“Estábamos convencidos de nosotros”

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“¿Dónde está?” Apoyar a los familiares de los detenidos-desaparecidos fue una parte importante del trabajo de la Vicaría (Foto: Centro de Documentación y Archivo Vicaría de la Solidaridad)

Después del violento golpe contra el gobierno socialista de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, la junta militar bajo el general Augusto Pinochet declaró que pretendía devolver a Chile a la vía de la democracia. En realidad, las fuerzas de seguridad secuestraron y torturaron a más de 40.000 supuestos miembros de la oposición entre 1973 y 1990, según el conteo de las Comisiones de Verdad. Mientras la mayoría de los chilenos volvía a su vida cotidiana después del golpe, un círculo de izquierdistas laicos y clericales tomó en sus manos el apoyo a los perseguidos políticos.

“Como abogados, trabajábamos en los tribunales con otro nombre y a cara descubierta”, recuerda Álvaro Varela, funcionario del COPACHI, fundado en octubre de 1973. “Lo que nos hacía sentirnos tranquilos – entre comillas – era que representábamos a la Iglesia y teníamos ese respaldo internacional tan grande “. 

Bajo la protección del cardenal Raúl Silva Henríquez, Varela y casi 150 colegas apoyaron a las personas que hayan sido despedidas de su trabajo o detenidas después del golpe. Sólo en el transcurso de los meses, los empleados empezaron a comprender su trabajo sucesivamente como un trabajo para defender los derechos humanos universales. 

Pero no fue sólo en Chile donde la resistencia a la represión anticomunista comenzó a agitarse. En todo el mundo se formaron grupos de solidaridad con Chile que organizaron rutas de escape para los exiliados y siguieron de cerca la situación en Chile. Lateinamerika Nachrichten (LN) también siguió cada paso dado por la junta contra la clase obrera chilena. La revista llamó “lección chilena” al impacto del caso del país sudamericano en la izquierda antimperialista alemana. Este fue tan intenso que profesores y alumnos debatieron la situación en clases y los sindicatos publicaron textos periodísticos al respecto. En tanto, activistas de la solidaridad y trabajadores del COPACHI estrecharon vínculos. Los unía el sentimiento por ayudar de emergencia en el caos político y social que dejó el violento golpe.

Trabajo de los derechos humanos bajo la protección clerical

Al cabo de pocas semanas, las oficinas del COPACHI en la calle Santa Mónica en Santiago fueron abarrotadas. Los informes sobre los métodos de tortura de las fuerzas de seguridad eran especialmente difíciles de creer “para terceros”, afirma la trabajadora social María Luisa Sepúlveda: “Pero nosotros ya sabíamos que era verdad”. La entonces joven de 26 años trabajó inicialmente en la atención primaria de víctimas y familiares que dieron sus testimonios. Fueron esos testimonios los que se archivaron como expedientes del caso y que el COPACHI empezó a sistematizar con el tiempo. Igualmente, Varela recuerda la sensación abrumadora que sintió cuando revisó esos expedientes: “Era muy difícil imaginarse a seres humanos actuando de esa forma contra otros seres humanos. Ahí me di cuenta, obviamente, que lo que yo sabía era la nada al lado de lo que realmente estaba pasando “.

En los primeros meses, los informes sobre torturas y detenciones ilegales llegaron a Alemania principalmente de rumores. Al mismo tiempo aterradoras cifras, que carecían de veracidad, circularon en el movimiento de solidaridad en el extranjero. En febrero de 1974, Hortensia Bussi, esposa del asesinado presidente chileno Salvador Allende, declaró ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que habían sido asesinados entre 15.000 y 80.000 opositores políticos. Esta estimación tan exagerada dio justo alas a la delegación del gobierno chileno, que ahora pudo afirmar que las denuncias formaron parte de una campaña internacional de difamación en manos marxistas.

“Los familiares nos alejaban del desamparo”

“El cardenal nos dijo que la Iglesia no se equivoca porque es infalible”, recuerda el abogado penal Héctor Contreras. “Entonces no nos podemos equivocar. ¿Por qué? Porque con un caso falso van a decir todo esto es mentira”. Contreras se convirtió en un experto en la de represión estatal gracias a su trabajo en la Vicaría de la Solidaridad, la organización sucesora del COPACHI. Al buscar a los detenidos desaparecidos y desenterrar cadáveres acabó realizando tareas que hubieran sido realmente deberes estatales. Para él era imposible detener la búsqueda, a pesar de la complicidad entre la policía, los tribunales y el Servicio Médico Legal. “Si se decía que el caso judicial se archivó, los familiares te preguntaban: ‘¿Y qué vas a hacer ahora?’ ¿Y quieres tu decir: ‘Nada’?”, explica Contreras su determinación de seguir con la búsqueda. 

“Siempre estábamos tratando de hacer cosas “, recuerda Sepúlveda. “Se hacían denuncias ante Naciones Unidas, los acompañábamos a los familiares a los tribunales, se hacían querellas… En otras palabras: los familiares nos alejaban del desamparo. “

En abril de 1974, seis meses después del golpe, los trabajadores del COPACHI se decidieron a publicar una parte de las informaciones que habían recolectado en secreto. Denunciar la tortura en el país no fue posible debido a la prensa centralizada y, además, resultaba muy peligroso. “En ese momento nuestro único instrumento era informar a la opinión pública internacional y que informando los de afuera, rebotara la noticia acá.”, explica Varela la decisión de remitir una documentación de casos al diario mexicano Excélsior.

El informe, que documentaba cientos de casos de tortura por agentes estatales, fue acogido con gran interés por el movimiento internacional de solidaridad. En septiembre de 1974, Chile-Nachrichten escribió también sobre el uso masivo de descargas eléctricas y mutilaciones testimoniadas en el informe y documentaciones sobre mujeres que quedaron embarazadas durante la encarcelación. Incluso se informó sobre “el caso de un joven de 16 años que estuvo encerrado durante 15 días en una caja con un agujero por el que se pasaba la comida”. 

Estas imágenes perturbadoras – documentadas por el COPACHI y compartidas por el movimiento de derechos humanos y redes de solidaridad – se difundieron hasta la última aula alemana y con ello el conocimiento sobre las formas de violencia de los aparatos de seguridad chilenos. La opinión pública internacional durante la década de 1970 se hizo cada vez más crítica y llevó al Estado chileno a la condición de un paria. Anteriores aliados de la junta, como el gobierno de los Estados Unidos, debieron suspender temporalmente la ayuda económica al país.

Ahora bien, después de que la información se publicara en el extranjero, se aumentó la presión sobre los empleados del COPACHI. La prensa cercana al régimen acusó al cardenal Silva que apoyaba una estructura apropiada por marxistas y sembró la desconfianza entre las iglesias que aportaron al COPACHI. 

“Creo que las iglesias nos agradecían que atendiéramos a la gente”, dice Sepúlveda. “Pero a la vez sospechaban que nosotros estábamos tan al favor del gobierno anterior.” Poco a poco las iglesias dejaron de apoyar al COPACHI. Finalmente, el cardenal cedió a las presiones de Pinochet y cerró la organización ecuménica a finales de 1975, solo para reabrirla unos días después, bajo la única protección de la Iglesia católica con el nombre Vicaría de la Solidaridad.

En adelante, los trabajadores del COPACHI cuidaron cierta distancia pública con el movimiento internacional de solidaridad y derechos humanos. “No habría sido bueno hacerlo con la OEA (Organización de los Estados Americanos, nota del editor) y Naciones Unidas encima”, recuerda Sepúlveda una discusión interna en 1978. En ese momento, la Vicaría de la Solidaridad tuvo a altos representantes de comisiones internacionales de derechos humanos de visita y era justo en ese momento en que se descubrieron los restos quemados de un grupo de detenidos desaparecidos en un horno en la comuna de la Isla del Maipo. Los trabajadores del COPACHI se decidieron de ocultar el descubrimiento hasta que sus huéspedes internacionales se hayan ido del país. “Se habría pensado que era una cosa programada para hacer escándalo.”, dice Sepúlveda: “Y estábamos convencidos de nosotros mismos.”

El tiempo no todo lo cura

En la actualidad, Chile tiene una de las tasas más altas de condenados por violaciones de derechos humanos en el mundo. Sin embargo, los familiares de los detenidos desaparecidos siguen buscando a sus seres queridos. “Las cosas avanzan poco porque estaba una política de hecho de los militares y de las Fuerzas Armadas que sigue hasta hoy día: de no reconocer que esto ocurrió”, afirma Héctor Contreras. María Luisa Sepúlveda está convencida de que la centralización de toda la información es la tarea estatal más urgente para la búsqueda. “En este momento, cada institución tiene su propia información: el programa Derechos Humanos, la del [Servicio, nota del editor] Médico Legal, los tribunales militares”, dice Sepúlveda. “No les daría a los familiares la tarea de la búsqueda porque no les corresponde.”

Contreras critica el estancamiento de la búsqueda de verdad y justicia: “Muchos que estuvieron acompañándonos antes, ya no están porque la situación no es tan dramática. Pero uno nunca sabe si es, o no es dramático.” Y agrega: “Se asumía también que después de la guerra mundial no habrá otra guerra que tuviera enfrentada a las potencias y aparece Ucrania. Yo creo que deberían recapacitar un poco: Las cosas que parecen cerrarse con el tiempo no se cierran.”


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„QUEREMOS VIVIR EN DEMOCRACIA”

Dennis Javier Muñoz Bonilla es defensor de derechos humanos, investigador social y acompañante a los movimientos de derechos humanos en Centroamérica. Trabajó en los ámbitos de seguridad y defensa, en derechos de niñez y juventud en Honduras. Actualmente vive en exilio en Alemania.


¿Cuál fue su primera reacción al escuchar los resultados electorales?
Después de doce años de un gobierno militar, bancarizado y dentro de un esquema de persecución y opresión de la sociedad hondureña, todos teníamos la duda razonable de si iban a dejar lugar a la opinión, a la oposición o al disenso. En el contexto de una fragilidad de la democracia y de un golpe de Estado en 2009 (ver LN 523), el 27 de noviembre todos nos fuimos a la cama pensando en que Honduras se enfrentaba a un proceso electoral con las cartas ya marcadas y la única cosa que teníamos como esperanza era tener la posibilidad de que el pueblo hondureño tuviera la decisión de ir a votar y de tomar una decisión sin miedo.

El 28 de noviembre a las seis de la tarde se supo que el 68,2% de la población hondureña había participado en el proceso electoral. Y en el primer corte del escrutinio de las elecciones, la tendencia fue una sorpresa y una contundencia irreversible. La candidata y presidenta-electa Iris Xiomara Castro Sarmiento obtuvo la decisión y el voto de confianza de 1.716.793 hondureños, que representan el 51,12% total de los votos escrutados y válidos. Contra su contendor del Partido Nacional Nasry Asfura, que recibió 1.240.260 votos que representan 36,93%.

La población llegó al hartazgo, y su castigo fue decir, “queremos de verdad que estos se vayan del gobierno y desaparezcan de la posibilidad de tomar decisiones por nosotros.” Pero ese 28 de noviembre todos teníamos el miedo del fraude, y en efecto, lo intentaron. Denunciaron 630 ataques al sistema de información de cálculo y procesamiento de los datos. Luego, hubo 16 ataques sistemáticos dirigidos a los servidores del Consejo Nacional Electoral.

Sin embargo, tuvimos un proceso electoral basado en la recuperación de la confianza en nuestro sistema electoral y una enorme esperanza de que era posible respetar la voluntad de los hondureños.

¿Hubo intentos para obstaculizar la elección y la toma de posesión de Castro por parte del Partido Nacional?
El Partido Nacional tiene dos años poniendo obstáculos. Desde que se reformaron las instituciones para administrar y conducir el proceso electoral en Honduras, el Partido Nacional no solo detuvo la discusión de las reformas electorales, sino que las dilató y tomaron dos años para tomarlo en cuenta. Y el siguiente año en que se construía y se le daba vida a esta institucionalidad, el Partido Nacional iba frenando cada vez más. Por ejemplo, para aprobar el presupuesto para que estas instituciones funcionaran tardaron un año. Y a sesenta días de las elecciones, el Consejo Nacional Electoral estaba sin presupuesto para llevar a cabo el proceso electoral.

Además, el día de las elecciones, el Partido Nacional se declaró dos veces ganador del proceso electoral y querían hacer todo lo posible para dilatar el conteo de las urnas. A mediados de enero también han entorpecido el proceso para la transición de las instituciones al nuevo gobierno.

El partido Libertad y Refundación, al que pertenece la presidenta electa Xiomara Castro, ganó 50 Sillas en el Congreso, ¿cuáles son las posibles coaliciones que se puedan conformar para gobernar el país?
Este proceso electoral es un escenario atípico. Primero, se rompe por segunda vez el bipartidismo en el país. Segundo, la constitución establece que el Congreso Nacional tomará las decisiones por mayoria simple 65 votos; ó por mayoría calificada, que son 86 votos, de un total de 128 diputados. Entonces, los partidos juegan muchas veces con estos “números mágicos”, como les llamamos.

El resultado del proceso electoral significa que por primera vez tendremos debate y discusión. No habrá otra forma. La alianza que ganó el ejecutivo tiene 60 diputados. Pero no le alcanza ni para elegir la junta directiva del Congreso. El segundo bloque, perteneciente al Partido Nacional, tiene 66 votos. Luego hay dos partidos pequeños, con dos votos entre los dos, que han estado plegados al Partido Nacional.

Y aquí viene el número, que yo llamo, perverso. El Partido Liberal tiene 22 diputados de los cuales hay 10 diputados que son afines a Yani Rosenthal (ver LN 571). Esto es un factor importante y no se puede menospreciar. Es posible que esos diez diputados puedan fraccionar al partido liberal y pasarse a votar con el Partido Libertad y Refundación. Con lo que éste llegaría a los 70 diputados. Pero incluso así no se lograría la mayoría calificada.

Hay un elemento importantísimo que no se puede ignorar. Este Congreso va a elegir a la próxima Corte Suprema de Justicia, el próximo fiscal general de la República, al próximo Procurador General de la República, y al próximo Defensor de Derechos Humanos. Los cuatro funcionarios más altos del Estado que incluso trascienden del periodo de gobierno. Se necesitan 86 votos para todas estas elecciones y esas serán las monedas de cambio para lograr acuerdos. Sin esto, no se puede luchar contra la corrupción, no se puede luchar contra la impunidad, y mucho menos se pueden lograr cambios profundos en el país. Esas son las monedas de cambio del Partido Nacional, el Partido Liberal y la fracción de los Rosenthal, para poder lograr acuerdos van a querer sostener la Corte, el Fiscal o incluso al Omnbusman, en este caso.

¿Cómo se prepara el nuevo gobierno antes de asumir?
Ahora mismo el gobierno está haciendo algo interesante. Han convocado previamente a los sectores sociales del país a lo que le llaman “Diálogos y Mesas de Discusión” por sectores. Están conversando para definir los acuerdos que quieren que se discutiran y se administren en este periodo de gobierno. Eso es una cosa importante que se está haciendo, antes de que el gobierno asuma el poder. Pero los acuerdos políticos previos no están en esas mesas sino dentro de esos números mágicos.

La sociedad hondureña depositó su confianza en este grupo político que debe dar respuestas rápidas. Y el partido LIBRE ha presentado un plan de gobierno para los primeros cien días. Se centran en cuatro grandes cosas: recuperar la institucionalidad al servicio de los ciudadanos, recuperar el sistema de educación, accionar que el sistema de salud sea más rápido y eficiente, y en el tema productivo reactivar el tema del empleo y oxigenar a la microempresa y al mediano empresario. Para eso, el país tiene que entrar a negociar un nuevo presupuesto general de la República y necesita tener la mayoría (por lo menos 86 votos) en el congreso. Eso coloca en una trampa al gobierno de Xiomara Castro que tiene la obligación de dar respuestas rápidas con lo que tiene, si no va a ser difícil.

¿De qué formas puede Xiomara Castro combatir la corrupción e impunidad?
Aquí no podemos desmeritar que la lucha contra la corrupción es solamente un slogan. La clase política en Honduras ha heredado el sistema de corrupción como su mejor institución para poderse beneficiar e incluso crear fortunas.

La Sra. Castro se comprometió a hacer de nuevo el llamado a la comunidad internacional para colocar a Honduras al escrutinio público y solicitar apoyo para purgarse del tema de la corrupción y la impunidad.
Ahora, para lograr suscribir un nuevo acuerdo con un tratado de cooperación, en este nuevo congreso, es necesario tener 86 votos. Requiere que parte de los diputados del Partido Nacional decidan desmarcarse de su partido. Una coalición de fuerzas parlamentarias que pueda llegar a este acuerdo, creo que va ser una cosa difícil.

Tampoco se puede pasar desapercibido que la mancha de los Rosenthal en Honduras es nefasta. Ellos van a negociar con quien les asegure impunidad. El acuerdo va ser no más extradiciones e incluso reducir las penas para aquellos delitos vinculados al lavado de activos y al tema de privación de dominio en los bienes.

Hay muchos defensores de los derechos humanos o activistas que han sido perseguidos, asesinados o están en peligro y existe una gran impunidad en estos casos de violaciones de derechos humanos. ¿Usted ve la posibilidad de que haya un cambio positivo con el gobierno de Castro?
El gobierno de la señora Castro se ha comprometido a garantizar un proceso de protección y de revitalización de la cultura de protección de derechos humanos. Sin embargo hace cuatro días asesinaron a un defensor en Honduras. Este defensor ya había tenido una persecución e incluso advertencia de que estaba siendo perseguido. Y que no se le haya podido proteger la vida es muy lamentable. El Estado cuenta con mecanismos de protección para los defensores de derechos humanos y con observación de la comunidad internacional para crear protección de derechos humanos. Lo que no cuenta es con la voluntad expresa de la institucionalidad hondureña para la protección de defensores.

¿Qué mensaje ha mandado el pueblo hondureño con estos resultados electorales?
La población hondureña ha dicho que queremos vivir en democracia, creemos que es posible rescatar nuestro Estado, creemos que es posible creer de nuevo en esta clase política, pero con una observación y auditoría desde la ciudadanía, que observa con más duda y una lupita que tiene un poco más de suspicacia ahora frente a una clase política que se ha presentado como la opción de cambio.


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EL MACHISMO NO HACE CUARENTENA

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Protesta colorada El 8 de marzo en la Ciudad de México (Foto: Lina Hayek)

Después de años de agresiones por parte de su marido, después de haberlo denunciado ante la justicia por lesiones, y de haber sido empujada a la conciliación, Marciela Benítez* comprendió que no saldría viva del encierro obligado por la emergencia sanitaria. Con 27 años y dos niños en la Ciudad de México, la organización Espacio Mujeres para una Vida Digna y Libre de Violencia le proporcionaba asesoría legal y psicológica. La última semana de marzo, después que su pareja le diera una golpiza, ella pensó: “Estando en casa todos los días, ahora sí me va a matar mi marido”. Tomó la pequeña maleta que las asesoras de Espacio Mujeres le recomendaron preparar, aprovechó el momento en que su agresor se bañaba, llamó a sus dos hijos y con sigilo huyeron del domicilio familiar.

Esto es una historia de muchas, que una multitud de mujeres viven en México en la situación actual del aislamiento por el coronavirus. Las consecuencias de la pandemia afectan mucho más a las mujeres, porque ellas en casa, quedan en las manos de sus agresores. Como constató el Instituto Nacional de Estadística y Geografía: el hogar es el lugar más peligroso para las mujeres, por la violencia que sufren allí. En México, en tiempos del aislamiento, los casos de violencia de género aumentaron y muchas más mujeres perdieron la vida por feminicidios que por el coronavirus.

Hacer llamadas puede ser peligroso en el caso de violencia

Hasta mediados de abril de este año murieron en México 406 personas por el Covid-19, de éstas 122 eran mujeres. En el mismo tiempo, 490 mujeres fueron víctimas de feminicidios. Diez mujeres mueren por día, es decir, cada dos horas y media una mujer es asesinada. En enero y febrero de 2020, estos delitos incrementaron un 9.1 por ciento con respecto al mismo periodo del año anterior. Entretanto fueron confirmados 35.000 casos de infectados, de ellos perdieron la vida más de 3.400 personas. Las cifras sobre la proporción de mujeres eran desconocidas al cierre de redacción. Las cifras de las personas fallecidas por coronavirus en México no son por el momento confiables, entre otros motivos, por las dificultades para conseguir un testeo: las pruebas son escasas y muy caras. Según un análisis hecho por el New York Times, el gobierno mexicano ignora cientos, posiblemente miles, de muertes por el coronavirus en la Ciudad de México.

Pese a la gravedad de la violencia contra las mujeres en México, las autoridades del país no ofrecen cifras confiables al respecto o no tienen voluntad para darlas a conocer. Así lo advirtió el informe “Impunidad feminicida. Radiografía de datos oficiales sobre violencias contra las mujeres (2017-2019)”, de la Red Todos los Derechos para Todas y Todos.

La pandemia agrava la situación de muchas mujeres que viven violencia, porque hay menos refugios abiertos, menos intervenciones policiales y menos acceso a la justicia ya que muchos tribunales están cerrados. Para muchas, hacer llamadas puede ser peligroso en un contexto de confinamiento en el hogar.

No hay suficientes tests Los números de infectados por lo tanto son muy poco confiables (Foto: Ernesto Eslava, Pixabay)

Además, el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva está restringido. El Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva hizo para el periodo de abril a junio del año en curso la proyección de la ocurrencia de cerca de 260,000 eventos obstétricos, un aproximado de 235,000 nacimientos, cerca de 25,000 interrupciones de embarazos, alrededor de 1,150,000 consultas de control prenatal y casi 200,000 consultas durante el puerperio.

Todos estos casos están afectados por las restricciones. Sobre todo, con respecto a las interrupciones de los embarazos van a haber consecuencias muy graves para las personas afectadas – desde el daño físico hasta la muerte. En la mayoría de los estados de México, la interrupción del embarazo está penalizada. En este momento, por el aislamiento, muchas clínicas están cerradas y han suspendido las interrupciones de embarazos. Sin olvidar, que el acceso a estas prestaciones depende del poder adquisitivo y, en muchos casos, de la clase social.

Por otro lado, desde el comienzo de la pandemia la violencia contra médicxs y enfermerxs ha aumentado drásticamente y muchxs están viviendo ataques de camino al trabajo. Ellxs son percibidxs como representantes del coronavirus y riesgo de contagio. El 80% de lxs enfermerxs y el 40 por ciento de lxs médicxs en hospitales en México son mujeres. Por eso esta forma de violencia otra vez afecta más a este grupo de la población.

En los tiempos de la pandemia la discriminación y la explotación se intensifican

Como las cifras señalan, son en su mayoría mujeres las que trabajan en el sector de salud. A esto se le suma el trabajo doméstico afuera y en el propio hogar (trabajo de asistencia y cuidado de los niños y del hogar). Por eso, son las mujeres las que están directamente en peligro de contagio. Especialmente las trabajadoras tienen alto peligro de contagio y sufren las consecuencias del aislamiento. Más del 60% de la población mexicana trabaja en el sector informal y vive día a día. Más del 54% de ellxs son mujeres. Ellas no se pueden permitir el lujo del aislamiento, porque no tienen ahorros, ni un ingreso seguro. Muchas trabajadoras son empleadas domésticas en los hogares de la clase media y alta. Este trabajo que algunas veces no es remunerado y que sucede sin contrato laboral de por medio. Las mujeres no tienen derechos laborales, ni seguridad social o de salud. En el trabajo doméstico son las mujeres indígenas las que se encuentran sobrerepresentadas, de este modo se perpetúan las condiciones sociales coloniales, caracterizadas por el racismo.

Las mujeres indígenas son parte del grupo más vulnerable en México, así como también las mujeres en situación de pobreza, las mujeres migrantes, las niñas, las víctimas del tráfico de personas y las mujeres con discapacidades. Los pueblos indígenas sufren de manera desproporcionada la crisis del coronavirus debido a las condiciones precarias en las que ya vivían al inicio de la pandemia, con un acceso restringido a la atención sanitaria y al agua potable; en muchos casos afectadxs por la apropiación y destrucción de su tierra en manos de proyectos extractivistas de empresas transnacionales; siendo víctimas de agresiones racistas por el uso de su lengua o de prácticas tradiciones – como el uso de ropa tradicional.  Por otro lado, en muchos casos la información sobre la pandemia no es proporcionada en sus lenguas.

El 8 de marzo el Día de la Mujer Luchar por atención (Foto: Pilar Suárez, CC BY-NC-SA 2.0)

La situación actual de la pandemia pone una vez más en evidencia la desigualdad social y de género en el mundo. El contagio y el aislamiento siguen las estructuras de sistemas de poder y dominación, como el género, la clase y la etnia. A causa de estas estructuras patriarcales, las mujeres, se convierten en el blanco de la pandemia, porque el trabajo doméstico, ya sea en el ámbito del propio hogar o en casas ajenas, y la familia, tiene tradicionalmente una connotación femenina y muchas veces no es remunerado.

Este concepto está basado en roles de género tradicionales, que a su vez están pregnados por esta división. A causa del cierre de escuelas durante el aislamiento, las mujeres se ocupan más del cuidado de lxs niñxs, porque es socialmente percibido como su tarea. Asimismo, el concepto idealizado del hogar y la familia produce una idea equivocada de seguridad. Sobre todo, en la situación del aislamiento esta idea suele ser una perdición para muchas mujeres, porque oculta la violencia doméstica y los feminicidios.

Informaciones sobre la pandemia no son proporcionadas en lenguas indígenas

Como menciona el grupo feminista Marea Verde México, el machismo no está en cuarentena y la mujer mexicana muere más bien por el aislamiento que por el virus. Por varias razones, las mujeres sufren más fuertemente las consecuencias de la pandemia: el trabajo desproporcionado en profesiones de la salud, el trabajo doméstico en otros hogares y en el propio, la violencia doméstica y la falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva son sólo unas entre otras. En los tiempos de la pandemia se intensifican las condiciones precarias y las estructuras de discriminación y explotación. En este sentido, las trabajadoras y mujeres indígenas son las más afectadas por las consecuencias sociales y económicas del coronavirus.

Se deben lograr cambios estructurales con respecto al patriarcado, el capitalismo y el racismo. El trabajo doméstico y reproductivo tienen que ser remunerados y no deben ser percibidos como trabajos femeninos. Necesitamos una redistribución de la riqueza y un sistema de seguridad social y de salud que incluya a todxs. Tenemos que repensar los conceptos de hogar y los roles de género para vencer estructuras patriarcales y así también la violencia contra las mujeres, para que mujeres como Marcela Benítez en el futuro también puedan quedarse seguras en casa.

*El nombre fue cambiado por la redacción


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