A dos años del paro nacional en Colombia

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Dónde están lxs desaparecidxs del paro nacional? Protesta en Berlin (Foto: Unidas por la paz – Alemania)

Los principales detonantes del estallido social fueron el descontento de la población frente al alza en los precios de la canasta familiar, el mal servicio de salud, la alta tasa de desempleo, los cientos de asesinatos sistemáticos de líderes y lideresas sociales y firmantes de paz. Miles de jóvenes, estudiantes, obrerxs, población LGTBIQ+, docentes, artistas y gremios sindicales, salieron a las calles durante semanas a protestar, para exigirle al gobierno cambios estructurales, entre ellos una reforma a la policía, cuya urgencia se haría evidente durante las manifestaciones en los meses siguientes.

Organizaciones de DDHH denunciaron reiterados abusos de violencia por parte de la policía, el Escuadrón Móvil Antidisturbios ESMAD y el Ejército, en contra de la población civil manifestante. De acuerdo con el informe entregado por la ONG Temblores y el Instituto de estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), solo entre el 28 de abril y el 12 de mayo de 2021 hubo 2110 casos de violencia cometidos por parte de la fuerza pública, entre ellos 1055 detenciones arbitrarias.

La escalada de violencia estatal en contra de la población civil llegó a limites tan extremos como la desaparición forzada durante horas y hasta días. Tiempo en el cual lxs manifestantes, en su mayoría jóvenes, fueron torturadxs por miembros de la fuerza pública.

En Alemania, la comunidad colombiana, muchas personas y colectivos solidarios salieron a las calles a apoyar el paro nacional. En uno de estos actos de solidaridad participó Horeb Nicolás Castellanos, un manifestante que días antes había tenido que abandonar Colombia para salvaguardar su vida. Nicolás fue uno de lxs casi 400 jóvenes que fueron desaparecidxs durante varios días a principios de mayo de 2021 en Bogotá y que días después, gracias a las denuncias y a la presión de la población civil, reaparecieron en lugares tan insólitos como basureros o caños. Aún hoy se habla de personas desaparecidas sin poder tener cifras exactas.

Nicolás llegó a Berlín el 7 de julio de 2021 para salvaguardar su vida y pocos días después de su llegada a Berlín entró en contacto con nuestro colectivo Unidas por la Paz Alemania (UPA) en busca de apoyo. En el proceso de análisis del caso para presentar una solicitud de asilo, él mismo reconstruyó lo sucedido en un documento: “Los hechos de violencia y retención ilegal por más de tres días en mi contra y la de decenas de compañerxs, ocurrieron los días 2, 3, 4 y 5 de mayo de 2021. Todas las personas detenidas fuimos víctimas de tortura y maltrato físico y psicológico. Nuestras detenciones fueron ilegales. Yo estuve incomunicado y secuestrado por más de 80 horas“, aseveró Nicolás.

El 2 de mayo la población volvió a las calles, Nicolás estaba en el barrio San Antonio en el centro oriente de Bogotá. Debido a la arremetida de la fuerza pública contra la población civil los días anteriores, lxs manifestantes tuvieron que definir quiénes irían en Primera Línea (ver LN 569/570), para proteger a la población manifestante. Él hizo ese día parte de la Primera Línea.

El objetivo era llegar a la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá. La manifestación allí fue pacífica por varias horas. Sin embargo, al llegar la noche mucha gente mayor y familias abandonaron la Plaza. Poco a poco se intensificó la presencia de la policía que de un momento a otro atacó a lxs manifestantes: “En minutos reinó el pánico y toda la Plaza de Bolívar se nubló de gases lacrimógenos. Salimos huyendo por la parte de abajo del Palacio de Justicia tomando la Carrera 9a hacia el norte, pues desde atrás la policía nos atacó. Hubo disparos de armas de fuego y bombas aturdidoras de nueva tecnología, las que la policía llama venom“, narró Nicolás.

“Vi caer varixs jóvenes heridxs. Otrxs jóvenes que estaban tratando de auxiliar a lxs heridxs fueron capturadxs a golpes brutalmente. Hasta el día de hoy muchos de ellos están en las listas de desaparecidxs que circulan actualmente. Corriendo con varixs compañerxs tomamos para el occidente, estábamos agotadxs de correr y nos metimos en la Carrera 13 con Calle 17 a una estación de servicio de combustible, donde nos tratamos de esconder, pero fue en vano. Hasta ahí llegó la policía. Éramos siete compañerxs. La policía nos golpeó con sevicia, nos quitaron nuestras pertenencias, mi celular, mis documentos. Nos capturaron de forma ilegal. Nosotrxs habíamos hecho muchas grabaciones con los celulares, pero desaparecieron, sólo quedó lo que pude enviar al WhatsApp de mi mamá unos minutos antes de que nos atacaran. Los policías nos pegaban con sus bolillos y con sus cascos en la cabeza. A mí me rompieron la nariz y me reventaron la boca. Yo botaba sangre por la boca y la nariz, me dieron patadas mientras yo estaba tirado en el suelo, me sacaron el aire y no podía respirar. Fue el momento más traumático que he vivido en mi vida. Entre nosotrxs también había varixs menores de edad, sin importar edad ni sexo, a todxs nos metieron a un camión hasta llenarlo“, continuó el relato Nicolás.

Según la narración de Nicolás, la policía identificó a lxs miembros de la Primera Línea, a quienes llevaron a un calabozo donde pasaron la noche sin permitirles comunicarse con sus familias ni recibir atención médica. Durante toda la noche, estxs jóvenes fueron golpeadxs.

El día 3 de mayo lxs subieron a golpes a camiones más grandes, donde la policía transporta caballos. No les permitieron ni ir al baño. “En la noche nos llevaron a la estación de policía de San Cristóbal Sur, donde había policías esperándonos. Los policías se pusieron en hilera y a medida que íbamos bajando del camión, nos atacaron con bolillos, con sus cascos, a patadas y puños. En ese momento yo me cubrí la cabeza, yo sentí cómo me golpeaban la cabeza, la espalda, todo el cuerpo. Muchxs de nosotrxs caímos al piso. Nos tropezábamos, todo era un caos y los policías no paraban de golpearnos hasta que nos dirigieron a los calabozos“, recordó detalladamente el joven.

El cuatro de mayo lxs subieron de nuevo a un camión y recorrieron la ciudad, todo el tiempo sin haber recibido alimento. En las horas de la noche Nicolás se enteró de que estaban en Soacha, una ciudad cerca de Bogotá. “Al amanecer del día cinco de mayo nos sacaron de la estación a unos cuarenta. Ya éramos menos gente que el día anterior, tal vez la mitad. Yo no supe qué pasó con lxs demás. Esta vez éramos solo hombres y al principio nos dijeron que nos iban a soltar, pero después escuchamos que dieron la orden de llevarnos a Mondoñedo (uno de los basureros a cielo abierto más grandes de Colombia, comentario de la redacción). Ahí me tiraron horas después, herido, después de amenazarme con que no abriera mi boca o lo pagaríamos yo y mi familia, pues ya sabían quién soy, tenían mis documentos“. Como pudo logró llegar a casa de un familiar y por miedo, no volvió a salir en semanas. Su madre y su abuela fueron amenazadas y vigiladas por agentes de civil y a través de llamadas telefónicas a lo largo de varias semanas.

Huido ante la represión estatal Horeb Nicolás Castellanos falleció el 25 de marzo de 2022 en Berlín, como consecuencia de sus heridas (Foto: Unidas por la paz – Alemania)

Finalmente, Nicolás logró abandonar el país. Su padre logró que saliera como turista y en Berlín fue acogido en una casa de protección en donde vivió junto a otrxs jóvenes refugiadxs de diferentes lugares del mundo. Él empezó a recibir apoyo psicosocial, a visitar la Willkommensklasse (Clase de bienvenida, en la que se aprende alemán, comentario de la redacción) y había buenas perspectivas para recibir protección del Jugendamt (Institución alemana de asistencia a la juventud, comentario de la redacción). Desafortunadamente en la madrugada del domingo 20 de febrero de 2022 a las 2 am presentó un cuadro severo de dolores de cabeza y fue llevado de urgencias al hospital, donde tuvo que ser intervenido quirúrgicamente debido a una gran hemorragia en la parte posterior del cráneo. Se trataba de un aneurisma cerebral. Después de cuatro horas de cirugía estuvo dos semanas en coma. A la tercera semana despertó del coma, un par de semanas después salió de cuidados intensivos. Sin embargo, Nicolás tuvo una recaída y falleció el viernes 25 de marzo de 2022 a las 4 am.

En el hospital, los exámenes practicados comprobaron huellas de golpes en el cráneo y el rostro, así como una fractura nasal. Según el parte médico, los golpes recibidos en Bogotá semanas atrás, que no fueron tratados médicamente, pudieron haber ocasionado el aneurisma.

La muerte de Nicolás ha sido una muerte silenciosa. Este es el caso de la posible muerte de muchxs jóvenes que aún no aparecen y cuyos cuerpos podrían haber sido cremados en cementerios distritales, tal como lo han denunciado varias organizaciones en las últimas semanas. La actual alcaldesa de Bogotá, Claudia López, niega la existencia de desaparecidxs durante el paro nacional, pero la historia de Nicolás nos da cuenta de que sí lxs hubo y que estos crímenes permanecen en la impunidad.

La policía usó durante el paro nacional la figura del “traslado por protección” para poder mover a manifestantes de un centro policial a otro, una y otra vez y por el tiempo que considerara necesario, como fue el caso de Nicolás. En aquellos días no se sabía del paradero de las personas detenidas extrajudicialmente, pues las autoridades se negaban a dar información. Esto ante la ley es considerado como desaparición forzosa.

Según la revista Rollingstone en su edición digital de enero 18 de 2023, en la visita que hizo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a Colombia en 2021 a raíz de los abusos de la fuerza pública en el paro nacional, se determinó que siete mil personas fueron detenidas bajo la figura del traslado por protección, en un ejercicio de disciplinamiento para evitar que participaran en las protestas. Hasta el día de hoy se desconocen las cifras y son pocas las denuncias, pues familiares y personas allegadas de las víctimas temen por su seguridad y sus vidas.

LOS CHALECOS ANTIBALAS NO AYUDAN

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SAMUEL ARREGOCES
es uno de los muchos activistas sociales importantes en Colombia que viven bajo amenaza. Él organiza en el Departamento de La Guajira la resistencia de las comunidades afro y Wayuu contra el desplazamiento y la destrucción del medio ambiente a causa de la minería de carbón en la mina El Cerrejón (ver LN 545). El pueblo de Samuel Arregoces, Tabaco, fue destruido en 2005 por la empresa operadora de la mina junto con el Estado colombiano. Éstos borraron del mapa saberes, plantas, animales, arroyos y costumbres. Desde entonces ha estado apoyando otras comunidades en la lucha contra la minería y por el agua en la seca La Guajira. (Foto: Daniel Céspedes)


Durante muchos años ha sido amenazado por su compromiso político ¿cuándo empezó?
En el 2011 cuando hicimos una manifestación por la conmemoración de los 10 años del desplazamiento de Tabaco, recibí una llamada en la que me decían “recuerde que usted tiene familia”. Un año después siguieron las amenazas telefónicas y empecé a recibir mensajes de textos raros. En el 2016 se hicieron más intensas las amenazas, en el desalojo de la comunidad de Roche me llamaron para decirme que podía ser asesinado. Ese año también presenté la primera denuncia pública en la fiscalía. En otra ocasión, un vehículo me siguió hasta mi casa, y una vez una persona también lo hizo pero cuando mi hermana se dio cuenta, salió corriendo.

¿Qué ha hecho para hacer frente a las amenazas? ¿Qué garantías ha tenido?
Tomé precauciones. Entraba temprano a la casa, solo salía cuando tenía reuniones y por la nula respuesta de la fiscalía busqué ayuda en el Centro de Educación Popular y en una organización no-gubernamental que se llama “Somos defensores”. En el estudio de riesgo que hicieron estas organizaciones por los últimos incidentes, me aconsejaron salir de la Guajira, principalmente me recomendaron salir del país, pero si para mí es difícil salir del departamento, imagínese salir del país. Estuve un año fuera de La Guajira. Fue algo muy duro para mí. Salir de mi tierra como un delincuente, cuando los delincuentes se quedan aquí – además el estrés me generó un problema de salud y económicamente fue muy complicado. Tenía una beca por tres meses, otra por dos meses, pero los meses siguientes yo debía costear todo solo, con donaciones de algunos amigos en dinero y en alimentos. Pero yo no tenía trabajo. Por todo lo que yo hago en las comunidades no recibo ningún pago.

¿Recibió apoyo del Estado?
En mayo del 2018 llené un formulario en la UNP (Unidad Nacional de Protección) y me dieron respuesta en noviembre. Me dijeron que no tenía riesgo porque era un ciudadano común. Ese día me sentí muy mal porque me negaron que yo sea líder social. Apelé esa decisión y en marzo del 2019 me hicieron un estudio de riesgo y me respondieron en agosto que yo tenía riesgo extraordinario y que iban a implementar un esquema de seguridad: un botón de pánico, un chaleco antibalas y un celular. Pero yo siento que este esquema lo pone a uno más en riesgo, porque uno no pasa desapercibido con un chaleco antibalas y volví a apelar esta decisión. Tuvieron que hacer otro estudio de riesgo porque intentaron entrar en mi casa doblando las barillas de la ventana y una vecina vio cerca una moto extraña. De este estudio aún no he recibido respuesta.

¿Cómo es vivir con miedo constante?
Vivir con estas amenazas no es fácil, porque te cambia la vida. Vivir todos los días pensando que te pueden asesinar, o que le van a hacer daño a un familiar es traumático. Me tocó hacer una reunión familiar y entre todos nos endeudamos para comprar un carro y alguien de mi familia se prestó para andar conmigo, no tenemos ningún tipo de arma. No es el mejor mecanismo de seguridad, pero es lo mejor que pude implementar. Cada vez que salimos de la casa, no sabemos si vamos a regresar.

Vivir con miedo es difícil, pero llega un momento en que te decides. Estoy seguro que somos nosotros los que tenemos que cambiar esto. El gobierno nacional no va a cambiar el país, muchos de nosotros hemos tenido que dejar la vida en el barro. En este país neoliberal, extractivista, somos objetivo militar y ser líder social es un delito.

¿Tiene alguna idea de dónde provienen estas amenazas?
Yo no estoy seguro de dónde vienen las amenazas, pero de lo que sí estoy seguro es que lo único que hace Samuel Arregoces es denunciar a la empresa minera El Cerrejón y al Estado colombiano. ¿A quién más le puede incomodar lo que yo hago? Muchos líderes que hacen lo mismo que yo han sido asesinado, estas amenazas son sistemáticas.

„EL SILENCIO ES FATAL”

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SANDRA PALESTRO CONTRERAS
es socióloga, activista feminista y desde 10 años forma parte de la Coordinación Nacional de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. (Foto: Alea Rentmeister)


¿En qué sentido la violencia político-sexual forma parte de la violencia patriarcal?
Nosotras en la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres siempre intentamos conectar las distintas manifestaciones de la violencia patriarcal, porque la violencia político-sexual no es distinta a la violencia cotidiana que otros hombres ejercen sobre las mujeres sin ser agentes del Estado. Es el mismo patrón misógino y de ejercicio de poder de los hombres sobre las mujeres.

¿Por qué el sistema patriarcal castiga la participación política de las mujeres a través de su sexualidad, su cuerpo?
Según los estudios destruye la intimidad de las mujeres. Y por otra parte es como un mensaje, lo que dicen los estudios, es un castigo para los hombres de ese grupo al que pertenecen las mujeres. En las guerras, las mujeres son tratadas como un botín. Por experiencia propia podría decir que te hace perder tu intimidad. Porque incluso los golpes brutales con el tiempo van difumándose, van perdiéndose. Pero la agresión sexual, te queda. Te permanece en tu recuerdo toda la vida. Debe ser porque es algo muy íntimo y algo sobre que supuestamente las personas queremos tener el control, que sea sólo nuestro, y yo decido.

Es una agresión que tú en ningún momento permitirías si no fuera por el poder encima, porque es brutal, porque te amenazan. Y en el caso de la violencia política-sexual, una está vendada, con una venda en los ojos, y desnuda. Entonces es la indefensión total. Es justamente el arma que usan en estas detenciones, en las guerras, en los conflictos armados, en todas partes. Es porque saben que es la agresión mayor que podemos vivir las mujeres.

Durante la dictadura usted fue detenida y vivió violencia político-sexual. ¿Cómo ha conseguido salir de la condición de víctima y seguir siendo luchadora y activista?
Eso fue muy difícil. Yo estuve presa un mes en el Estado Nacional en el octubre del 1973, muy luego después del golpe. Y eso fue brutal. La vida se divide en un antes y después y ya no puedes recuperarte. Son muchos años que se demora una en rearmarse un poco. Yo estuve 14 años sin contarle a nadie lo que había sucedido.

Y allí, derecho a la psiquiatra porque me empezaron síntomas corporales: algo me apretaba la cabeza, tenía insomnio. Estuve como 3 años en terapias y cuando logré desbloquear eso que mi cerebro no quería mostrarme, fue super importante. Allí empecé la etapa más de sobrevivencia.

Sin embargo, nunca renunció al activismo…
Durante todos estos 14 años yo ni siquiera me preocupé de mí misma, fue un activismo pero así feroz. Estuve 10 años en el exilio, volví justo en el 1983 con las protestas. Entonces me tocó esta etapa en que Chile estaba también despertando y me incorporé a esa lucha con todo. Recién después de 14 años, me di cuenta, que algo me estaba pasando a mí y entonces me di cuenta que todo este activismo hasta el cansancio había sido para justamente no pensar. También comprendí que si yo no seguía en ese activismo, en esa pelea, allí sí me iban a derrotar.

Entonces, pese al miedo y todas las cosas, seguí peleando aquí en Chile. Volví a caer presa de nuevo en el ‘85 en una manifestación callejera. Allí sentí el miedo pero fue distinto, no fue tan brutal. Caí presa muchas veces en las manifestaciones, pero ya no sentía miedo porque algo había cambiado, no era lo mismo que al comienzo de la dictadura. Recién 30 años del golpe, cuando yo vi en el informe Valech los testimonios de las mujeres, allí recién yo dije, esto nos pasó a todas. Lo tremendo de eso fue el silencio de las mujeres durante tantos años sobre lo que había sucedido.

¿De dónde proviene este silencio?
Las mujeres no contamos. Hay mujeres, presas en tiempo de dictadura, amigas mías, que nunca han contado lo que les pasó. Eso yo creo que tiene mucho que ver con toda esta socialización de las mujeres en una cultura androcéntrica. Nosotras siempre nos postergamos. Yo lo sentí tan patente cuando vi lo del informe Valech, muchas pensábamos lo que a nosotras nos había sucedido era menos que los detenidos desaparecidos y los ejecutados. Entonces, nunca hablamos de la tortura porque eso era peor.

Y después también es la socialización en la maternidad, en el cuidado de los otros, cuidar a los hijos, a los sobrinos, a todos, de que no sepan que exista esa crueldad, esta maldad. Entonces también es parte de esta cultura, de esta civilización patriarcal. Y si las mujeres no hablamos, y no vamos poniendo esto, entonces nada se mueve, queda oculto.

Y es tan difícil hablar, decirlo. Pero el silencio es fatal, en todos los sentidos. Tenemos que hablar, tenemos expresar lo que nos pasa. Porque no somos responsables. Es otro él que es responsable. No tenemos que sentir ni culpa ni vergüenza y así vamos aireando nuestros mundos y lo vamos compartiendo, vamos reflexionando con los demás. Y en eso también escuchan las niñas y los niños, los que están en nuestro entorno y van formándose de otra manera, no en el silencio sino en la expresividad, en la denuncia, en el buscar afirmarse de manera de terminar con eso.

¿Siente que es importante vincular la memoria de la violencia político-sexual que pasó en dictadura con la lucha contra la violencia que ocurre hoy día?
Creo que es mejor pensar la violencia político-sexual como un continuo. Porque hay una tendencia a una comparación y entonces una tendencia de decir que ahora también estamos en dictadura. Pero me parece que ha cambiado tanto la sociedad, han pasado tantas cosas desde los tiempos de la dictadura hasta ahora. Fueron 17 años de una dictadura que no respetó nada, no había ni una institución funcionando. No había nada de representación popular. Incluso los recursos de amparo, que ponían los abogados eran desestimados por la corte suprema. No había defensa, nadie nos defendía.

Ahora tenemos la posibilidad de expresarnos, de denunciar, de exigir, existe el INDH (Instituto Nacional de Derechos Humanos), existen observadores internacionales. Existe también esta otra posibilidad de la tecnología, que tú puedes filmar algo y tienes una prueba. No son comparables las agresiones aún que sí tienen el mismo contenido, esto de adentrar a las mujeres que no les corresponde ese lugar público, ese lugar de denuncia y protesta. Que su lugar está en la casa, cuidando los niños.

¿ Usted forma parte de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. ¿Qué hacen la Red y otras organizaciones feministas para combatir esta violencia?
Estos últimas décadas, se ha visto un auge tremendo del feminismo. Ahora reciente en 2018, las tomas de las universidades que hicieron las mujeres solas como feministas, y después el 8 de marzo de 2019, eso fue a nivel de país sorprendente. Y ahora en las movilizaciones, lo que más se ve son los pañuelos feministas y las banderas mapuches.

Se va notando un cambio en la sociedad. Las mujeres ahora participan como mujeres, son feministas, participan en las manifestaciones y una sabe por qué pelea. Antes también lo sabíamos pero teníamos una condición que era secundarizada. Nos tomaban presas porque andaban buscando a nuestro papá o a los maridos. Aunque fuéramos también militantes no consideraban esa actuación de las mujeres.

En cambio, ahora, sí las mujeres participamos con esa conciencia de transformación de la sociedad. Esto es un cambio que hemos ido haciendo las mujeres feministas principalmente durante estos años. Si no podemos influir directamente en la institución de carabineros en este caso, si influimos en la sociedad entera, en la cultura.

El gobierno de Piñera reacciona a las protestas actuales nuevamente con represión y con violaciones a los derechos humanos. ¿Cómo usted ha vivido esto?
Fue bien impactante para mí los primeros días del estallido, sobre todo cuando sacaron a los militares a la calle. Sentí una preocupación terrible por las y los jóvenes, que no habían tenido esa experiencia anterior y son más temerarios  y se quedaban afuera con el toque de queda. Me daba miedo, que los militares los mataran.

Fueron bien duros esos días. Después, también ver esto tan sistemático de la violencia político-sexual y de la violencia en los ojos. Eso, otra vez? Se me venía a la mente esa crueldad, eso intencionado, tan cruel y consciente, porque no es casualidad. Y eso otra vez, me removió dentro eso que yo sentía en el estadio: la crueldad incomprensible y desconocida.  Nosotras éramos muy jóvenes, yo tenía 22 años. No conocíamos esa crueldad. Después, yo pensaba en todos estos años de democracia, como se ha tratado de difundir y de hablar y de tirar la consigna del “nunca más”.

Y ese nunca más me resonaba ahora. Otra vez esta crueldad, otra vez esta agresión. Eso, a una le va desesperanzado un poco. Es como la historia fuera circular. Pero también te sirve para seguir en la pelea intentando a reflexionar, a conversar a la raíz de la experiencia que una tiene.

¿Qué influencia tiene la violencia político-sexual en las protestas actuales?
A mí me produce cierta preocupación que en estos enfrentamientos como la violencia política-sexual y la mutilación de las personas, nosotros, los manifestantes, nos vamos apertrechando a una posición defensiva. Ha cambiado el foco, ya no se trata de nuestras demandas sociales como un mejor sistema de pensiones y de salud, una educación no sexista, nada de eso suena, solo los derechos humanos y las querellas y las denuncias. Entonces, vamos perdiendo.

Nosotros que éramos luchadores contra todo un sistema de abusos nos transformamos ahora en víctimas de esta represión y eso es muy preocupante. Es un conflicto en el que el gobierno va ganando terreno. Yo digo que las personas que han muerto y que han sido mutilados tienen que ser una inspiración para la lucha, para que conversemos estas ganas de seguir peleando por las causas que motivaron este estallido.

CHILE EN FOCO Y SIN REFUGIOS

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La tarde del viernes 27 de Diciembre del año recién pasado nuestro corazón se incendió de
desesperanza. La policía chilena quemó el histórico Cine Arte Alameda, en pleno centro de
Santiago, luego de lanzar una bomba lacrimógena sobre su techo que inició un fuego
descontrolado. Todos quienes habíamos visto películas y reunido allí por más de 20 años nos detuvimos atemorizados frente a las cenizas del lugar, su sala de cine completamente destruida.
Esa misma noche y solo unas horas más tarde, a unos metros del cine, Mauricio Fredes murió ahogado en una fosa por efecto del carro lanza aguas. Ese viernes oscuro los chilenos vimos con más claridad que nunca algo que no queríamos creer : no nos quedan refugios frente al Gobierno de Sebastián Piñera. A medida que los bomberos apagaban el fuego, las paramédicas de las brigadas de salud, quienes habían estado atendiendo en el hall del cine desde que comenzó la revuelta en Octubre, tuvieron que llevar a los heridos hacia afuera, en medio del gas lacrimógeno y los balines de metal que la policía seguía disparando desde la calle hacia las instalaciones. Una de las paramédicas me relató que uno de los balines pasó justo al lado de su cara mientras protegía a uno de sus adolescentes heridos.
El cine es un refugio no sólo para los amantes del cine, que pueden imaginar un mundo distinto en las imágenes proyectadas sobre la pantalla, si no también porque sus espacios físicos tienen la capacidad de ser lugares de encuentro, de participación, de inclusión para todos aquellos que nos sentimos ajenos a un sistema que nos explota y nos olvida. Eso es el Cine Arte Alameda, un refugio queer, punk, cinéfilo, y también un refugio para las brigadas de salud, amedrentadas con venganza en las calles por la policía.
Al otro lado del mundo, la Berlinale ha sido uno de esos preciados refugios para tantos cineastas y productores que luchan contra estas violencias alrededor del mundo. Así lo sentí cuando el 2016 llegué a estrenar en Panorama “Nunca vas a estar solo”, un film dirigido por Alex Anwandter que retrata la brutal golpiza que un joven gay recibe en su barrio y la frenética búsqueda por justicia que su padre debe emprender al no poder pagar las cuentas del hospital. Nuestra película ganó el Teddy Jury Award ese año, la misma noche que una joven trans fue quemada con ácido en su cara en otro barrio pobre de Santiago. Contra esa violencia nos cansamos y nos unimos. Después de más de 100 días de protesta, de 35 personas muertas, 30.000 detenidos, 400 heridas oculares, de niños y niñas torturados por la policía, seguimos acá, en la plazas pidiendo dignidad, pidiendo una vida que valga la pena vivir, una constitución que nos permita entendernos de una nueva forma.
A pesar de ser un importante año para nuestro país en el festival varios nos quedamos en Chile, haciendo campaña para que podamos ganar el Apruebo una Nueva Constitución, escrita 100% por ciudadanos electos por el pueblo, en una Convención Constitucional. Nos quedamos en Chile para que esa nueva carta magna sea escrita de forma paritaria por primera vez en el mundo, para que sea disidente, para que termine esta violencia contra nuestros cuerpos y vidas precarizadas.
Mientras algunos nos quedamos trabajando por un país más justo muchos viajarán a la Berlinale, pues Chile es el País en Foco del European Film Market 2020. Algunos cineastas luchadores de estos mismos principios llegarán a su ciudad, pero también representantes del Ministerio de las Culturas y las Artes del gobierno de Sebastián Piñera, como el Subsecretario de las Culturas, Juan Carlos Silva, quienes han guardado silencio luego de toda esta violencia. Peor aún, públicamente han defendido a los políticos a cargo de ejercerla, como defendieron al ex Ministro del Interior Andrés Chadwick, quien terminó destituido en el Congreso por su responsabilidad en las violaciones a DDHH. Ninguna palabra de defensa o apoyo han dicho por los artistas que han perdido su visión como Nicole Kramm, audiovisual y fotógrafa herida en un ojo la noche de Año
Nuevo y seguramente ninguna dirán en los eventos del EFM.
Sí, Chile país en foco tiene un gobierno violador de los derechos humanos según constan en los serios informes elaborados por la ONU, Human Rights Watch, Amnistía Internacional, CIDH, entre otros. Esos políticos serán quienes abran el encuentro de industria de la Berlinale, un festival orientado precisamente en torno al derecho de vivir en paz, del respeto y del pluralismo.
Por eso les pido, Berlineses, que nos ayuden. Vayan y protesten en las afueras del Martin Gropius Bau, llamen a sus representantes, ayúdennos a pedir fuerte y claro ‘Nunca Más’, porque esa frase contra el fascismo resuena tan fuerte en sus calles como las nuestras, porque estoy segura que nuestra lucha es la misma. Es en estos días que necesitamos de su solidaridad internacional. No nos dejen solos pues buscamos nuevos refugios frente a esta violencia descontrolada, necesitamos nuevos aliados contra esta impunidad y esperamos que el cine siga siendo uno de ellos.

“ES HORA DE GOLPEAR LA MESA”

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Foto: Oscar Navarrete

Me preguntan si Eddy Montes Praslin es pariente mío. Es Praslin como mi tatarabuelo, personaje de mi nueva novela. Pero no sé si somos parientes. De todas formas, aunque no fuera consanguíneo mío, es mi pariente por el solo hecho de ser un conciudadano, un nicaragüense más, víctima de la violencia de la situación social y política de un régimen que ha dejado de gobernarnos y solo busca proteger su permanencia en el poder. Este es un Estado cuya única respuesta al descontento y rechazo de su pueblo es la represión policial; un Estado militarizado que pone como condición para cumplir compromisos firmados que se levanten las sanciones impuestas a sus familiares y empleados; un poder dispuesto a encerrar, matar y acomodar la realidad a su conveniencia; un Gobierno que niega su responsabilidad siempre, que culpa a los demás siempre.

Es inútil a este punto dilucidar lo que sucedió el jueves 17 de mayo en el penal de Tipitapa, “La Modelo.” No importa lo que diga la Policía, el Ministerio del Exterior, cualquier funcionario gubernamental, el presidente o su esposa. El hecho es que, dentro del penal, un prisionero fue alcanzado por la bala de un agente armado del régimen; el hecho es que este hombre armado disparó contra un prisionero desarmado. Esa víctima era alguien que jamás debió estar preso, un nicaragüense nacionalizado estadounidense que llegó a Nicaragua a ver a su familia y que fue detenido y acusado injustamente, como los cientos de hombres y mujeres apresados por protestar contra la represión y desgobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo

La cárcel “La Modelo” se ha convertido, como su nombre lo indica, en el modelo y ventana donde la dictadura Ortega-Murillo, ha desplegado y hecho alarde de su crueldad. Los prisioneros políticos en ese penal han sido maltratados una y otra vez. El jueves 17 muchos de ellos fueron de nuevo golpeados con una violencia inaceptable.

Una muralla de antimotines fue la respuesta a la angustia de las madres que llegaron a la prisión temiendo por la suerte de sus hijos. Cientos de antimotines fueron enviados también a la ciudad del difunto, Matagalpa, para impedir que el pueblo asistiera a sus exequias. Las fotos y videos de la ciudad militarizada, de las calles ocupadas por las fuerzas represivas, son el testimonio del miedo de un Gobierno que, para seguir sosteniéndose en el poder, debe recurrir al terror, a la descomunal presencia de personal armado.

Es urgente, esencial, que militares retirados y activos, la cúpula empresarial, el Cosep y sus poderosos consejeros, los empleados públicos, los sandinistas que aún rodean a este Gobierno, alcen sus voces y tomen acción para detener esta debacle. Matar presos, golpearlos, mantenerlos en condiciones de ignominia como están Miguel Mora, Lucía Pineda, Ricardo Baltodano, Medardo Mairena y muchos más, atenta contra los valores de nuestra sociedad. Impedir a una familia y a un pueblo enterrar con dignidad a su muerto, militarizarnos, callarnos a punta de miedo y armas, es obligar al país entero a humillarse y perder la dignidad.

Hay que detener esta irracional crueldad y obligar a este Gobierno a confrontar el daño que están haciendo. Hay que deponer intereses propios y ejercer el poder moral o económico, antes de que esta secuencia nefasta de hechos nos hunda aún más en el laberinto del oprobio. Hace falta que se pronuncien los sectores que callan, hace falta que golpeen la mesa para decir: ¡Basta ya! La hora de hacerlo es ahora.

Este artículo fué por primera vez publicado en el periodico Confidencial.

 

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