“ESTE ESPACIO DEBERÍA SER NUESTRO”
Entrevista sobre la ola de tomas feministas en la Universidad Nacional Autónoma de México
Abrazo sororal Integrantes de las MOFE en la facultad tomada, Foto: Andrea Murcia, Instagram: @usagii_ko
A finales de agosto llegaron a un acuerdo con las autoridades de la Facultad de Economía. ¿Cuáles fueron los resultados del acuerdo?
Alcanzamos que se cumplieran los puntos más fuertes de nuestro pliego petitorio. Logramos que se convocara a una Unidad de Género con una abogada, una psicóloga y una trabajadora social y que se diera atención ginecóloga a las estudiantes. Creamos la Comisión de Género, conformada por alumnas y profesoras encargadas de la difusión del feminismo mediante talleres y conferencias. Además, generan propuestas para incluir la problemática de la violencia de género en el plan de estudios. El punto por el que más discutíamos con las autoridades fue que había muchos profesores y algunos alumnos con varias recurrencias en agresiones de diferentes formas. Nuestro punto inicial era que los sacaran de la facultad. No era del todo posible, porque muchos no tenían procesos formales, pero logramos que se hicieran cambios, y en próximas denuncias los agresores obtendrán la sanción correspondiente a los actos cometidos. La presión de todas las tomas feministas de la UNAM hizo posible reformar tres artículos del estatuto general de la universidad.
¿Cuáles artículos lograron reformar?
El primero reconoce la violencia de género como una falta grave. Fue aceptado por la UNAM, pero no había sanciones. La autoridad de cada facultad o institución podía sancionar como quisiera. En la Facultad de Economía, por ejemplo, había denuncias por violación en los cuales se encontraba culpable al agresor y se le daba ocho días de suspensión. Eso nos generaba mucha rabia. En cambio, ahora, si va a ser sancionado. Puede ser con suspensión, expulsión o la rescisión de contrato. En específico, logramos que saliera el profesor Luis Arizmendi. Durante muchos años encabezaba una secta sexual dentro de la facultad. Si las muchachas denunciaban, eran intimidadas para que quitaran la denuncia.
¿Cómo viven la violencia sexual en contra de las mujeres en la universidad?
Es un contexto mayor, no sólo se vive acoso en las aulas. No sólo te piden algún favor sexual para poder pasar la materia, no sólo convives con tu agresor en tu salón de clase, lo cual es súper incómodo. No sólo son los chistes misóginos de los profesores. A nosotras que estudiamos Economía, por ejemplo, nos decían que la Economía era para hombres. El 70% de la facultad son alumnos varones, nosotras representamos un 30%. Por diferencias de números es lógico que se acople al ambiente en sus aulas, que teníamos que estar calladas. Al momento de querer organizarnos no nos dejaban y rompían las asambleas. Hablamos de algo que pasa desde hace años. En la UNAM tenemos facultades como Ciencias y Filosofía y Letras, donde grababan a las chicas en los baños y luego estos videos los subían a páginas pornográficas. No sólo es la violencia que tienes que vivir al trasladarte de tu casa a la escuela en el transporte público, sino entrar a la escuela y entrar a un ambiente misógino y machista donde también te están violentando. No estamos seguras en ningún lado, a veces ni siquiera en nuestras propias casas. La universidad tampoco se esfuerza por darnos este lugar seguro. Hablamos de algo tan grande como el feminicidio de Lesvy Berlín en 2017 en la Facultad de Ingeniería que la UNAM se esforzó a encubrir hasta donde pudo. El contexto en general da miedo porque somos diez mujeres asesinadas al día en México. Ver toda su negligencia, ver toda su indiferencia y ver que a ellos no les importa que una compañera haya muerto en la Ciudad Universitaria es indignante. ¡Estamos hartas!
¿Cómo surgió la organización de la toma?
Ya existía un grupo de mujeres organizadas en la Facultad de Economía con el que hacíamos tendederos. Los tendederos nacen a partir de un caso más en la Facultad de Economía. Al adjunto del director, que también era el secretario general, le llegan tres denuncias por violación. Allí comenzamos a movilizarnos. ¿Cómo es posible que no se le sancione si tiene tres denuncias formales por violación? De allí surge esta red de mujeres. Cuando en enero de este año más y más facultades, preparatorias y CCHs (colegios de preparación para la educación superior de la UNAM, nota de la redacción) se fueron a toma, nos estábamos apenas acoplando entre nosotras para ver qué se iba a hacer en la Facultad de Economía. Nos impactaba mucho cuando empezaban a sonar casos ya muy específicos de violencia en contra de las estudiantes de los diferentes planteles. Empezábamos a cuestionarnos y nos dimos cuenta de que todas teníamos el mismo objetivo: la lucha en contra de estas negligencias, opresiones e intimidaciones que tenían las autoridades de la UNAM hacia nosotras y hacia todas las mujeres de la universidad. Eventualmente realizamos nuestra toma, no solamente por los casos particulares de la facultad sino también en apoyo a los otros planteles.
¿Cómo lograron avanzar el proceso de negociación con las autoridades de la facultad y mantener la presión a pesar de la pandemia?
Nosotras entregamos el pliego petitorio un fin de semana antes de que iniciara el paro de actividades a nivel nacional. En la entrega, el director nos pidió que paráramos el proceso y entregáramos las instalaciones por el deber social que teníamos, y dijo que cuando se terminara la pandemia hablaríamos. Respondimos que no, porque ya llevábamos posponiendo esto desde las primeras protestas hace tres años. Por dos meses y algo más, nos ignoraron por completo. La UNAM, en este afán de decir que estaba trabajando, creó una Comisión de Género. La coordinadora hizo un llamado a los directores de cada facultad para que se resuelvan las demandas de las mujeres en los diferentes planteles. En este momento, decidimos de forma estratégica hacer un comunicado a la rectoría de la UNAM, a la defensoría, a la coordinadora de la Comisión de Género y al director de la Facultad de Economía, diciendo que ya habíamos sido ignoradas por mucho tiempo. Nuestro director nos contestó de forma muy ambigua y decidimos citar públicamente al diálogo. Dijimos si él no se presentaba, era clara la respuesta que tenía en contra del movimiento de mujeres y de nuestras necesidades que expresábamos en el pliego.
Desde que tomamos la facultad el 28 de febrero iniciaron mesas de negociación hasta el 18 de mayo. Por mucho tiempo apostaron al desgaste. Al iniciar las mesas se notó que no habían leído nuestro pliego. Apenas cuando cumplimos un mes de mesas de negociación se empezaron a interesar porque ya se habían soltado las demás tomas y solo quedábamos nosotras.
¿Lograron las otras tomas también imponer sus demandas?
Claramente el contexto para cada toma fue muy diferente porque tenían distintos tipos de represión. A las otras tomas las hostigaron de una forma muy fea. En la noche se metían personas, robaban e, incluso, defecaban dentro de las instalaciones. En FES Acatlán, (una entidad académica multidisciplinaria de la UNAM en la periferia de la Ciudad de México, nota de la redacción), entraron armados a violentar a las chicas y, posteriormente, se incendiaron las instalaciones. Hubo un desgaste psicológico y físico que no les permitió realmente tener la capacidad y la fuerza de seguir con sus tomas. En muchos casos, las demandas sólo fueron cumplidas parcialmente.
¿Ustedes también vivieron este tipo de represión?
Primero recibíamos amenazas por parte de alumnos y de profesores. Luego iniciaron las mesas de negociación y empezó la represión por parte de las autoridades. Esto nos tenía en constante alerta porque ya había pasado lo de FES Acatlán y éramos la única instalación que seguía tomada en la Ciudad Universitaria. Más allá de que se cumpliera el pliego de cada toma, un logro fue hacer notorio que ninguna facultad, ni plantel en la UNAM se salva de la violencia de género que vivimos a diario. A pesar de que se terminaron las tomas, esto apenas está comenzando, porque muchas facultades no pudieron seguir con sus negociaciones por la pandemia y hasta la fecha han sido ignoradas.
¿Creen que la digitalización por la pandemia ha frenado al movimiento?
Sí, nos frenó un poquito, porque el semestre se terminó en línea. En otras circunstancias la toma hubiera generado más presión de que se iba a perder el semestre. Las clases en línea implicaban otro contexto. Nos ha tocado ver como esa violencia que estaba dentro de las aulas de la facultad, ahora se trasladaba a las aulas virtuales. Ha habido casos, por ejemplo, de conferencias en donde los compañeros estaban con la cámara prendida, se paran y se sacan el pene. Hemos tenido casos en donde los profesores acosadores se aprovechan de que necesitamos tener más comunicación, ya sea por correo electrónico, por Facebook o por WhatsApp se la pasan hostigando a las alumnas. En este sentido, sí frenó nuestra lucha, pero también esto nos ha dado la pauta para mostrar que esa violencia existe porque ahora tenemos más pruebas de que realmente eso es lo que hacen los profesores. También estamos intentando tomar esos espacios virtuales y hacerlos nuestros, se está intentando visibilizar esa violencia, que ahora es virtual, mediante los canales que nosotras administramos. Si a estos espacios virtuales no podemos hacerlos seguros, por lo menos visibiliza que todavía estamos tomando clases con agresores, que estos siguen estando atrás de una pantalla, pero al final de cuentas siguen estando allí.
¿Cómo hicieron de la facultad un espacio feminista?
Nos dimos cuenta que donde estudias realmente debería ser tu espacio, un espacio donde te deberías sentir segura, un espacio donde deberías sentirte libre, un espacio donde puedas convivir de forma pacífica con todas las demás. No habíamos experimentado algo así hasta la toma, donde convivimos seis meses con puras chicas. Cuando estudias con puros vatos, es un espacio masculinizado y si quieres participar debes tener toda la certeza de lo que vas a decir con diez mil fundamentos. Es probable que si te equivocas ya no tienes oportunidad, nadie te va a tomar en cuenta, ya nadie te va a creer. Entonces también es el hecho de que nos podemos sentir con la libertad de hablar absolutamente cualquier cosa desde cualquier postura, que va a ser tomada en cuenta y que tal vez se va a llevar a discusión. Este sentimiento que nosotras logramos encontrar en ese espacio, buscamos también hacérselo sentir a las demás chicas de la facultad. Este sentimiento va a servir como un espacio seguro en el sentido de que todas nos podamos encontrar. Ahora las compañeras que son violentadas saben que existimos. Si alguna, no solamente de nosotras sino de todas las chicas de la facultad, de las maestras, de las trabajadoras quiere exponer algún tipo de situación, ahora se puede sentir en la confianza de que no se le va a juzgar. Se le va a apoyar. Se va a buscar a hacer todo lo necesario para que ella pueda adquirir todo esto que nosotras hemos aprendido a lo largo de estos meses en un espacio solo de chicas. Así que, apropiarnos de este espacio, fue más que nada apropiarnos de nosotras mismas y de poder compartir eso con las demás sin miedo. Nosotras entendemos que afuera no nos dan este espacio, y si no lo buscamos no lo vamos a tener, ¿no?
A principios de octubre integrantes de colectivas feministas juntas con madres de víctimas tomaron la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en la Ciudad de México para exigir justicia en la atención a los casos de violencia de género, feminicidios y desapariciones (véase LN 557). ¿De qué manera creen que la toma en general es una herramienta legitima y útil para alcanzar demandas feministas?
Es totalmente legítimo, valido y necesario el hecho de apropiarnos de las instituciones que por tanto tiempo nos han ignorado. En nuestro caso, no nos volteaban a ver hasta que estuvo tomada la facultad. Es un arma muy poderosa para decir “¡Aquí estamos y es nuestro!”. Es una forma de visibilizar que las mujeres en México sobrevivimos todos los días a este sistema, a este machismo, a tanta violencia y a tanto feminicidio. El movimiento empieza en las universidades y puede ir más allá. La violencia no es solamente en la universidad, no es solamente el camino de nuestras casas a la universidad, es en todo el país. En cada estado, en cada rincón se encuentra este contexto y sobre todo en las periferias. Sin embargo, en México el presidente se hace bien tonto y ni si quiera menciona los temas del feminismo en sus exposiciones mañaneras sobre los problemas del país. Entonces también se trata de hacer más visible la negligencia de las autoridades. Al final de cuentas la CNDH, es quien debería velar por nuestros derechos, pero realmente es totalmente omiso y negligente. Si las instituciones no nos están aportando las soluciones, no queda otra que tomarlas y hacer lo que tengamos que hacer con ellas. En este caso, se llegó a hacer un refugio para mujeres víctimas de violencia y para mujeres familiares de las víctimas de feminicidios.
*Nota de la redacción: después del cierre de redacción, también fue tomada la Facultad de Química y el CCH Oriente por estudiantes feministas.