La “lucha auténtica” ocurre fuera
Crítica estudiantil a la doble moral académica
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Como estudiante chileno en Berlín, desde octubre del año pasado estoy involucrado en el movimiento de solidaridad contra el genocidio de Israel contra el pueblo palestino, con la complicidad de la mayoría de los países de occidente, incluyendo Alemania. La academia ha participado de este esfuerzo a través de la sistemática censura al discurso referido a Palestina o a la crítica de Israel. Después de cursar por dos años el máster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín (FU), esta experiencia me hizo aprender que la mirada alemana sobre los estudios regionales habla más sobre Alemania misma que sobre la región en la que se centran.
Solidarizar con Palestina representa un riesgo para la comunidad migrante. Ya el 2 de noviembre de 2023, el vicecanciller Robert Habeck se refirió en un video a una gran manifestación que iba a ocurrir ese fin de semana en Berlín, indicando que como migrantes debíamos reconocer la relación especial que existe con Israel debido al Holocausto, la Staatsräson. Si no lo hacíamos, nuestra residencia arriesgaba ser revocada. Tras un mes de censura, el video tuvo el efecto de una amenaza.
El abogado que asesora a un amigo en trámites de visa, por ejemplo, le aconsejó explícitamente no manifestarse. En mi caso funcionó al revés: tras el video decidí involucrarme políticamente, pase lo que pase. Sigo acá, pero con una acción penal en contra por parte de mi propia universidad, y con la renovación de residencia suspendida por tener un proceso criminal abierto.
La academia local ha sido abiertamente hostil hacia nuestro activismo. La ministra de Educación Bettina Stark-Watzinger pidió nuestra exmatriculación en un tweet ya en diciembre del 2023, para lo cual el Senado de Berlín ya aprobó una reforma a la normativa universitaria.
Para una persona con visa de estudiante, esto equivale a expulsarnos del país. En mayo, cuando hicimos un campamento en la FU en solidaridad con Palestina, el mismo ministerio buscó tomar acciones legales y cortar el financiamiento a los profesores que suscribieron una carta en solidaridad nuestra. Organizar discusiones públicas sobre Palestina o el sobre el concepto legal de genocidio fue imposible durante varios meses dentro de la universidad debido a los ataques y acoso que recibimos de parte de grupos estudiantiles sionistas.
La Staatsräson y sus riesgos para un migrante en Berlín
La administración universitaria vigila aún estrictamente este tema vetando autores, e implementó un estricto control del uso de términos como ‘genocidio’, ‘ocupación’ y ‘apartheid’. Tras un año de movilizaciones, la FU finalmente organizó un ciclo de charlas sobre Palestina — que describe únicamente como un “viaje cultural a través de la historia”—. Así, la academia alemana contribuye al esfuerzo genocida: deshumaniza a las víctimas y hace el crimen más aceptable para sus perpetradores y cómplices.
Si bien el ambiente mejoró desde los primeros meses gracias a nuestra presión política, para nuestra última charla un retén policial se instaló frente al centro donde la organizamos. El Mozaik Zentrum, que nos habilitó un espacio durante meses para la discusión será expulsado del lugar que arriendan a causa de la presión del municipio. Son el único centro cultural palestino de Berlín.
En el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la FU (LAI) no encontré alemanes que apoyaran dictaduras. Los economistas defienden firmemente el programa desarrollista e industrializador; en Literatura e Historia, se ensalza al feminismo, a las disidencias y a las militancias; en Sociología se celebran los movimientos sociales y las así llamadas ‘subalternidades’. Las grandes movilizaciones políticas en la región les interesan y muchas veces generan activa solidaridad. Desgraciadamente, la actitud hacia las luchas políticas en su país no es tan positiva.
Las dos almas de la academia alemana
Como el Fausto de Goethe que dice “dos almas habitan, ¡ay!, en mi pecho / y una de otra a separarse aspiran”, muchos hacen convivir la mirada progresista y la conservadora. Entre los casos más curiosos: un profesor incluye lecturas de Edward Said (autor palestino que dice que no hay academia apolítica) en su plan de estudios mientras defiende la neutralidad política como autoridad universitaria. Un especialista en movimientos sociales (en Medio Oriente) nos critica por no manifestarnos ‘responsablemente’, por no registrar con la policía un campamento dentro del recinto universitario (de Berlín, obviamente).
El caso más llamativo para mí fue el de un académico que coordinó un proyecto de memoria relacionado con masivas violaciones a los derechos humanos en Chile, pero que se opuso a la demanda de prohibir la investigación universitaria con fines militares porque acá no se violan los derechos humanos. Lo que deduzco de esta aparente inconsistencia es que la empatía y el interés con las gracias y desgracias de Latinoamérica, la mayor tolerancia con sus errores, la esperanza en sus movimientos políticos, vienen desde un lugar donde creen que esas cosas no pasan. “Qué lindo que luchen allá contra sus déspotas, pero como acá no hay, la movilización es innecesaria y exagerada“, parece que dicen.
El activismo solidario alemán cae a veces en lo mismo. Un académico me contó que, cuando vivía en Turquía, un alemán que trabajaba en derechos humanos le dijo que “aquí es donde se está dando la ‘verdadera’ lucha política”. Es decir, no en Europa. Y en Alemania, ¿acaso no hay nada por qué movilizarse? En mi caso, fue una feminista alemana la que me indicó que en países como Chile era donde “realmente había movilización feminista”.
La ‘auténtica lucha’ se queda afuera; en Alemania hay que registrarla con la policía
En Berlín se habría universalizado la democracia liberal occidental como forma de gobierno, constituyendo el “fin de la historia“. Si bien su formulación es muy ingenua, reproduce una convicción muy real: que Alemania es implícitamente “el lugar de llegada“, el punto en el que no queda más que hacer. La posición de la academia alemana nos informa sobre lo que piensa en otras regiones: hay una normalidad implícita. Por eso no es legítimo organizarse y hacer demostraciones en este país para alguien que sí cree que ellas son necesarias en Latinoamérica. Más precisamente: sí, aquí sí se puede, pero no hay razón para que estas manifestaciones sean disruptivas. Tampoco para que haya urgencia, pues finalmente lo permitido es una sanitizada confrontación de puntos de vista. Un “viaje cultural”. Los problemas aquí ya están resueltos, lo único que falta son más bien ajustes. Y así, finalmente, es cómo mirar hacia afuera les permite ignorar lo que tienen al frente.
Tomarse una facultad universitaria es completamente aceptable y hasta admirable en Argentina o en Egipto: allá hay problemas de verdad. En Alemania es vandalismo: que venga la policía y les parta la cabeza. Las dictaduras en América Latina fueron regímenes autoritarios y déspotas, que censuraban y perseguían a la oposición. Las instituciones en Europa son serias. Nunca pasaría algo así. O sea, no es como que haya precedentes de eso ¿cierto?