein Muster von Gewalt, das nicht erst mit Feminizid beginnt, sondern mit alltäglichen Praktiken, mit sexistischen Rollenzuschreibungen, mit gewaltvollen Situationen in Familien oder Paarbeziehungen. Mit der Objektifizierung und Kontrolle von Körpern, mit Prekarität und ökonomischer Ungleichheit und den daraus resultierenden Abhängigkeits- und Ausbeutungsverhältnissen, mit privater Verschuldung, dem Gender Pay Gap, mit unbezahlter und ungleich verteilter Reproduktions- und Sorgearbeit. Diese miteinander verschränkten Formen der Gewalt dienen letztendlich zur Disziplinierung derer, die sich den für sie vorgesehenen Rollen nicht fügen.

Es ist diese Einsicht, dass physische Gewalt gegen Frauen und Queers nicht einfach da ist und ihre Opfer bedauert, betrauert und lamentiert werden können, sondern dass diese Gewalt einen Zweck im System erfüllt: Ungleichheit zu zementieren und den Status Quo zu erhalten. Sie ist grundlegend, um über die bloße Verurteilung patriarchaler Gewalt hinauszugehen, aus einer vorgeschriebenen Opferrolle auszubrechen und gesamtgesellschaftliche Forderungen zu stellen.

Diese Perspektive erlaubt es, geschlechtsspezifische Gewalt aus der Eindimensionalität zu holen und sie als Ausdruck eines Musters aus ökonomischen Abhängigkeiten, Ausbeutung, sozialen und finanziellen Zwängen des kapitalistischen Systems zu begreifen. Die so notwendige Politisierung der Gewalterfahrung dient also als Strategie für die feministische Bewegung, aus der sie ihre Schlagkraft nimmt: Patriarchale Gewalt wird thematisiert und politisch nutzbar gemacht, indem sie ausgehend von einer alltäglichen, geteilten Erfahrung alles radikal in Frage stellt.

Die Verschränkung der verschiedenen Formen von Gewalt ist dabei zentral und ausschlaggebend für das linke antikapitalistische Selbstverständnis der Bewegung. Es geht darum, zu verdeutlichen, dass konkrete alltägliche Gewalterfahrungen nicht losgelöst von prekären Arbeits- und Lebensverhältnissen passieren. Es ist nicht nur die sichtbare, körperliche Gewalt und ihr vielleicht extremster Ausdruck im Feminizid, sondern auch die Gewalt, die zunächst unsichtbar(er) bleibt, die naturalisiert und als gegeben hingenommen wird und daher schwerer zu durchbrechen ist. Der feministische Streik ist hier das Instrument, das diese Verschränkung am klarsten thematisiert hat, indem er im Protest gegen brutale Feminizide auch Fragen nach strukturellen ökonomischen Gewaltverhältnissen aufgeworfen hat.

Die Kritik an Gewalt in ihren vielfältigen Formen dient daher als Analyseinstrument, um Alltagsprobleme verständlich zu machen und in einen größeren Kontext zu setzen, aber auch als verbindendende Erfahrung feminisierter Körper. Über diese geteilte Erfahrung entsteht eine Art kollektiver Ungehorsam und Widerstand, der ein wichtiger Grundstein für einen radikaleren feministischen, revolutionären Gedanken ist: Wenn wir körperliche Gewalt gegen Frauen verurteilen, wie sie auch im liberalen und bürgerlichen Common Sense verurteilt wird, und uns dagegen wehren, bedeutet das aber gleichzeitig, uns auch gegen andere Formen der Gewalt zu wehren. Denn diese stehen miteinander in Verbindung: die physische ist ein Ausdruck der anderen Formen der Gewalt und ein Mittel, diese anderen Formen aufrechtzuerhalten.

Die Beseitigung von Gewalt gegen Frauen, wie es das erklärte Ziel des 25. Novembers als Internationaler Aktionstag ist, ist letztlich nicht gewollt, denn sie hat eine Funktion im kapitalistischen und patriarchalen System. Keine neue Erkenntnis, die jedoch mit Ni Una Menos über einen kollektiven Lernprozess zu einer radikalen Politisierung einer tatsächlichen Massenbewegung geführt hat. Ni Una Menos hat es geschafft, Frauen in einer Bewegung zu vereinen, die davor nicht über feministische Begriffe oder Unterdrückung nachgedacht hatten.

Die Frage nach dem Wie ist die, die oft und vor allem in Orten mit schwacher Bewegung wie Deutschland gestellt wird und die Marta Dillon, Ni Una Menos-Aktivistin der ersten Stunde, versucht zu beantworten. Einen massentauglichen Feminismus zu machen, bedeute zu erlauben, dass alle über Feminismus reden können. Dass er herauskommt aus einer akademischen Blase, auch wenn es akademische Konzepte braucht, die das Alltags- und Arbeitsleben und konkrete Problemlagen erklären können. Das Patriarchat zum Beispiel. 🙂 „Vor 2015 hat in Argentinien niemand vom Patriarchat geredet, heute reden alle davon und vor allem davon, dass es fallen wird.“, grinst sie. Es geht um das Erkennen einer sozialen Struktur, die unterdrückend ist. „Das ist das, was es explodieren lässt“.

Dass derartige Konzepte verfügbar gemacht werden, führte in Argentinien dazu, dass sich viele junge Leute in der Bewegung wiedergefunden haben, meint Marta. „Die Schülerinnen hier sind super mächtig. Sie sagen zum Beispiel: ,Nach Ni Una Menos ist mir klargeworden, dass das Problem die Beziehungen zwischen Geschlechtern als Machtbeziehungen waren‘. Wenn du wie die Oberstufenschülerinnen heute die Geschlechterbeziehungen als Machtbeziehungen denken lernst, verstehst du andere Machtbeziehungen und verstehst andere Unterdrückungen. Es ist wie ein erster Vektor der Politisierung.“ Es geht um die Möglichkeit zu denken, dass patriarchale Gewalt nicht nur mit Prügel oder sexualisierter Gewalt zu tun hat, sondern mit einem ökonomischen und politischen Gefüge. Und diese Möglichkeit verändert das alltägliche Erfahren.

Reden über sexistische Gewalt war von Anfang an eine wichtige Organisierungserfahrung. Dadurch wurde klar, dass Gewalt kein Thema der Anderen ist, wie Marta erklärt. „Gewalt ist keine Erfahrung der ‚Armen‘ oder der ‚Migrantinnen‘, es ist eine allgemeine Erfahrung, die durch die ganze Gesellschaft geht. Die machistischen Wunden anzuerkennen, die wir fast alle haben, ist eine lange, aber sehr notwendige Aufgabe. Weil das, was du daraus entstehen lassen musst, ist Ungehorsam.“

Dass dieser Ungehorsam entstehen kann, ist ein kollektiver Prozess. Dabei geht es darum, ein Bewusstsein zu schaffen, dass die eigenen keine vereinzelten Erfahrungen sind, dass sie sichtbar und öffentlich gemacht werden; dass sie diskutiert, entindividualisiert und aus Kategorien individueller Schuld und Moralisierung heraus-*geholt werden.

Zentral für die Kollektivierung der Erfahrungen, aber auch für die Organisierung und Mobilisierung, sind die Versammlungen – Asambleas. In Vorbereitung auf die ersten feministischen Streiks zum 8. März entstanden in den verschiedensten Organisierungszusammenhängen, Gremien, Arbeitsplätzen, Nachbarschaften und Gewerkschaften separate Frauenversammlungen. „Gewalt ist immer das Thema, das zuerst auf den Tisch kommt“, erzählt Marta über die Versammlungen.

Asambleas sind laut Marta ein Ort um gleichzeitig identitätspolitische sowie materielle Probleme aufzuzeigen. „Gewalt ist kein identitätspolitisches Thema an sich, aber es schafft eine soziale Beziehung, die die Klasse und den Ort wo du geboren bist, übersteigt. Das erzeugt die Idee von einer gemeinsamen Erfahrung von feminisierten Körpern. Es hat mit dem Gefühl zu tun, nicht mehr isoliert zu sein.“ Die Politisierung, sagt Marta, komme mit dieser körperlichen Erfahrung, einer quasi existenziellen Einsicht, die man geradezu spüre. „Sich klar zu werden, über all die Situationen, wo du zum Schweigen gebracht wurdest, all die Situationen, wo sie dir auf den Arsch geschaut haben, nur weil du über die Straße gehst…Es geht darum, dieses Bewusstsein dafür zu schaffen, dass es notwendig ist, zu sagen: Es reicht!“. Heute, fünf Jahre nach der ersten Ni Una Menos-Demonstration hat sich die Toleranzgrenze für machistische Gewalt merklich verschoben. Aus dem ¡Basta! ist eine starke selbstbewusste Bewegung geworden.

Es geht also um das Erfahren einer Gemeinsamkeit – aus der Gegenstrategie entsteht, eine kollektive Kraft. Marta: „Der Feminismo popular gibt dir auch eine Möglichkeit, dich in deinen eigenen Rebellionen wiederzuerkennen, sogar dann als es noch kein Kollektiv gab. Die Situationen, in denen du Nein gesagt hast, in denen du die Stirn geboten hast. Das macht dich schon zur Feministin. Das ist mächtig. Die Möglichkeit, das Gemeinsame zu schaffen.“

Das ist der Verdienst der feministischen Bewegung, die längst über Ni Una Menos hinausgewachsen ist: Sie hat die Fähigkeit zur Empörung entfacht, einen Prozess des kollektiven Lernens angestoßen, des Empowerments, dessen Potenzial noch lange nicht ausgeschöpft ist. „Der Feminismus in Argentinien ist eine Erfahrung, verstehst du?“, schließt Marta das Gespräch. „Mit anderen Frauen auf der Straße sein, gemeinsam dieses Gefühl des Ungehorsams spüren. Es gibt mikropolitische Rebellionen, die sich in deinem Zuhause abspielen. Aber du machst die nicht allein, weil du weißt, dass es andere Frauen in der gleichen Situation gibt. Du kannst zurück nach Hause gehen und sagen: Weißt du was? Halt’s Maul.“

ILLUSTRATOR*INNEN

 

 

Agustina Di Mario kommt aus Alta Gracia in der Provinz Córdoba, Argentinien. Sie zeichnet, um, wie sie selbst sagt, auszudrücken, was sie denkt und fühlt. Instagram: @aguslapiba
(Bild: Agustina Di Mario)

 


Die afrobrasilianische Illustratorin Denise Silva ist aktivistisch im Kontext des Schwarzen Feminismus organisiert. Mit ihrer Kunst protestiert sie, wie sie selbst sagt, gegen jede Art von Diskriminierung und Ungerechtigkeit. Dabei richtet sie ihren Fokus auf die Ermächtigung Schwarzer Frauen. Instagram: @ise_camaleoa
(Foto: privat)

 


In ihrer Kunst kombiniert Emmalynn González ihre Praxis auf dem Gebiet der psychischen Gesundheit mit ihren Erfahrungen als Frau aus Puerto Rico. Hierfür wählt sie bunte, helle und retro anmutende Farben, um ernste und tabuisierte Themen gleichermaßen zugänglich zu machen. Instagram: @eg_atelier
(Foto: privat)

 

Magda Castría ist eine argentinische Illustration, Grafikde-signerin, Feministin und Antispeziesistin. Instagram: @magdacastria
(Bild: Magda Castría)

 


Manai Kowii
ist kichwa Künstlerin und glaubt, wie sie selbst schreibt, an das Träumen und an die Arbeit im Kollektiv. Sie ist Mitbegründerin des Kollektivs Warmi Muya, in dem Künstlerinnen verschiedener indigener Gruppen in Ecuador aktiv sind. Instagram: @narymanai
(Foto: privat)

 


Mora Galafassi aus Argentinien arbeitet als Illustratorin und Verlagsgraphikerin. Ihre Zeichnungen wurden in mehreren Büchern und der Zeitschrift Prosódica arte y pensamiento desde los márgenes veröffentlicht. Instagram: @mora.gala
(Foto:privat)

 


Die Zeichnerin und Malerin Paulyna Ardilla beschäftigt sich in ihrer Kunst mit sexueller Aufklärung und weiblicher Lust. Instagram: @paulyna_ardilla
(Foto: privat)


Pilar Emitxin ist feministische Illustratorin und Graphikdesignerin. Sie ist Teil des Bündnisses Ni Una Menos Córdoba und Redaktionsmitglied der Zeitschrift Amazonas. Außerdem arbeitet sie mit selbstverwalteten feministischen Organisationen und Asambleas zusammen, die im Kontext von Landkämpfen in Argentinien und ganz Abya Yala aktiv sind. Instagram: @emitxin
(Foto: privat)

 

Producciones y Milagros Agrupación Feminista sind eine kleine mexikanische Organisation mit einem der größten auf feministische Bewegungen und Frauenkämpfe spezialisierten Fotoarchiv in Mexiko und Lateinamerika. Unter dem Motto „Lebendiges Archiv – Lebendige Erinnerung“ bringen sie Archivaufnahmen als kollektive Paste-up-Aktionen in Form von Illustrationen oder interaktiven Fotoausstellungen wieder zurück auf die Straße. Instagram: @produccionesymilagros

 


Shawna Pancarita Farinango ist otavalo-kichwa digitale Künstlerin. Ihre Arbeit ist, wie sie selbst sagt, inspiriert von der Widerstandskraft ihrer Gemeinschaft, der Schönheit der Pachamama und den starken und mächtigen warmí (Frauen), die sie umgeben. In ihrer Arbeit thematisiert sie, was es bedeutet, in einem „marginalisierten Braunen indigenen Körper zu leben.“ Instagram: @jasmine_shawnaf
(Foto: Eli Farinango)

 


Die Illustratorin Valeria Araya aus Santiago de Chile ist Teil der Colectiva Mecha. Sie wurde für die Publikation „Latin Identities: The best Latin American Illustrations 2019“ und im Jahr 2020 für den Publikumspreis der 14. Ausgabe des Illustrationspreises Lateinamerika ausgewählt. Ihre Kunst ist eine ständige Kreuzung zwischen dem Analogen und Digitalen und betrachtet Frauen aus einer alltäglichen und politischen Sicht. Wenn sie nicht gerade zeichnet, probiert sie neue Techniken wie Collage oder Keramik aus und schaut Filme, statt zu schlafen. Instagram: @onreivni
(Bild: Valeria Araya)


Xueh oder Xuehka bezeichnet sich als Verteidigerin von Gleichheit und Vielfalt und glühende Verfechterin der Freiheit. Sie studierte Bildende Kunst an der Nationalen Universität von Kolumbien, Illustration an der Kunstschule Diez in Madrid und Visuelle Kommunikation an der Kunsthochschule Weissensee in Berlin, wo sie derzeit auch lebt. Instagram: @xuehka
(Foto: María Luisa Rapela)

 

GEWALT UND GESETZ: VENEZUELA

Illustration: Paulyna Ardilla, @paulyna_ardilla

In der Nacht vom 3. September 2018 wurde die 29-Jährige Mayell Hernández in ihrer Wohnung ermordet. Freund*innen und Familie berichteten, dass der mutmaßliche Täter ihr Ex-Partner war. Er wurde von der Polizei festgenommen und gleich darauf wieder freigelassen. Die Straflosigkeit und Untätigkeit der Justiz im Fall von Hernández’ Ermordung brachten mehrere feministische Basisgruppen zusammen, um öffentlich Gerechtigkeit zu fordern.

Seit 2007 hat Venezuela ein dem Anschein nach progressives Gesetz für das Recht der Frauen auf ein Leben ohne Gewalt. Das Gesetz benennt 21 Arten von Gewalt und soll Frauen dabei unterstützen, Fälle zur Anklage zu bringen. Im Jahr 2014 wurde das Gesetz reformiert, um Femizid als Straftat einzuschließen. Trotzdem mangelt es an der Durchsetzung des Gesetzes im Justizsystem, bei der Polizei und den Regierungsbehörden. Die Polizei hindert Frauen oft daran, Anzeige zu erstatten, wenn sie zum Beispiel die „falsche Kleidung“ tragen. Zudem gibt es keine begleitenden Richtlinien, so dass Entscheidungen oft willkürlich getroffen werden und Betroffene nicht die Unterstützung bekommen, die ihnen das Gesetz zusichert.

Eine weitere Kritik an der Gesetzgebung und der Situation im Land ist die fehlende Erwähnung von LGBTQ+ Personen, die grundsätzlich aus dem Justizsystem herausfallen. Trans Frauen dürfen keine Anzeige aufgrund des Gesetzes von 2007 stellen. Ihre einzige legale Möglichkeit ist, auf die Artikel 20 und 21 der Verfassung zurückzugreifen, die jegliche Form der Diskriminierung verbieten.

2016 war das letzte Jahr, in der die venezolanische Regierung offizielle Zahlen zu Femiziden veröffentlicht hat: 122 Fälle waren es damals. Die sinkende Transparenz zeigt einen starken Rückschritt seit dem Gesetz von 2007. Für aktuelle Daten hat die Anthropologin Aimee Zambrano einen Femizid-Monitor gegründet, der Zahlen zu Femiziden auf Grundlage von Medienberichten sammelt. Ihre Statistik zählt 167 Femizide im Jahr 2019, davon drei Transfemizide. Von Januar bis Juni 2020 zählte sie bereits 137 Femizide. Die Zahlen sind nicht vollständig, da nicht alle Fälle in den Medien vorkommen. Daher geht es ihr darum, nicht nur die Zahlen zu dokumentieren, sondern auch die Geschichten der Personen, die sich dahinter verbergen. Mayell Hernández ist eine von den ermordeten Frauen. Nach den Protesten, die in ihrem Namen stattgefunden haben, wurde ihr Ex-Partner zu einer 30-jährigen Gefängnisstrafe verurteilt, die Höchststrafe in Venezuela. Eine Ausnahme, denn viele Femizide bleiben weiterhin straflos (siehe Text auf Seite 34).

GEWALT UND GESETZ: URUGUAY

Illustration: Magda Castría, @magdacastria

Im Jahr 2017 wurde in Uruguay eine Änderung des Strafgesetzbuches durchgesetzt, die Femizid als erschwerenden Straftatbestand zum Mord einführte (Gesetz Nr. 19.538). Im selben Jahr wurde auch ein integrales Gesetz gegen Gewalt gegen Frauen (19.580) verabschiedet. Kritisiert wird allerdings die mangelhafte Umsetzung des letzteren, da es nicht mit angemessenem Budget ausgestattet ist und es noch keine entsprechenden Instanzen in der Justiz gibt, die auf die Rechtsprechung hinsichtlich geschlechtsspezifischer Gewalt spezialisiert sind. Darüber hinaus bemängelt die Organisation Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual eine Reviktimisierung der Frauen, die Fälle zur Anzeige bringen. Sie kritisieren, dass oftmals polizeiliche Schutzmaßnahmen dazu führen, dass die betroffenen Frauen zu „Gefangenen in ihren eigenen Häusern“ würden, während ihre Aggressoren frei herumlaufen können.

Im Jahr 2018 wurde die juristische Figur des Femizids erstmals in einem Urteilsspruch angewendet, da Verachtung, Geringschätzung und Hass auf Frauen im Tatmotiv durch psychologische Gutachten nachgewiesen werden konnten. Ein „historisches“ Urteil, so die Aktivistin Andrea Tuana, angesichts des tief in der Kultur verwurzelten Machismus. Sie und andere Feministinnen drängen auf einen „kulturellen Wandel“ durch Bildung und die konsequente Aufnahme von Geschlechtergerechtigkeit in die Lehrpläne. „Natürlich kann ein Gesetz das Problem von geschlechtsspezifischer Gewalt nicht lösen; es ist eine notwendige Voraussetzung, aber das reicht nicht aus“, so die Anwältin Alicia Deus. Denn trotz umfassender Gesetzgebung gehört Uruguay laut UN Women zu den Ländern mit den höchsten Zahlen häuslicher Gewalt in der Region.

Seit 2015 zählen feministische Organisationen 35 bis 39 Feminizide jährlich bei dreieinhalb Millionen Einwohner*innen. Als Reaktion auf die hohen Fallzahlen geschlechtsspezifischer Gewalt rief der damalige Präsident Tabaré Vázquez Ende 2019 einen nationalen Notstand aus – was von der Zivilgesellschaft längst eingefordert worden war. Zudem führen feministische Organisationen wie Minervas oder die Coordinadora de Feminismos sogenannte Alertas Feministas („Feministische Alarme“) durch. Kurz nach Bekanntwerden neuer Feminizide gehen sie in die Öffentlichkeit mit Schildern mit den Namen und Fotos der ermordeten Frauen, mit Performances, bei denen sich die Teilnehmer*innen symbolisch für jede getötete Frau auf den Boden legen und wo die Namen aller im Jahr getöteten Frauen verlesen werden. So wird immer wieder die Aufmerksamkeit auf die andauernde tödliche Gewalt gegen Frauen gerichtet.

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