Argentina | Nummer 600 - Juni 2024

“Nuestras vidas están implosionando”

El colectivo transfeminista YoNoFui en una entrevista sobre tragedias, autocríticas y resistencias a las políticas de Milei

En Argentina, la política de crueldad de Javier Milei ya lleva más de cinco meses. Pero también las resistencias siguen con movilizaciones rápidas y marchas gigantes. En la tercera entrega de nuestra serie de entrevistas con organizaciones de base argentinas, hablamos con el colectivo transfeminista, popular, anticarcelario y abolicionista de las cárceles YoNoFui sobre su trabajo, la vida cuir en riesgo frente al triple lesbicidio de Barracas y sus perspectivas de lo que viene.

Entrevista: Lilian Hümmler

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Colectivo YoNoFui Desde talleres de poesía hasta unidades productivas (Foto: YoNoFui)

Ayer ocurrió el brutal atentado a cuatro lesbianas – Pamela, Roxana, Andrea y Sofía – en el barrio Barracas de Buenos Aires. ¿Cómo se puede entender esto en la situación política actual?

Este caso puntal muestra cómo los discursos de odio del gobierno de Milei en la práctica tienen efectos concretos. Nos parece importante plantear que estos discursos no son solamente de este gobierno, sino que son prácticas que ya estaban latentes en el sentido común. Lo que pasa es que ahora hay legitimación desde el más alto nivel de representación institucional para ejercer crueldad explícita. Y eso definitivamente es peligroso. El gobierno actual es declaradamente antifeminista y antidisidente. La semana pasada, por ejemplo, uno de los biógrafos de Milei salió a decir que la homosexualidad estaba siendo financiada por los partidos de izquierda. El gobierno actual es declaradamente antifeminista y antidisidente. Pero también resistimos. Ayer hubo una asamblea de aproximadamente 400 lesbianas de distintas partes del país para definir qué hacer. La situación es muy complicada, pero es tan solo el comienzo. Nuestras vidas están implosionando. Todos los días hay novedades de algo cercano que nos golpea. Observamos que estamos atravesando una crisis de salud mental que nos abre muchas preguntas, acerca de cómo combatir esta guerra, que es  no solo es cultural y económica sino también anímica.

Pero con los discursos de odio Milei hizo campaña, ¿no? ¿Cómo explican ustedes que mucha gente haya votado por Milei?

No hay una única respuesta, hay muchas razones por las cuales la gente votó por Milei. Observamos que está sucediendo una trasmutación en los procesos de subjetivación que se intensificaron en la post pandemia. En ese proceso se están perdiendo historicidades de ciertas experiencias comunes que hicieron que lleguemos hasta acá. Por ejemplo que somos un país que tiene o tuvo procesos de construcción y de lucha de una memoria histórica. Creíamos que esto era un pilar social y nos dimos cuenta que era muy frágil. Como parte de una autocrítica, creemos que esto tiene que ver con una omnipotencia de parte de los movimientos de derechos humanos, de los movimientos de izquierda en pensar que algunas discusiones ya estaban saldadas en vez de radicalizar en esa vía. Económicamente el kirchnerismo integró a una gran parte de la población vía consumo con toda una carga de neoliberalismo. Pero al final no fue que “todes consumamos” como un modo de redistribución de la riqueza, sino que al mismo tiempo había mucha gente pasándola mal y atravesando situaciones muy precarias. La brecha se siguió abriendo. Ahora es peor obviamente. La pérdida de la clase media es inaudita.

Antes de pasar a la autocrítica, ¿nos pueden contar un poco más sobre YoNoFui?

YoNoFui nació en el año 2002 a partir de una taller de poesía en la cárcel de Ezeiza que daba María Medrano, una de nuestras compañeras. Allí nos encontramos con las dificultades que tiene alguien que recupera su libertad. No había políticas públicas post encarcelamiento. Entonces nos empezamos a juntar e hicimos talleres en diferentes espacios. El colectivo fue creciendo y pasaron más de 20 años. Hoy somos un colectivo que tiene diferentes espacios. En nuestra casa colectiva funciona la cooperativa que tiene varias unidades productivas: textil, encuadernación y serigrafía. Además hay otra unidad productiva más reciente de estética y cuidados corporales que se llama “Bell, toda belleza es política” y que funciona en nuestro otro espacio de Palermo. Acá, en la casa colectiva en Flores, tenés la biblioteca anticarcelaria. Hacemos libros también, tenemos una editorial. Nuestro colectivo nació de un taller de poesía, por lo tanto hay algo con la palabra que nos interesa interpelar constantemente.

Otro espacio del colectivo es el de segundeo. Es un poco difícil de explicar. Acá en las calles se dice primerear para ponerse delante de alguien, como compitiendo sin que te importe el otro. En cambio, segundear tiene que ver con ir juntes. Es como la acción opuesta a primerear. Segundeo también muestra la manera en que a lo largo del tiempo nos fuimos renombrando. Al principio decíamos apoyo social, después acompañamiento y hoy para nosotres segundeo tiene más sentido, porque el segundeo es una práctica de reciprocidad, de par, de volverse un conjunto en eso, es un gesto muy específico que nosotres valoramos mucho.

¿Qué significa en la práctica concreta?

El segundeo tiene varias instancias. En segundeo jurídico tenemos actualmente compañeres que tienen mucha experiencia en lo jurídico por su paso por el encierro y cuatro abogades anticarcelarios y abolicionistas penales. Juntes hacemos seguimientos de causas de compañeres. También tenemos instancias de mediaciones colectivas. Somos un colectivo y también hay conflictos acá. Con el segundeo intentamos buscar soluciones no punitivas y no castigadoras . A otro segundeo lo llamamos “autonomía y autogestión de la vida cotidiana”: subsidios, armar un currículum, buscar lugares para vivir y administrar el día a día de la casa colectiva. Después de la pandemia vimos que había mucha necesidad de armar espacios de salud mental. Por eso inauguramos el segundeo en salud mental. Acá tenemos espacios de atención grupal e individual. Trabajamos desde una idea, quizás, en contra de la salud hegemónica que solo lee la salud en términos de bienestar y felicidad individual.

Si bien nosotres venimos con una experiencia de muchísimos años dictando talleres de artes y oficios, recién este año inauguramos nuestra Escuela de Artes, Oficios y Experimentación Política. Estamos muy enamorades de este proyecto pedagógico y político porque abrimos nuestro espacio a la comunidad y se está armando algo muy vital, un refugio en un momento tan complejo. Hay 70 personas inscritas y casi todas son personas cuir.

Ya mencionaron un poco la autocrítica en estos tiempos. Tal vez un poco más general: ¿Qué problemas enfrentan hoy en día?

Creemos que todavía no tomamos en cuenta lo suficiente el impacto que tiene la cárcel en cualquier vínculo de nuestras vidas cotidianas, no se trata solamente de si estuviste en la cárcel o no. Ahí hay algo negado socialmente, hay algo en los efectos prácticos y cotidianos de cómo nos tratamos que convive con nosotres como una amenaza constante como un rumor que no se detiene.

Otro desafío que estamos intentando abordar es la necesidad de crear una lengua abolicionista de las cárceles con perspectiva sudamericana o desde el sur global. Porque todos los imaginarios que tenemos son del norte global con el nacimiento de la criminología crítica o Angela Davis. Es todo brillante y nos sirve, pero también nos interesa pensar contextualmente, es decir: ¿Qué es una cárcel acá? ¿Qué es el castigo acá? ¿Cuál es la economía del castigo acá? ¿Cómo se piensa la justicia? Nosotres recibimos conceptos del norte global como una caja cerrada. Entonces empezamos a hacer un mapeo de cuáles son las justicias alternativas, por ejemplo justicias indígenas o los modos de resolver conflictos en nuestra vida cotidiana, que también son parte de otro modo de hacer justicia. Igualmente al interior de la cárcel: ¿Qué es hacer justicia al interior de la cárcel? ¿Qué es construir comunidad dentro de las cárceles? En un mundo que tiende a la hiperindividualización, construir comunidad puede ser un modo de hacer justicia en un mundo que tiende a la hiperindividualización.

Y al mismo tiempo ahora es muy difícil. Ahora tenemos el problema de que, por ejemplo, quieren bajar la edad de punibilidad a los 12 años con una reforma judicial. ¿Pero qué haces? De repente quedas en una posición conservadora y decís: “No, ¡paren! No vayamos a los 12, volvamos a los 18.” Pero eso tampoco nos sirve. En un punto menos mal, pero como colectivo no estamos conformes con este sistema punitivista. Quizás sea un buen momento para preguntarnos: ¿Qué se criminaliza?

¿Cómo se vinculan en esa situación con otros movimientos, tal vez movimientos transfeministas o también anarquistas?

En general somos pequeños los colectivos de activistas independientes que no tenemos banderas partidarias por detrás. Y nosotres sostenemos ese espacio autónomo. Articular desde la autonomía nos parece muy importante. Una autonomía que siempre es interdependiente.

Este año, para el 8 de marzo, armamos la columna Mostri junto a activistas transfeministas y cuir. Esto nos entusiasmó mucho, porque la idea de esta columna es que sobrepase la discusión de la identidad. Entonces Mostri puede ser alguien que pasó por la cárcel, Mostri puede ser una persona disca, Mostri podemos ser los colectivos antipunitivistas, Mostri puede ser la comunidad cuir. Y ahí empezamos a convocarnos con colectivos travesti trans, maricas, lesbianas, todo el colectivo LGBT y otres activistas Mostris. En el día a día también articulamos con el colectivo de trabajadoras sexuales y con “No Tan Distintes”, un colectivo que trabaja con personas en situación de calle. Pero con algunos feminismos es complicado, sobre todo cuando son muy mujeriles, académicos y punitivistas. Hay una disputa ahí como colectivo antipunitivista y abolicionista penal que es la insistencia en el planteo acerca de que la cárcel no soluciona nada. Por eso una compañera, Eva Reinoso, siempre dice: “Nosotras somos incómodas para el feminismo, pero mucho más incómodas son las camas de los pabellones de las cárceles.”

Y con los movimientos anarquistas sí hay una cercanía con ciertas ideas, si entendemos anarquismo como una práctica en contra de la autoridad. Además hay una tradición histórica de alianza: Los inicios de la criminalización de disidencias sexuales y trabajadoras sexuales coinciden con la criminalización de los movimientos anarquistas y comunistas.

Tal vez esto ayuda a reforzar las relaciones dentro del colectivo, pero también hacia afuera ¿no? Dentro de todo esto ¿qué esperan de las próximas semanas?

Uff, difícil. Creemos que las próximas semanas van a ser cada vez más complejas, pero al mismo tiempo también es importante seguirnos entramando. Recuperando la experiencia de haber vivido el macrismo, que no fue ni una décima parte  de esto, pero fue terrible, tal vez podemos tener un gesto ni de esperanza ni de optimismo. Porque también fue el momento de mayor creación de alternativas. Estábamos tan ahogades, tan oprimides y tan imposibilitades de vivir, que había que crear vida. Y la única manera que había era juntándonos y movilizándonos. Lo mismo estamos haciendo ahora. Pero el panorama es bastante desesperante y es un gran desafío. Es muy triste y doloroso. Al mismo tiempo, por ejemplo la columna Mostri en la marcha del 8M fue una fiesta y eso nos recrea una vitalidad. Por eso insistimos, sin esperanza y sin optimismo, en confiar en las tradiciones de lucha de nuestros territorios, que son muy potentes y nos habitan.

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