Argentina | Berlinale | Español | Nummer 565/566 - Juli/August 2021

Con la realidad a favor

Entrevista con lxs cineistxs Betania Cappato e Iván Fund sobre su película Una escuela en Cerro Hueso

Una escuela en Cerro Hueso narra la historia de una familia que se muda a una pequeña localidad cerca de Santa Fé, Argentina, para que Ema, una niña diagnosticada dentro del espectro autista, luego de varios rechazos, finalmente empiece la escuela. La ópera prima de la directora argentina Betania Cappato fue premiada en junio de 2021 en la 71. Berlinale con una mención especial (ver LN).LN habló con la directora y guionista, Betania Cappato, y con Iván Fund, co-guionista y productor.

Entrevista: Belén Marinato

Comunicación sin palabras:Clementina Folmer como Ema (Foto: © Betania Cappato & Iván Fund)

Una escuela en Cerro Hueso está basada en la vida de tu hermano Lucio. ¿Qué significó para vos llevar a la pantalla una historia tan personal?

Betania Cappato: Varias cosas. El hecho de que sea una historia no sólo real, sino personal, tiene la particularidad de que yo tenía mucho conocimiento sobre la historia. Y en un momento entendí que podía llegar a ser una película. Yo quería meterme en ese mundo, que era la escuela de Lucio, a la que nunca había ido, y a través de estar ahí tanto tiempo con su maestra, sus compañeros, tratar de comprender algo de su universo personal, de su propia experiencia. Quería acercarme de esa forma a él y tratar de entenderlo un poco más. Para mí también era importante dar a conocer esa historia y que eso pueda inspirar a otras familias que viven situaciones muy parecidas.

 

¿Y sentís que lograste ese acercamiento?

BC: Si tengo que pensar para qué hago cine, es un poco para eso. A veces siento que en el cotidiano de la vida uno se va anestesiando un poco. Incluso en los vínculos familiares y personales, en los vínculos del día a día. Poder iniciar este proyecto, que tenía que ver con ir muy al hueso sobre estas cuestiones tan personales, creo que sin duda me acercó a mi hermano. Y también me ayudó a volver a pensar todo de cero, a poder actualizar los propios pensamientos y sentimientos. Volver al tiempo presente y ver lo que está pasando, correr un poco el velo de esa realidad, que a veces se vuelve tan monótona. El cine te da eso, te lleva a un estado muy profundo con el mundo y con las cosas que te rodean.

 

Betania, vos venías trabajando bastante con el documental, ¿qué te llevó a tomar la decisión de hacer una ficción?

BC: La ficción me daba muchas más libertades: me permitía no sólo contar esa historia sino también hablar de otros temas que me interesaban y que tienen que ver con la maternidad, el lugar, los personajes. Pero es una ficción que está abordada con un dispositivo muy cercano al documental, y en ese híbrido surgen momentos de profunda realidad. Porque los protagonistas, interpretados por Mara Bestel, Pablo Seijo y Clementina Folme, sí son actores y actrices. Pero también está lo otro, todo lo que sucede en ese contexto escolar. Ahí nosotros entramos tratando de pasar lo más desapercibidos posible y llevar nuestra historia y hacerla convivir con eso que ya estaba sucediendo: los chicos, su mundo, sus relaciones, los juegos, el trabajo de esas maestras, que es increíble, porque no sólo tiene que ver con enseñar a leer y escribir, sino con brindar una contención desde lo humano que trasciende todos los límites.

 

En la película se representa la historia de Lucio, pero la protagonista es Ema. ¿Qué es lo que los hizo decidirse por una protagonista mujer?

BC: Con Iván tenemos un lema: usar la realidad a nuestro favor. Primero imaginé que podía ser un niño. Pero de pronto surgió la oportunidad de conocer a Clementina y no hubo dudas. La película ni siquiera tiene casting. Conocimos a Clementina, le hicimos una prueba de cámara en su casa y nos dimos cuenta de que tenía que ser ella.

 

¿Trabajaron con un guión completamente escrito o se fue modificando?

BC: Nosotros teníamos una historia desarrollada, sabíamos qué iba a pasar, pero no estábamos atados a eso. Volvemos a esto de “usar la realidad a nuestro favor”, a no pegarnos emocionalmente a los materiales, sino a ir encontrando qué es lo mejor en el proceso. Es un proceso de bastante experimentación.

Así que no trabajamos tanto con un guión, sino más bien como si fuese una especie de cuento, que desglosamos en escenas. Así que más o menos sabíamos lo que iba a pasar ese día de rodaje y después improvisábamos algunas cosas. Porque durante la filmación hay cosas que van generando mayor curiosidad. Los niños, por ejemplo, tenían sus personalidades, y de repente, algunos fueron adquiriendo protagonismo. Esas cosas se fueron sumando, y creo que le aportan mucha vitalidad y algo muy genuino. Para mí es importante empezar cada día como si fuera el primero.


Betania Cappato e Iván Fund: En la entrega de premios de la 71. Berlin (Foto: Jan Kraus)

Hablaron de las satisfacciones y motivaciones. ¿Cuál fue el desafío más grande al hacer la película?

BC: Es mi primera película, así que para mí la primera dificultad fue animarme a dirigir y a saber que podía dirigir actores, dirigir una película de ficción… Eso desde lo personal. Y después, ¡cada instancia fue difícil en sí!

Iván Fund: En el contexto en el que vivimos, ¡tal vez lo difícil es que convivan la vida de la película y la vida de uno! También es complicado sostenerlo en el tiempo, porque es realmente una relación de muchos años. Uno se acerca a la película, se aleja, se amiga y se pelea con ella. ¡Es una relación viva todo el tiempo!

BC: ¡Absolutamente! A su vez, lo loco es que nuestra vida es el cine. Para mí el cine y la vida son bastante indivisibles. Por otra parte, a nivel narrativo, seguro que el mayor desafío fue representar a Ema, que es un personaje que no habla pero que de repente dice más.

 

El silencio atraviesa toda la película. Se plantean otras formas de comunicación… 

IF: Ya el mismo personaje habilitaba un tratamiento así. Era sobre una niña que no hablaba, y ése era el punto de partida desde el cual también estaba bueno entender las dinámicas. La película está atravesada por ese punto de vista, y la idea no era que Ema estuviese callada y que todo el mundo le hablase alrededor…

BC: ¡O que otros hablaran por ella!

IF: ¡Exacto! La idea era tratar de abordar toda la situación desde otro lugar. Y eso es algo que pensamos mucho: cómo acercarnos, cómo representar un personaje con el que uno no puede comunicarse…

BC: Era central saber cuál era el punto de vista de la película: ¿Podemos ponernos en el lugar de Ema y hablar por ella, o tratar de hacer una interpretación de lo que está sintiendo, de cómo ve el mundo? Por otro lado, también era importante el punto de vista de los padres.

 

Tengo entendido que no hubo una gran producción. ¿Cuáles dirían que son los desafíos y/o ventajas de trabajar en un equipo tan pequeño?

BC: Me parece que cada proyecto es un universo particular, y que cada uno debería ir encontrando la forma que se adecue mejor a lo que se quiere hacer. A mí me resulta cómodo filmar con poca gente (¡para esta película éramos cinco, o siete como máximo, algún día!) porque es mucho más fácil la comunicación, la organización; nos sentamos todos juntos a la mañana y podemos hablar sobre lo que se va a filmar. Ahora, quizá el ideal era tener dos autos de producción y un caballo, y de repente está sólo el caballo. Y bueno, ¡vamos con lo que hay! Vamos resignando cosas, pero la libertad que implica filmar de esta manera creo que no se paga con nada. Por supuesto, también nos costó mucho tiempo de post-producción. Nosotros fuimos a filmar como en una especie de guerrilla cinematográfica, pero luego ese material pasa por muchos estados, y para que todo eso se vea y se escuche como una película hay mucho trabajo detrás. Y eso también es costoso. Ahí entran los co-productores.

IF: Obviamente también están los riesgos, la tensión y el estrés de tener que conseguir un fondo que te permita empezar, porque el resto después tenés que autofinanciarlo, pedir favores…Todos los que se suman se ponen la camiseta de la película, porque no hay mucho más que ofrecer. ¿Por qué lo hacés? Claramente, por la plata, no…Y eso de alguna manera se termina impregnando en el resultado.

 

Una escuela en Cerro Hueso es la única película latinoamericana de la sección Generation K-plus en la Berlinale. ¿Qué representa eso para ustedes?

BC: Obviamente que me pone feliz, porque con lo difícil que es filmar en Argentina, traer una película hasta acá…

IF: ¡Y traernos a nosotros, que es igual de difícil, te diría! ¡Estamos super felices! Aunque no sé si es la exclusividad la que nos pone contentos. ¡Estaría bueno que estuviese lleno de películas latinoamericanas! Ojalá que el que estemos nosotros acá, que la película esté acá y que pueda recibir premios sirva para que aquel que tenga un botón que pueda apretar para que se facilite la producción y distribución de cine latinoamericano, lo haga. Hacer cine es muy difícil en todos lados, me imagino. Pero nosotros realmente creo que filmamos con lo que otras películas gastan en café.

 

Eso de “hacer una película con lo que otros gastan en café” pareciera ser un común denominador de mucho del cine latinoamericano, en general, y del argentino, en particular. ¿Creen que esto puede ser un elemento diferencial?  Por sobre todo a la hora de competir con películas en las que hay una inversión abismal…

IF: Sí, totalmente. Eso es un reflejo de la realidad que se vive. El cine es parte de esa realidad, de ese mundo económico. Y yo creo que es un elemento que es reconocible. Pero ojalá que no sea más un común denominador. ¡Ojalá que las películas puedan decidir la forma en que se filman!

BC: ¡Exacto! Creo que de esta manera uno logra una película particular, imágenes particulares, porque se corre un poco de los estándares de lo que debería ser una producción industrial de cine. Desde el tratamiento de la luz, las locaciones, el vestuario, etc. No sé si esto es bueno o malo, pero es lo que teníamos. Nosotros vamos a seguir haciendo películas, a seguir filmando. ¡Ojalá podamos hacerlo en mejores condiciones!

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