Dossier | Dossier 18 - Vivas nos queremos | Ecuador | Español | Nummer 558 - Dezember 2020

CREANDO, CRIANDO Y REVOLUCIONANDO

Sobre los desafíos de los roles múltiples de las mujeres

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Patricia Yallico cuenta en un ensayo personal sobre su realidad como cineasta entre sus roles de realizadora audiovisual, madre educadora y activista indígena, y las tensiones que esto hoy conlleva en Ecuador. “Creando, criando y revolucionando” es como llama esta tensión y equilibrio entre sus roles múltiples como mujer, cuya compatibilidad tiene que ser defendida una y otra vez– incluso en el campo de tensión entre el racismo, la objetivización y las estructuras patriarcales.

Von Patricia Yallico

Illustrationen: Manai Kowii, @narymanai

Quiero partir desde mi ser como madre, mujer, indígena y cineasta que para muchos, en otros tiempos, sería una combinación impensable, pues, es sabido por todos que el cine ha sido un espacio exclusivo y elitista destinado a hombres blancos y, en el “mejor” de los casos, a mestizos.

Desde hace un poco más de 30 años, lxs realizadores audiovisuales de pueblos indígenas de Ecuador hemos asumido nuestra propia auto representación y determinación, con la esperanza de romper con la lógica con la que se nos ha tratado como objetos de estudio, retratándonos a partir de una interpretación externa y lejana.

Pensaríamos que ya en el Siglo XXI no deberíamos tener la necesidad de exigir nuestros derechos, pero la realidad es otra. En mi experiencia, no conozco películas que hayan seleccionado a algún profesional indígena como cabeza de equipo. En estas películas, lxs indígenas aparecemos en el mejor de los casos como una mancha que se mueve errática, una figurante, un extra, nunca como protagonistas, o si las hay es desde una mirada en la que se nos objetiviza. Creemos que es necesario visibilizar la historia no contada, aquella otra orilla que a todxs por comodidad o desidia se nos ha “olvidado” mencionar.

Con mis propuestas cinematográficas muestro parte de todo lo que los pueblos indígenas vivimos, que en realidad son historias universales, dejando de lado el romanticismo con la que algunxs nos ven y nos tratan. Busco generar sensaciones y emociones que incomoden y disputen la producción de relatos, de discursos, de estéticas, de narrativas que cuestionen la cosificación a la que nos han sometido la dinámica patriarcal y  deconstruyamos el sentimiento de culpa con la que nos han querido silenciar.

Este lente con el que se nos ha mirado y presentado nos ha impulsado a ser nosotras las actoras y directoras de nuestras propias historias, pues no estamos dispuestas a que los medios de comunicación nos continúen folklorizando, infantilizando o despojándonos de toda humanidad. Así, a pesar de que los tiempos y espacios han cambiado y con ello la percepción de la mujer, la carga machista con la que se nos mira sigue siendo la misma, viciada, llena de odio y homogeneizante. Pues, la raíz de todas las demás formas de discriminación e invisibilización con que se nos ha tratado a las mujeres indígenas es el patriarcado.

Han intentado despojar nuestra voz de a poco y de maneras sutiles y brutales dejarla sin corporeidad. Han querido matarnos de todas las formas, imaginables e inimaginables, porque los pueblos indígenas y las mujeres representamos la desobediencia y la rebeldía contra el orden establecido que se asienta sobre estructuras patriarcales y coloniales.

Planteado lo anterior, quisiera comentar un par de experiencias vividas con mis compañerxs. Hace unos diez años atrás, conversando con un líder indígena de la organización nacional, le comentaba que quería hacer un documental sobre gays y lesbianas indígenas. Cuando comenté este deseo mío, el compañero me miro incrédulo y dijo “…como va a hacer un documental de eso si en las comunidades nuestras no hay gays o lesbianas”. A su comentario respondí que el hecho de que él no quisiera mirar la realidad de nuestros pueblos no la haría desaparecer y le expliqué que había leído varios textos que daban cuenta, de que los pueblos originarios del Abya Yala (denominación indígena para el continente americano, nota de la redacción) no aislaban a compañerxs que desde pequeñxs daban cuenta de su diversidad sexual, sino más bien tenían mayor estima y consideración. Él no quiso creerlo, dudaba de que mis palabras fueran ciertas. En todo caso, en mi ser continúa bullendo la necesidad de contar estas y otras historias.

Traigo a colación este relato porque en este compañero, como en muchos, incluso dentro de nuestra familia, aún está incrustada la herencia patriarcal. Es necesario dejar de romantizar la idea de que todo lo que hacemos los pueblos indígenas está bien. Somos culturas vivas, en constante movimiento y transformación, somos seres humanos como todos los demás pueblos, que hemos desarrollado nuestra vida y nuestra relación con el otro y con el entorno asentados sobre una estructura de dominación recurrente. No estamos aislados del mundo real y de sus complejidades, por lo que debemos identificar y cuestionar la violencia de donde provenga.

Otra imagen que tengo en mi corazón y en mi mente como testimonio de la prevalencia de patrones patriarcales y coloniales, es la rebelión de octubre; en octubre de 2019, Ecuador vivió una de las movilizaciones sociales más potentes de la última década. Se produjo por el descontento popular frente al Decreto Presidencial 883 que buscaba eliminar los subsidios de combustibles con lo que encarecía la vida misma de todos los ecuatorianos.

Las mujeres fuimos actoras políticas claves en los 11 días que duró la movilización masiva de todos los sectores populares del país. Mi experiencia personal estaba mediada por un sinnúmero de sensaciones y emociones, no sólo porque tuve que registrar en audio y video los hechos en medio de la brutalidad policial, sino también, porque mi ser militante sentía la necesidad de apoyar en la organización de las acciones. A esto se sumó el hecho de ser madre, preocupada por mi hijo adolescente que por primera vez participaba del levantamiento actuando en la primera línea como “matalacri”, es decir, evitando que las bombas lacrimógenas que nos lanzaban llegaran a ahogarnos por completo.

Todos los seres que me habitan estallaban en indignación, miedo, coraje, ira al mirar que los agentes de la represión no respetaban si eras mujer, niñx o ancianx: con igual saña lanzaban gases a diestra y siniestra. Aquí debo hacer una acotación: la práctica usual de las comunidades es el trabajo colectivo, que busca fortalecer la identidad y los procesos organizativos propios. Así, por ejemplo, cuando hay que hacer una minka (trabajo comunitario, nota de la redacción) todxs participamos, hombres, mujeres, niñxs -ahora menos que antes, pero continúa existiendo esta práctica- y en este caso la insurrección popular de octubre convocó a mujeres, niñxs, ancianxs que permanecieron en esta acción política, en la que sufrimos igual o mayor violencia estatal policial al ser gaseadxs en las “zonas de paz” o cuando encabezábamos marchas pacíficas junto a toda nuestra familia, las mujeres fuimos dispersadas a traición y con crueldad.

Mi ser madre buscaba proteger a mi hijo no sólo de las bombas y las balas, sino del estado de excepción y del toque de queda, pero mi ser militante deseaba que él viviera algo de todo lo que nuestras madres y abuelas han vivido para que su memoria, su cuerpo, sus huesos supieran que todo lo que tenemos ahora ha sido porque lo hemos arrebatado del poder. Nada nos ha sido regalado y esa comprensión no solo podría darse a partir del diálogo, sino de la vivencia de lo que estábamos enfrentando. Mi ser realizadora audiovisual -cineasta- buscaba registrar todo lo que ocurría. No sólo para denunciar lo que estaba pasando y lo que los grandes medios intentaban esconder, sino para que pudiera servir como una herramienta para nuestra  memoria, a pesar, de que el Estado impedía nuestro libre ejercicio de cobertura.

Las mujeres indígenas somos bien recibidas cuando somos parte de un acto cultural (danza, comida y demás) pero somos criminalizadas y violentadas cuando asumimos nuestro accionar político, intentado reducir toda acción nuestra al ámbito doméstico o cultural. Es imprescindible deconstruir todo aquello que han querido normalizar, a través de la legalidad y legitimidad blanco-mestiza que busca anularnos en todos los sentidos.

Pero aquí estamos, hemos vuelto y somos millones. Nuestra energía vital ha sabido resistir y estamos más fuertes y unidas. Nuestra voz silenciada retumba entre ríos, montañas, selvas, resonando como un eco profundo que nace desde lo más íntimo de la tierra, de la vida.

 

Jenny Patricia Yallico es cineasta y activista. Nació en Guaranda, una pequeña ciudad de la región andina ecuatoriana. Pertenece al pueblo Waranka de la nacionalidad Kichwa. Milita en el movimiento indígena ecuatoriano, Confederación de los Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (ECUARUNARI) y es parte de la Corporación de Productores Audiovisuales de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador (CORPANP). Actualmente es parte del directorio de la Asociación de Creadores del Cine y el Audiovisual de Pueblos y Nacionalidades (ACAPANA).

En sus trabajos audiovisuales habla desde su perpectiva como mujer, madre y activista indígena cuestionando los modos de representación tradicionales. Su primer corto  es un autorretrato “Jaylli” (2013) en el que se cuestiona su rol de madre; “Paktara” (2014) es un corto de ficción que retrata la relación incestuosa dentro de una familia indígena; “Ñukanchipak” (2016)  es un corto experimental que plantea romper con los estereotipos de la mujer bella y asumir cuerpos “imperfectos” (estrías, celulitis, flacidez) como un proceso de vida y resistencia. “Hatun Mama” (2020) es un documental que visibiliza las contradicciones que sienten las mujeres al tener que articular diversos roles profesionales, estudiantiles, militantes con el ser madre. Actualmente trabaja en un largometraje de ficción “Dolores” que busca retratar la vida íntima y cotidiana de la lideresa indígena Dolores Cacuango (1881-1971).

Este artículo es parte del dosier ¡Vivas nos queremos! Perspektiven auf und gegen patriarchale Gewalt. El dosier puede ser descargado aquí

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